Datos clave del agro en la Provincia de Buenos Aires son impresionantes: en la última cosecha, tres de los cuatro cultivos más importantes ofrecieron cada uno el margen bruto más elevado en lo que va del siglo. En promedio, productores bonaerenses de soja, maíz y girasol nunca registraron una rentabilidad tan importante en los últimos veinte años. El trigo les entregó una buena ganancia pero no fue máxima como en los otros.
Un aspecto que no debería pasar desapercibido es que esa ganancia record ha sido contabilizada en el año de la pandemia del coronavirus, la crisis económica, social, laboral y sanitaria más brutal de, por lo menos, los últimos cien años. El complejo agrario, en materia económica, está transitando un periodo excepcional que contraste fuertemente con gran parte del resto de las actividades.
Existe un factor evidente que explica ese resultado extraordinario superior a la bonanza del superciclo de commodities de la primera década del nuevo siglo: el alza de los precios internacionales.
Hay otro que es fundamental y que tiene mucha incidencia en el resto de la dinámica de la economía, teniendo en cuenta su rasgo bimonetario: el tipo de cambio real en dólares se ha ubicado en niveles elevados en este período, lo que redujo los costos en dólares (gran parte de los insumos y salarios) y el precio en dólares de los bienes de capital (cosechadoras y sembradoras, entre otros).
Pero el componente esencial para fortalecer este escenario global favorable para el productor es que los derechos de exportación (denominados retenciones) son más bajos que en el anterior ciclo de bonanza del agro.
Resistencia política con billetera cargada
El combo para los productores ha sido fenomenal: impacto positivo externo por precios en alzas más medidas públicas beneficiosas para el sector. Esto conforma una política oficial muy proagro, que puede considerarse necesaria puesto que es una actividad central para una economía dependiente de divisas y cuyas crisis más traumáticas estallaron cuando la restricción externa irrumpió sin vías de escape.
La política económica del macrismo durante cuatro años agudizó esa dependencia, al agotar la fuente de dólares vía deuda y dejando un Banco Central con un stock débil de reservas en una economía megaendeudada.
En este panorama general aparece una cuestión político-electoral, independiente de los datos duros del negocio agrario, que, a esta altura, no debería sorprender pero igual no deja de ser un comportamiento que merece ser señalado. Gran parte de la dirigencia del campo expresa una oposición militante al gobierno de Alberto Fernández, en línea con manifestaciones de protesta de grupos de productores a la fuerza política en la administración nacional que les permite engordar sus billeteras como nunca antes en las últimas dos décadas.
El rechazo tiene su origen en motivaciones ideológicas y políticas que encuentran explicaciones buceando en la historia de la relación traumática de los dueños de la tierra con los sectores populares y sus líderes políticos.
Con los números de la última cosecha y con las previsiones para la próxima, saldo que no es mérito exclusivo de los productores, no debería existir semejante resistencia al Gobierno puesto que ha facilitado la obtención de esos resultados, pero la impugnación es independiente de la extraordinaria marcha de la actividad en medio de la pandemia.
El negocio fabuloso del maíz (también el de la soja y el girasol)
El cuadro excepcional para la producción de maíz en la Provincia de Buenos Aires que se detalla a continuación se replica para la soja y el girasol. La comparación de los números de abril de este año se realiza respecto a abril de 2008, mes y año estupendos para el agro y cuando, además, estaba creciendo el conflicto por la resolución 125 de retenciones móviles.
Las variables clave para analizar el resultado del negocio con el maíz son las siguientes:
Margen bruto de explotación, en dólares por hectárea, según rinde medio de la PBA.
* Abril 2008: 534 dólares.
* Abril 2021: 620 dólares.
El saldo positivo es superior en 16,1 por ciento en relación al máximo histórico de este siglo.
Índice de Precios de las Materias Primas Agropecuarios, serie elaborada por el Banco Central.
* Abril 2008: 247,87 puntos.
* Abril 2021: 251,56 puntos.
La diferencia positiva de 1,5 por ciento refleja que el actual ciclo de los commodities agrarios es tan favorable como el anterior. En particular, el precio internacional del maíz se ha ubicado en 260 dólares por tonelada en ambos períodos.
Tipo de Cambio Real con Estados Unidos (paridad peso-dólar), serie elaborada por el Banco Central.
* Abril 2008: 111,65 puntos.
* Abril 2021: 124,64 puntos.
La ventaja cambiaria resulta 11,6 por ciento superior en el pasado abril a partir de una política oficial deliberada de mantener en umbrales elevados el tipo de cambio.
¿Qué se deduce de estas cifras?
1. La rentabilidad de la producción de maíz (también la de la soja y el girasol) es fabulosa, máxima en lo que va de este siglo.
2. La fuerte alza de los precios internacionales, que se inició a mediados del año pasado y se mantiene en niveles altos en lo que va de éste, es un factor importante para definir la bonanza del sector pero no explica por sí sola las ganancias record de esta cosecha.
3. El factor determinante para colocar en el tope del ranking de rentabilidad al ciclo agrario 2020/2021 es la combinación de un tipo de cambio real elevado con retenciones más bajas en esos meses de comparación. Los derechos de exportación del maíz hoy son 12 por ciento, cuando en abril de 2008 eran 25 por ciento.
