Desde Londres
En vísperas de levantar todas las restricciones del confinamiento en el llamado “Freedom Day”, el primer ministro Boris Johnson y el ministro de finanzas Rishi Sunak se auto-aislaron por haber estado en contacto directo con el ministro de salud, Sajid Javid, que dio positivo el viernes. Con la cabeza misma del gobierno confinada y una decisión de seguir adelante con la apertura a pesar de la explosión de contagios, no sorprende que en Inglaterra hayan rebautizado este “día de la libertad” como “Madness day” (Día de la locura).
50 mil contagios diarios
En los últimos tres días ha habido más de 50 mil contagios diarios, cifra que no se alcanzaba desde el inicio del tercer confinamiento en enero. El número de muertos y hospitalizaciones también ha dado un salto considerable aunque, gracias a la masiva campaña de vacunación, aún está lejos de los niveles de principios de año. A pesar de esta clara tendencia, el gobierno sigue insistiendo en la necesidad de “liberar” por. completo las actividades sociales, hacer optativo el uso del barbijo, la distancia social y abrir absolutamente todo, incluso las discotecas que por definición intentan reducir la distancia entre la gente al mínimo posible. Para coronar el desatino faltaba esto: el primer ministro, el titular de salud y el de economía en cuarentena cuando mañana empiece el “Freedom day”.
Consciente del creciente surrealismo de la situación, el gobierno intentó este fin de semana de incluir a Johnson y Sunak en el ya polémico esquema piloto por el cual los que están vacunados con dos dosis y estuvieron en contacto con enfermos de covid, no necesitan hacer la cuarentena cuando los contacta la aplicación del Servicio Nacional de Salud que monitorea los contagios. El gobierno debió finalmente recular este domingo ante la crítica generalizada que incluyó a muchos diputados conservadores. “Hay padres que tuvieron que luchar este año para atenerse a las reglas cuando sus chicos tenían que quedarse en sus casas. Hay trabajadores del sector público y privado que tuvieron que hace cuarentena por haber estado en contacto con un caso de covid. La percepción generalizada es que existe una regla para la población y otra para Boris Johnson y Rishi Sunak”, dijo el portavoz de salud del laborismo Jonathan Ashworth.
La reacción internacional
El viernes más de 1200 expertos de salud y científicos de todo el mundo exhortaron al gobierno que parara este “peligrosísimo experimento”. En una carta publicada en The Lancet, los signatarios, que incluían a autoridades médicas de Italia, Nueva Zelanda e Israel, señalaban que la posición de Londres como gran centro internacional de viajes tendrá como resultado que la variante Delta se expandirá por todo el planeta. Esta variante es mucho más contagiosa y ya está produciendo retoños aparentemente más virulentos como la Delta Plus detectada en Israel.
Uno de los signatarios de la carta, el epidemiólogo estadounidense, William Heseltine, temió el impacto de esta política de apertura irrestricta en los estados de su país. “Lo que temo es que algunos estados sigan esta política. Levantar las restricciones en medio de un aumento de las infecciones es extremadamente contraproducente”, dijo. Otro profesor de salud pública que asesora al gobierno de Nueva Zelanda, Michael Baker, se asombró que el gobierno “no esté siguiendo los más básicos principios de salud pública”.
Los familiares de los más de 128 mil muertos por covid en el Reino Unido, condenaron duramente el plan de apertura. “El consenso científico es claro que este levantamiento de las restricciones será desastroso. Nosotros sabemos de primera mano cuáles son las consecuencias”, señaló Jo Goodman, cofundadora de The Covid-19 Bereaved Families for Justice Group.
Lo asombroso es que el gobierno mismo y sus asesores científicos han reconocido que la situación es preocupante. “No podemos descartar la posibilidad de que muy pronto estemos en serios problemas. Estamos mejor por las vacunas y los tratamientos, pero nos falta mucho para decir que estamos a salvo”, dijo Chris Whitty, asesor en jefe de salud pública, de Boris Johnson. El mismo primer ministro lo admitió el viernes. “Quiero que tengan en claro que se han hecho progresos, pero no hemos vencido a la pandemia ni por asomo”, dijo Johnson el viernes.
Tanto la oposición como la comunidad científica y médica piden una apertura mucho más gradual que mantenga medidas básicas como el uso obligatorio del barbijo y la distancia social y que no se abra a mansalva (¡discotecas!, espectáculos masivos, etc) hasta que el 100% de la población adulta esté vacunada en septiembre, es decir en unas pocas semanas más. El gobierno ha bajado el optimismo grandilocuente de sus primeros anuncios que lo llevó a calificar a la apertura de este lunes como “Freedom day”, pero no ha dado marcha atrás a pesar del aumento vertiginoso de casos que, de seguir a este ritmo, podría alcanzar los 100 mil contagios diarios en agosto.
La razón de fondo de esta obstinación es política, económica e ideológica. Johnson cree que tiene que regir la responsabilidad individual y no la responsabilidad colectiva que se aplica normalmente en casos de salud pública tan graves como una pandemia. A esto se suman las presiones de sectores económicos y, sobre todo, el narcisismo político del primer ministro: dar marcha atrás lo haría quedar una vez más como un payasesco amateur que promete felicidad con una mano para hacerla desaparecer con la otra. Este año el masivo programa de vacunación lo salvó de todos los dislates del 2020. El problema esta vez de Johnson es que si la situación se vuelve a desmadrar, no le quedará otro conejo para sacar de la galera.