En el principio, fue un solo sexo. El hermafroditismo, que se da en los organismos primarios en su forma más simple (los óvulos y la esperma producidos en el interior de un solo individuo), es la más clara prueba de la unidad originaria de los sexos*.
El dardo genital, sin embargo, se apropió de todo cuanto existía, y fundó el mundo y sus instituciones tal como lo conocemos. Las reivindicaciones son parte de la lucha poscolonial.
La discusión sobre el uso del pene con fines educativos y preventivos a raíz de una campaña del Ministerio de Salud de la Nación, tomó distintas aristas en la última semana.
Réplicas de penes de madera serán instrumentadas para despejar a la población más joven de tabúes acerca del cuerpo, enseñar a colocarse un condón, y conocer más acerca de cómo evitar contagios ante el crecimiento de enfermedades de transmisión sexual.
Según la compra, los diez mil penes serán de madera semidura, con una altura de 17 centímetros y un diámetro del cilindro de 4 centímetros. Páginas de internet aseguran que el tamaño promedio de los "penes normales" erectos varían entre los 9 y 13 centímetros. Más cauta, Wikipedia inscribe que los penes humanos tienen como medidas principales la longitud y la circunferencia en estado flácido y erecto. Y que hay una variabilidad natural de los penes humanos entre diferentes personas, y también según la excitación, hora del día y otras variables. También, el pene menor a 7 centímetros se califica como micropene, un fenómeno que solo incluye a menos del 1% de los hombres.
En el caso de las vaginas, hay siete tipos identificados: ojo cerrado, herradura, cisne, tulipán, llama olímpica, mariposa, bata de cola, e inflada.
La iniciativa del Ministerio de Salud no es nueva, ya en 2007 se usaron en África vaginas de madera para luchar en contra de la ablación genital femenina, en conferencias acerca de cómo este tipo de mutilación daña seriamente la vida de las mujeres.
Pero, ¿qué estructuras son las que hoy, una sociedad hiperestimulada bajo el efecto de la pornografía continua en los medios de comunicación de consumo familiar se escandaliza por el uso del pene con fines profilácticos?
El pene, órgano exultante del varón por antonomasia, ha resultado desde la historia de los tiempos víctima de un uso interesado de sus atributos.
“Más hipócrita que bragueta de fraile”, o el común “dio un braguetazo”, del varón pobre que se casa con la mujer rica, escenas que describen un modo falocéntrico de expresar los beneficios de contar con uno.
No es posible tener muy buena opinión
de un órgano membranoso
que se pliega y se despliega
sin tener en cuenta
la voluntad de su dueño.
Que no responde con la razón
que hace el ridículo cuando menos lo esperas
o se pone soberbio
cuando habías decidido mostrarte tímido.
No es posible tener muy buena opinión
de los misiles
ni de los obeliscos de las ciudades
ni de las bombas testiculares.
No se puede estar muy orgulloso
de un órgano de requerimientos tan imperiosos
que obliga a ocultas manipulaciones
a solitarios deseos
o a rápidas penetraciones en turbios cuchitriles
pagando lo menos posible.
Sublímalo querido,
pinta cuadros
escribe libros
preséntate a diputado
escribe letras de rock
compra acciones en la bolsa
todo, todo, para olvidar
esa oprobiosa sumisión
a un órgano que no puedes gobernar,
que no controlas.
Asegura la escritora uruguaya Cristina Peri Rosi, en Oda al pene.
¿Por qué el pene escandaliza?
Las tetas ortopédicas, por ejemplo, son usadas con fines de amamantamiento, igual que los pesones extractores de leche materna; los implantes mamarios para el injerto de grasa. ¿Por qué el pene no puede tener un uso sanitario en la salud pública? Es tan común que una mujer tenga implantes que ya nadie habla de eso, pero… con el pene no.
Quién la tiene más larga
Más allá de cualquier gusto, penes o pepinos, penes o bananas: ¿Con el pene no? ¿O sólo habilitamos la charla cuando sirve para fogonear un modo viril fundante de las relaciones de poder?
El fútbol, ese sentimiento del absurdo, habilita hasta a les más deconstruides a repetir frases falocéntricas: si metimos un gol, te rompimos el orto. Con un pene, claro. Y aquí no importa si es de madera o de carne y hueso, porque lo que importa es sentar que el pene bien adentro es símbolo de triunfo. Y si somete mucho mejor.
Entre las serpientes, el macho posee habitualmente un juego doble de penes (forrados de espinas encorvadas hacia atrás para dificultar el retroceso), tan independientes entre sí como vecinos que solo se conocen de vista. Si la cópula, que suele durar una jornada de trabajo de galeote – quince horas, lo menos -, se ejerce con el pene diestro, el siniestro permanece filosóficamente indiferente, esperando su turno*.
Sin dudas una noción reduccionista del pene humano y sus usos, reduce también las posibilidades de su aprovechamiento. Lo sigue ubicando en un lugar de atribución de poder y de exhibición de potestad androcéntrica, y le niega posibilidades de reinvención semántica.
El pene merece una oportunidad.
* La hembra humana / Luis Franco.