Del 9 al 15 de julio se contagiaron en promedio 15.276 personas por día y ello contrasta con la semana anterior (2 al 8), cuando se infectaron 17.353 y con la precedente (25 de junio al 1° de julio) en que se reportaron 20.141 casos. En el mismo sentido, aunque el jueves pasado la Argentina conquistó la triste cifra de 100 mil fallecimientos desde que comenzó la pandemia en marzo de 2020, las muertes también van disminuyendo: la semana del 9 al 15 hubo 402, cuando durante la anterior se habían comunicado 450 y la precedente 476.
El interrogante que se abre, entonces, es: ¿por qué si las defunciones disminuyen desde principios de junio cuando el promedio diario alcanzó los 580 fallecimientos, hay días, como el miércoles, en que se informan 614 defunciones? Desde la perspectiva del físico Jorge Aliaga hay dos factores que se deben tener en cuenta y que, a menudo, generan la ilusión de que esa curva no desciende. El primero se vincula con el lapso desde que un individuo se enferma hasta que finalmente muere de covid. “Cuando los casos suben, las muertes comienzan a hacerlo pero 20 días después, porque es lo que normalmente la gente demora en fallecer tras enfermarse. Lo mismo para la disminución: cuando las infecciones empiezan a bajar, los muertos hacen lo propio 20 días después”, explica el secretario de Planeamiento y Evaluación Institucional de la Universidad Nacional de Hurlingham. Este aspecto está más naturalizado, porque se relaciona con un fenómeno ya usual: a lo largo de la pandemia las curvas de contagios y muertes siempre estuvieron corridas.
El segundo factor, por otra parte, guarda relación con un retraso en la carga. Aliaga lo describe de la siguiente manera: “Como hubo muchos muertos entre abril y mayo, no se cargaron al sistema (SISA, Sistema Integrado de Información Sanitaria Argentino) en el tiempo usual, sino que recién se están subiendo ahora. Si desde que una persona muere de Covid, el personal de salud tarda unos cinco o diez días en subirlo al sistema, en esta ocasión la demora fue mucho más considerable”. Desde una perspectiva similar lo sintetiza Mario Lozano, virólogo del Conicet y experto en vacunas: “Hay días con muchas fluctuaciones: en una misma semana hay jornadas con más de 600 y otras con 250. Desde hace un tiempo ya se advierte una clara disminución en los fallecimientos. Hay una pendiente a la baja”. Y completa el exrector de la Universidad Nacional de Quilmes: “La cantidad de casos diarios está muy alta, pero hasta el momento continúan bajando; en cuanto se detecte la transmisión comunitaria de Delta, lo más seguro es que se produzca una escalada en las nuevas infecciones, como ocurrió en otros países, y por consiguiente, las muertes vuelvan a aumentar”.
La dificultad del registro
El conteo de las muertes en una pandemia no es tarea sencilla. En 2020, la provincia de Buenos Aires digitalizó las partidas de defunción (Registro Provincial de Personas), empleó el Sistema de Gestión de Camas (SIGEC) y cruzó dicha información con la base de datos SISA, con el propósito de chequear cuántos bonaerenses habían fallecido por covid y evitar así el subregistro. Hallaron una diferencia de 3.523 difuntos que habían muerto por el virus, pero que no habían sido cargados en el sistema. “Esto es algo que también hizo Córdoba y CABA. La Ciudad de Buenos Aires, en vez de reportar todos los fallecidos por covid juntos, fue cargando las defunciones por goteo al sistema para que no generara revuelo mediático. En los últimos meses, Mendoza y Neuquén estuvieron cargando muertes de agosto y septiembre de 2020”, aclara Aliaga.
Durante la última semana, el promedio diario de muertes fue de 402: si bien algunos días llegan a los 500 o 600, las cifras se calculan teniendo en cuenta los reportes del sábado y del domingo, que suelen estar por debajo de los 300. Con esta referencia en mente, hay otras variables que deben considerarse si el objetivo es acercarse al impacto real de la pandemia en el presente. “De las muertes que se reportan a diario, de 20 a 40 corresponden al 2020 y las provincias recién las están incorporando; y luego, también, hay una cantidad de variable que ronda los 100 fallecimientos, que son de abril y mayo de este año, y que no se llegaron a cargar porque la segunda ola explotó y el personal de salud no pudo con todo. Por ello tiendo a pensar que el número real de fallecidos en cada día, necesariamente, está por debajo de 300”, calcula Aliaga. Las cargas en el sistema no se producen en tiempo real, por lo que los retrasos se van solapando y las cifras finales que se comunican a diario, finalmente, se desfasan de lo que en la actualidad sucede.
