Entre el bicentenario de la declaración de la independencia del Perú (28 de julio de 1821) y del encuentro de Guayaquil (26 de julio de 1822), surge una pregunta casi obligada: ¿qué hubiese ocurrido si Martín Miguel de Güemes no hubiera sido asesinado? ¿habría continuado su lucha al lado de San Martín en el Perú, ya que ese era el acuerdo entre los dos jefes? ¿qué habría pasado en Guayaquil cuando se encontraron San Martín y Bolívar? la lectura de la historia desde la sociología, la filosofía, el psicoanálisis y, sobretodo, la literatura, la gran aliada de la historia, desde la imaginación y las transtextualidades puede motivar apreciaciones y acercamientos que enriquecen la cronología de los hechos.
Las respuestas son varias y muestran una gama de posibilidades que deben ser consideradas para no caer en una mirada excesivamente local y nacional del problema. Algunos historiadores analizan la posición popular y altamente valiosa de Güemes como político y líder, como depositario e intérprete de la voluntad de un pueblo y, sobre todo, de un deseo capaz de enfrentar a las clases privilegiadas y hacer valer los derechos de los pobres y desprotegidos en una sociedad definida por el orden devenido de la monarquía y la nobleza españolas, con sus rígidos estamentos que establecían el lugar inamovible de patrones, peones, indios y negros; pero que circunscribe a Güemes al escenario local y del Río de la Plata. Pienso que se debe proponer una mirada más abarcadora, continental, que considere el accionar del militar salteño en un escenario que abarcaba las provincias del norte argentino, el norte de Chile, Bolivia, Paraguay y el Perú, escenario donde San Martín y Bolívar movían los hilos de una política de integración. El fin de la guerra por la emancipación llevada adelante por Bolívar y Sucre en las batallas de Junín y Ayacucho en 1824 hubiese tenido en Güemes un gran colaborador y, de alguna manera, un interlocutor de esa gran franja del antiguo virreinato. Las posibilidades que marcan una secuencia coherente de acuerdo con el planteo de los hechos y las características de los actores históricos podrían ser:
1- Si Güemes no hubiese sido emboscado y cobardemente asesinado, se hubiera puesto bajo las órdenes de San Martín aportando miles de hombres al Ejército Libertador (estrategia que señala el historiador Atilio Cornejo cuando afirma que el jefe salteño debía dirigirse a Lima por tierra, mientras San Martín lo hacía por el Pacífico, para atacar a modo de “pinza” y encerrar al ejército realista). El Ejército Patrio estaba diezmado por las fiebres tercianas y las luchas en la sierra que comandaba el salteño Antonio Álvarez de Arenales. Quizás la reunión en Guayaquil se podría haber planteado en otros términos. Tal vez San Martín no se hubiese retirado ya que hubiera contado con más soldados (uno de los motivos de la entrevista con el general venezolano) y la guerra habría terminado antes.
2- Cuando San Martín se retira del mando del ejército, es posible que nombrara a Güemes su sucesor, ya que sentía por él gran respeto y admiración como lo demuestra el tratamiento que le dio en el Ejército del Norte y el acuerdo táctico que le solicitó al pedirle que lo auxiliara con los regimientos gauchos que debían dirigirse por tierra al Perú, luego de nombrarlo General en Jefe del Ejército de Observación.
3- Si San Martín continuaba al frente del ejército, las tropas de Güemes podrían haber colaborado con Bolívar y Sucre en Junín y Ayacucho, junto a húsares y granaderos. También esto podría haber ocurrido si San Martín no hubiera continuado al mando del ejército. La Patria Grande era posible ya que Bolívar contaba con la anuencia del Alto Perú y el extenso territorio del norte argentino, norte de Chile, el Chaco y el Paraguay que seguían a las huestes güemesianas, con escasa o nula injerencia de Buenos Aires.
Es notable la consideración y confianza de San Martín hacia los generales salteños Antonio Álvarez de Arenales y Rudecindo Alvarado. En la famosa carta a Simón Bolívar del 29 de agosto de 1822, unos días después de la entrevista (texto analizado por Ricardo Rojas en su libro La entrevista de Guayaquil de 1950), le asegura que el general Arenales quedará a cargo del ejército argentino y destaca “su honradez, coraje y conocimiento”. En carta a Rudecindo Alvarado del 2 de septiembre de 1822, antes de embarcarse desde el Perú rumbo a Chile, le recomienda terminar de modo feliz la campaña libertadora (epístola rescatada en El pensamiento vivo de San Martín de Arturo Capdevila). Por todo esto, no es fortuito pensar que si Güemes no hubiera muerto, el general San Martín lo podría haber nombrado su sucesor. Ricardo Rojas dilucida a partir del material epistolar entre San Martín y Bolívar, lo que se trató en la entrevista entre el 26 y 27 de julio de 1822. Los problemas, además del número de soldados, eran la anexión de Guayaquil al Perú o a la Gran Colombia (Bolívar ya la había anexado de hecho). Lo cierto es que San Martín no contaba con el apoyo de Buenos Aires. Esta falta de apoyo contribuyó a la fractura entre la Patria Grande pensada por los libertadores y el Río de la Plata. San Martín debió retornar a Buenos Aires de incógnito, sobre todo por su enemistad con Rivadavia (tan alabado por Mitre) y partió al exilio en febrero de 1824…
(*) Escritora. Premio Casa de las Américas de Cuba en Novela, 1993. Premio “Novelas Ejemplares”, Universidad Castilla La Mancha 2020. Colabora con la Revista Casa de las Américas de Cuba y otros medios.