La Selección y Lionel Messi lo hicieron. El júbilo se propagó, la alegría fue toda argentina. La gente gritó el gol, el final, festejó de entrecasa o en las calles de tantas ciudades. Con sensatez, funcionarios o comunicadores señalaron descuidos en las juntadas caseras para ver el partido o en las movilizaciones espontáneas como pocas o como ninguna. Alerta razonable pero vana, la jornada duraría un rato que no debe negarse a nadie.

El fútbol regala esas fiestas, paradisíacas cuando se gana. La salvedad vale porque hubo convocatorias masivas luego de la derrota contra Alemania en el Mundial de 2014, en otro planeta pleno de viejas normalidades. Perder dolió pero ese equipo suscitaba empatía y amor, el pueblo- hinchada arropó al elenco del que sobreviven (y cuánto, y cómo) Messi y el gran Ángel Di María, un fenómeno con la celeste y blanca autor de varios goles históricos.

El estado de ánimo era otro el domingo pasado a la mañana. La celebración nacional, policlasista (exótica, pues) corresponde a la circunstancia. Joan Manuel Serrat lo graficó para siempre: la fiesta dura lo suyo, luego se vuelve a la nueva anormalidad.

En la semana siguiente, como es regla, ocurrió de todo. Entre otras cuestiones relevantes cerró el plazo para inscribir partidos y Alianzas que competirán en las Primarias Abiertas (PASO) de septiembre y en las elecciones legislativas de noviembre.

El Frente de Todos (FdT) y el rebautizado Juntos mantuvieron unidad y coherencia con escasas fugas y casi nulas secesiones. Sentido común, autopreservación. La mejor táctica para empezar.

La coalición oficialista aprendió de la diáspora ulterior a 2015, plagada de “racionales”, prófugos, trásfugas, tibios y oportunistas. La principal coalición opositora padeció menos desgajamientos en el llano, en parte porque leyó la experiencia ajena. En parte porque el gobierno del presidente Alberto Fernández no supo cooptar, seducir, convencer… (agregue el verbo que quiera) a viejos adversarios para que se volvieran amigos.

Los comicios de 2017 valen como término de comparación, El actual oficialismo llega con un caudal de votos propios superior al del macrismo cuatro años atrás. Pero Juntos está más cohesionado que el peronismo en aquel entonces.

El Frente de Izquierda de los Trabajadores (FIT-U) se preserva como la mayor representación del sector inscripta en casi todos los distritos. Pero la izquierda no consigue total unidad. Luis Zamora arma por su lado, con su valiosa trayectoria y sus sectarismos a cuestas. Jorge Altamira arma rancho aparte, sus excamaradas lo reprueban, juzgan que ya entró en el pasado y les quita votitos.

A Juntos lo troskean por derecha Javier Milei y José Luis Espert. Se engolosinan imaginando quedarse con un diputado en Buenos Aires (cientos de miles de votos que cuesta cosechar) y un porcentaje de dos dígitos en la Ciudad Autónoma (CABA), otra cifra ardua.

El exministro Florencio Randazzo habilita debates prematuros entre encuestadores. Con meses de antelación se puede estimar impunemente cualquier cosa. Ya habrá tiempo para pronósticos más certeros…

El exsenador Miguel Pichetto ofrenda su renuncia en pos de la unidad bonaerense. Volvamos a Serrat: no hay nada más bello que lo que nunca he tenido. Pichetto resigna las multitudes que jamás lo rodearon.

Los datos pueden aburrir pero sirven para imaginar escenarios. Nada garantiza que los precedentes se repitan pero los resultados de ayer son certeros, no vaporosos como los sondeos o los pálpitos en las charlas de quincho.

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Cuatro que pesan: Se renuevan 127 diputados en todo el país, la mitad de las bancas. Veinticuatro senadores en ocho provincias.

Cuatro distritos son determinantes para sumar votos o bancas, los dos conteos que darán pie a las polémicas. Buenos Aires, 35 diputados. CABA, 13. Córdoba y Santa Fe, 9 cada una y los dos senadores. Sesenta y seis de 127, too much. 