La diferencia es la vacuna
El virus continúa propagándose, de hecho, las variantes se expanden con velocidad por todos los continentes. Sin embargo, a diferencia de las olas precedentes, hay una herramienta fundamental: las vacunas. Las tecnologías que aplica el mundo son eficaces contra el coronavirus. Ello se ve claramente en naciones como Reino Unido e Israel que, habiendo inmunizado por encima del 60 por ciento de su población, han disminuido muchísimo las hospitalizaciones y muertes por la Covid. Algunos días de la semana pasada, Reino Unido ha reportado por encima de 42 mil casos y 50 muertes. En este sentido, si bien es cierto que todos los fallecimientos son dolorosos, también es cierto que en las olas previas (frente a una cantidad similar de contagios), los fallecimientos promediaban los 500 en cada jornada. “En Gran Bretaña se produjo un aumento significativo de los contagios con Delta y un incremento mucho menor de fallecimientos. Ello indica que las vacunas funcionaron muy bien, de manera que entre 20 fallecidos con 15 mil contagios, había ocho que estaban inmunizados. Es una proporción absolutamente baja; pone de relevancia que si bien no existen tecnologías 100 por ciento seguras, contribuyen a evitar la muerte de buena parte de la gente se infectó y que sin la vacuna hubiera muerto”, explica Lozano.
Israel, por su parte, comunica un promedio de 750 contagios y dos muertes diarias en los últimos tres días. Según evidencian estas cifras y los estudios que realizan las instituciones de salud que realizan vigilancia epidemiológica y de efectividad vacunal es que, si bien se redujo la inmunidad de las vacunas para el contagio, no fue así para evitar las hospitalizaciones y las defunciones, por lo cual, la protección que confieren continúa teniendo mucho éxito. Algunos laboratorios se han pronunciado sobre la efectividad de sus fórmulas frente a la variante Delta: AstraZeneca ha informado que alcanza un 71% con una dosis y 92% con dos; mientras que Pfizer llega al 94% y 96% respectivamente. El Centro Gamaleya, en su último estudio publicado en la revista Vaccines, comunicó que la Sputnik V ofrece una buena capacidad protectora frente a todas las variantes que circulan.
Argentina avanza a una enorme velocidad en su campaña de inmunización y se apresura a proteger a la mayor parte de ciudadanía con una o dos dosis para combatir a la Covid. ¿El objetivo? Alcanzar el rebaño para que el patógeno tenga cada vez menos posibilidades de transmitirse. “No hay nada que explique la disminución de casos que experimentamos en la actualidad, en medio del frío y sin restricciones, que no sea la vacuna”, dice Aliaga. La ocupación de camas UTI también sigue en descenso: en el país la ocupación llega al 61.5 por ciento y en el AMBA, al 60 por ciento.
De acuerdo al cálculo que realiza el físico, desde que comenzó la campaña de vacunación en el país, las vacunas evitaron la muerte de 30 mil personas mayores de 50 años. Esa cifra podría haber sido mayor, si Argentina hubiera conseguido las vacunas antes; pero teniendo en cuenta el escenario internacional en el que se accede a unas tecnologías tan estratégicas como escasas, la gestión doméstica –a pesar de lo que se pueda señalar– es aceptable. También resulta contrafáctico el ejercicio de pensar qué hubiera pasado si las dosis de Pfizer hubieran llegado meses atrás. El argumento del arco opositor, además de ir en contra de los hechos, es tramposo porque si se observa el comportamiento de la compañía estadounidense en la región latinoamericana, cualquier ciudadano puede advertir que la diferencia no hubiese sido sustantiva.
Las perspectivas del rebaño
“Las vacunas han actuado muy bien en evitar los fallecimientos de los adultos mayores. Recién en los últimos días, la proporción de nuevas muertes en personas más jóvenes comenzó a cambiar. Esto es así, obviamente, porque también lleva un tiempo que los más jóvenes hagan anticuerpos y robustezcan sus defensas frente a la infección. Con el ritmo que tiene la campaña aquí, pronto vamos a estar en la situación en que está Reino Unido. Ojalá que sea antes de que Delta circule de forma comunitaria”, proyecta Lozano. Argentina ya adquirió más de 36 millones de dosis e inoculó a más del 47 por ciento de su población al menos con una dosis. A la donación por parte de Moderna (3.5 millones de dosis) que arribó el sábado, deben sumarse las dosis vía Covax de AztraZeneca y las Covishield (desde India), así como también, las entregas corrientes de Sinopharm (que llegan desde Beijing), Sputnik V (desde Moscú y las elaboradas en Laboratorios Richmond), AstraZeneca (desde Albuquerque y México, elaboradas por mAbxience) y las de CanSino (monodosis que arribarán desde China entre julio y agosto).
Con las dosis suficientes y una campaña que aceleró su ritmo de una manera muy positiva (se inocula un promedio de 2.3 millones de vacunas por semana), las perspectivas para septiembre se tornan muy buenas de cara al rebaño, aunque el riesgo sigue siendo Delta. “Lo que Argentina logrará ahora, a partir de la vacunación masiva de las personas de menor edad, será disminuir la cantidad de casos confirmados. También se conseguirá que aquellos adultos mayores ya inmunizados a los que -por alguna razón- la vacuna no les haya despertado sus defensas del modo esperado, se encuentren menos expuestos al virus. Con lo cual, empieza a funcionar el efecto rebaño de la vacuna”, comenta Aliaga. Y remata: “La mayor incertidumbre es ver en qué momento empezará a correr Delta de forma masiva en el país y cómo será su influencia en nuestro territorio”.