Los dueños de los dólares comerciales
La bonanza del agro y la política oficial hacia el sector ofrecen una serie de derivaciones analíticas que permiten comprender restricciones de política económica, como también algunos efectos no deseados sobre la macroeconómica.
Se señaló arriba que el alza de los precios internacionales con una muy buena cosecha 2020/2021, aunque con un área sembrada, producción y unos rindes un poco por debajo de la anterior, aportó un flujo adicional de dólares comerciales.
Ese ingreso de divisas ha sido muy importante para que el Banco Central incrementara el stock de reservas y pudiera ganar espacios de intervención en el mercado de cambio. Esto último constituye una estrategia primaria de estabilización, puesto que la volatilidad de la paridad al igual que las corridas cambiarias son fuertes perturbadores de la economía.
O sea, la dependencia de los dólares comerciales provenientes exclusivamente de la actividad primaria exportadora es una potente restricción para la autonomía relativa de la política económica.
Más inflación y menos recursos fiscales potenciales
A esto se le ha sumado la limitación para intervenir en el mercado con un alza de retenciones para amortiguar el impacto en los precios domésticos del incremento de los precios internacionales de las materias primas.
Las ganancias fenomenales del agro se explican porque, derivado del triunfo conservador en el conflicto de 2008 y la consolidación de la idea de la eliminación de las retenciones en el gobierno de Mauricio Macri, existen firmes obstáculos políticos para aplicar un alza de los derechos de exportación.
No aumentar las retenciones tiene dos efectos negativos. Por un lado, una recaudación potencial menor para el Tesoro y, por lo tanto, la pérdida de recursos para fortalecer el crecimiento económico vía el gasto público. Por otro, provoca la absorción plena en la tasa de inflación del aumento del precio internacional de materias primas, lo que termina perjudicando el poder adquisitivo de los ingresos de los sectores populares por el alza de los precios de alimentos, como sucede desde mediados del año pasado.
Se le suma que los ajustes periódicos del tipo de cambio por encima de la tasa de inflación durante el 2020 (casi cinco puntos más) y en el primer trimestre de este año actuaron también como una fuente de tensión inflacionaria.
El escenario no pudo ser más favorable para el productor: precios internacionales en alza, devaluación de la moneda por encima de la inflación, costos en dólares atrasados y retenciones bajas.
La próxima cosecha será muy buena pero no será igual
El escenario para la cosecha 2021/2022 se presenta muy bueno pero no sería tan espectacular como el anterior. El motivo es que otros eslabones significativos del negocio agrario quieren participar con un mayor margen de la actual bonanza.
Los dos actores que están buscando incrementar sus ingresos son los dueños de tierras alquiladas y los productores de insumos.
De acuerdo a los dos últimos censos agropecuarios 2002 y 2018, en el capítulo sobre el régimen de tenencia de la tierra, los arrendamientos subieron de 21 a 35 por ciento del total, al pasar de 5,4 a 8,2 millones de hectáreas en la Provincia de Buenos Aires.
El reciente reporte sobre Argentina de la USDA (United States Department of Agriculture) de Estados Unidos hace referencia a la presión en los costos vinculados al alquiler de campos. Explica que para la nueva campaña los productores "se enfrentan a aumentos sustanciales de los alquileres a medida que los propietarios buscan beneficiarse de los precios más altos de los cultivos".
Menciona las regiones centro, de Santa Fe y de Córdoba, precisando que los aumentos son menos pronunciados en el noroeste de la provincia de Buenos Aires, donde la sequía redujo los rendimientos. Sin embargo, aclara que "se informan aumentos más sustanciales (en términos porcentuales) en la renta del 15 al 20 por ciento en tierras agrícolas del suroeste de la provincia de Buenos Aires".
El informe destaca que estos aumentos de renta (si se realizan) probablemente "reducirán la rentabilidad de los agricultores y los alentarán a plantar más maíz, que en los escenarios de precios actuales ofrece mayores rendimientos esperados y ha demostrado ser más tolerante a la sequía en los últimos años".
Para agregar que otro factor afectará la rentabilidad de los agricultores: "el aumento de los costos de los insumos, principalmente fertilizantes, debido a que los precios de los agroquímicos también han aumentado".
El conflicto ideológico de las almas bellas del campo
Existe una confusión habitual entre protagonistas del sector agropecuario y de la secta de economistas conservadores cuando afirman que quienes describen rentabilidades extraordinarias en un determinado contexto político y económico general, en este caso de la producción agraria en el año de la pandemia, están promoviendo la destrucción de la actividad o postulando que está mal que el empresario/productor ganen dinero. No es así. Es obvio que el sistema funciona en la búsqueda del máximo lucro y lo relevante entonces es explicarlo sin maquillaje.
Al desviar este debate, el aspecto que buscan ocultar es cuáles son las derivaciones a favor (más dólares en el Banco Central) y en contra (más inflación) de esas rentas fabulosas y las políticas públicas que las permitieron (devaluaciones y menos retenciones).
La otra cuestión desplazada de esos análisis rústicos es que existe un componente ideológico-político básico a evaluar. A esos actores económicos les resulta insoportable para sus almas bellas que los mejores años del negocio en el campo coincidan con gobiernos que ellos detestan.