Juntos se ve ganador en suelo porteño y en Córdoba. El oficialismo habla de una diferencia amplia en Buenos Aires y una más ceñida en Santa Fe.

En Córdoba y Santa Fe contienden tres fuerzas con aspiraciones y no dos como en numerosas provincias. El localismo peronista del gobernador Juan Schiaretti y el socialismo santafesino sostienen aspiraciones altas.

El lamentado fallecimiento del exgobernador santafesino Miguel Lifschitz priva a esta fuerza de un candidato con arrastre para senador. Se van dos peronistas y uno de Juntos por el Cambio. Juntos se anima a fantasear salir puntero aunque por ahora las internas lo traban.

El gobernador Omar Perotti querría que revalidaran sus bancas los actuales senadores y algunos diputados propios. En la Casa Rosada y en el Instituto Patria revisan encuestas. Miden si algunos funcionarios levantan lo que consigue “la marca” Frente de Todos. Desplazar gente del Ejecutivo tiene costos concretos, menores que un potencial éxito. “Están midiendo” a la vicegobernadora Alejandra Rodenas, al ministro de Defensa Agustín Rossi, al embajador en Chile Rafael Bielsa. Si alguien aporta un plus, quién sabe “Cristina y Alberto” determinarán que se mude. La fórmula presidencial cerrará las listas, dan por hecho los compañeros.

En Córdoba, condenado al tercer lugar, el FdT busca figura taquillera para arrimar el bochín. Un solo diputado se va, quién sabe en esa tierra hostil se rasguñe uno más.

Desalojado de la Nación y de “la Provincia” el PRO tiene en disponibilidad a sus figuras más pimpantes. El expresidente Mauricio Macri resultó radiado por piantavotos, aunque se exprese de modo más acaramelado. La exgobernadora María Eugenia Vidal se mudó al hospitalario suelo porteño. El Jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta ordena su terruño. Paradojas de la abundancia, Juntos deja libres diez de las trece bancas, hasta un éxito rotundo conllevaría perder algunas.

El exministro Rogelio Frigerio soñaba ser gobernador de Entre Ríos en 2019, se retiró. Ahora retorna como candidato a diputado, pensando en 2023. El actual mandatario Gustavo Bordet se impuso cómodo en las elecciones anticipadas hace un bienio. Pero en las nacionales Cambiemos llegó puntero y se adjudicó dos senadores. Quedaron recelos en Olivos aunque no se cuente. Tal vez se mueva un funcionario nacional para encabezar la lista pero pidiéndole a Bordet una “prueba de amor”: jugarse con candidata propia, arriesgarse. La movida podría implicar a la vicegobernadora María Laura Stratta.

Abundan entreveros como estos. Cada provincia es una galaxia con historia peculiar. Las que eligen apenas dos diputados y son bipartidistas (Formosa, La Rioja) están casi condenadas a repartir las bancas, pocos cambios en esos horizontes.

En los pagos en que hay tres partidos con perspectivas, uno debe perder, como en el tute cabrero. Miremos Río Negro, sin ir más lejos. Renuevan sendos diputados Juntos y FdT. El Gobierno nacional vería con agrado que el partido del exgobernador Alberto Weretilneck le birlara una banca a Juntos: hay terceros con los que se podría hablar mejor.

La casuística comprueba peculiaridades desdeñadas por la mirada AMBAcéntrica, tan hegemónica ella. Los ejemplos se propagan, mejor dosificarlos mientras están pendientes decisiones esenciales.

Entre paréntesis: (la cantidad de diputados por provincia, supuestamente proporcional a la población con un piso para las “chicas”, está desactualizada desde hace décadas. La CABA conserva más de los que les corresponderían, Buenos Aires está subestimada. Mirá vos).

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Vacunas y lugar en el mundo: Vacunas, unidad, recuperación económica, la trifecta a la que apuesta el Gobierno. Lo pesado es lo que falta: la inflación de junio fue mala nueva para los funcionarios, la gente común no precisa esperar al INDEC para anoticiarse.

En septiembre “estaremos todos vacunados” se entusiasman en la Casa Rosada y zonas de influencia. Las llegadas de millones de dosis parecen darle la razón. Arribó la primera donación de Estados Unidos, tras trabajosas negociaciones. Tres millones y medio de dosis de Moderna que prueban, entre otras cuestiones, que Alberto Fernández no es el Jaimito de la región, detestado en la Casa Blanca. De momento la mayor partida de Latinoamérica recaló en “Argenzuela”. El gobierno confía en (y labura duro para) que habrá nuevas remesas. La diplomacia de vacunas funciona desautorizando el discurso chanta de la exministra Patricia Bullrich. Los vaivenes de las tratativas dependieron de cambios resueltos por el presidente estadounidense Joe Biden. Primero pensó en repartir vacunas AstraZeneca no usadas en su país, luego cambió de criterio. La distribución comenzó hace un par de meses en los estados limítrofes, México y Canadá. El record argentino tiene que tomarse con cautela, en relaciones que se prolongarán durante meses o años.

Si las campañas prosiguen a ritmo redoblado, comenzará a trabajarse para los años por venir. Fallaron las hipótesis de una pandemia breve, debe escarmentarse de la experiencia.

La oposición agita con crueldad y sin credenciales la cifra cruel: 100.000 muertos. Le falta legitimidad basada en su gestión, incurre en amnesia respecto de las movilizaciones contagiosas que convocó, a las llamadas a no vacunarse. De cualquier manera, la tragedia atañe a todos los argentinos, no registra precedentes, es un dolor que no cesa. La vacunación alivia, la adhesión popular es amplia. El Gobierno la motivó la respuesta que forma parte de su mérito. De cualquier modo, urge revisar todo lo hecho y omitido en esta etapa. El saldo es doloroso, lo realizado sigue la lógica del mal menor, el impacto económico se nota. El discurso oficial mira hacia atrás, al Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) o a los Adelantos al Trabajo y la Producción (ATP) largamente consumidos por los beneficiarios.

Un nuevo mapa social exige medidas creativas, de mediano plazo. Nuevas instituciones económicas. El exdiputado Claudio Lozano propone un Ingreso Básico Universal y un Salario Social de Empleo y Formación. Este cronista no ingresa acá en el debate sobre su pertinencia y sustentabilidad. Pero subraya que las iniciativas alumbran hacia lo deseable, a trascender medidas interinas. Ampliar derechos, subir el piso de protección social actual e insuficiente.

En campaña, el oficialismo debe mostrar futuro. Le asiste una ventaja: Macri gobernó hasta hace poco, sus aliados no tienen nada que mostrar y mucho para esconder. Pero en campaña hace falta más que un rival limitado, también discurso para entusiasmar a quienes padecen la crisis sanitaria y económica. Un oficialismo no se vota solo por descarte, debe abrir ventanas hacia la esperanza.

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Renovar el contrato: El festejo futbolero, incomparable, repitió rutinas de la cultura popular. La identidad colectiva se revela o renueva, siempre está.

El proceso electoral que corre en paralelo atraviesa instancias definitivas seguramente ajenas a numerosos ciudadanos. Interesan en especial a los politizados o a quienes tienen preferencias más definidas.

Cuando comiencen las campañas los candidatos dispondrán de una oportunidad para expresarse tanto como para mirar, ver, comprender, escuchar. Trascender los límites del sistema político polarizado y mediatizado que fomenta polémicas entre élites o elencos estables, ajenos a la atención general.

El a la vez sensato y ambicioso contrato electoral de Alberto Fernández chocó con la pandemia. Renovarlo, reconstruir una primera minoría esperanzada, es un desafío mayúsculo y accesible. La historia comprueba que cuando se abre el cuarto oscuro los argentinos participan, se implican, deciden como sujetos colectivos.

La carrera comienza, se acelerará, cobrará sentido si los protagonistas saben ponerse a la altura de las necesidades de sus representados. El cuadro se completará el sábado 24 de julio con las candidaturas, 24 rompecabezas para armar. Quedarán dirigentes heridos, alguno clamará… Nadie se alejará mucho porque resulta mal negocio quedar a la intemperie.

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