El cantautor Rafa Doorish anda ligero de equipaje. Soltó la casa que alquilaba en la Ciudad de Buenos Aires y se marchó a rodar a México con su reciente disco debut, Molino (Club del Disco, 2021). A probar suerte a tierras fértiles para la canción. Allí se quedará al menos hasta noviembre. Con la ayuda de amigos, productores locales y mucha autogestión, el cantante, compositor y guitarrista de Urdampilleta se presentó en mayo en el Festival Alfonsino de la Universidad de Nuevo León. “Esta segunda visita a México es con el proyecto Microclimas que hacemos con mi hermano Alejandro, un concierto entre lecturas y canciones propias que decidimos armar en estos últimos dos años”, cuenta quien andará por Tijuana, Mexicali y Ensenada, en Baja California.

La aparición de Molino es una grata sorpresa para la canción popular argentina. En solo nueve canciones, Doorish sintetiza con altura interpretativa y poética dos líneas centrales de la cancionística rioplatense (y más allá): la urbana y la folklórica. Desde el candombe “Pared enfrente” con el uruguayo Pitufo Lombardo hasta la litoraleña “Lunita barranquera” con el acordeonista Federico Aguirre, pasando por la yupanquiana “Changarín”, la cabreriana “Mudanza” o la andina “Rumor del viento”, con participación de la salteña Micaela Chauque y Fernando Barrientos.

“Luego de algunos viajes al norte desde 2010, fui descubriendo de a poco sus músicas y allí legué a Micaela, con su caja y su cante”, cuenta el bonaerense. “Lo mismo que en el caso de Fernando Barrientos con el dúo Orozco-Barrientos, esa fusión de música cuyana mezclada con un aire más rockero que Fer suma. ‘Rumor del viento’ surge de una experiencia muy personal de búsqueda y encuentro con uno mismo”, dice. “De este modo, el sonido mismo decantó de la relación estrecha que existe con el instrumento, también de la conversación constante y el claro matiz musical que fui descubriendo a lo largo de diez años de vivir en Buenos Aires, su Río de la Plata, Uruguay, el Litoral, el Norte Argentino y tantas otras músicas que conviven en el maridaje de gentes…”, enmarca Doorish desde México.

Según cuenta, las letras para este conjunto de canciones se construyeron en un ida y vuelta “muy interesante, complejo, divertido y arduo” con su hermano Alejandro. “Ambos sabemos que la letra es fundamental. Cada frase, palabra y coma se discute muchísimo porque creemos en la profundidad de lo que se busca decir y desde allí cantar”, resalta el cancionista. “La idea también era que la guitarra criolla y el cante estuvieran al frente al escuchar el material”, dice este músico que sigue una línea musical desarrollada por autores como Fito Páez, Jorge Fandermole, Fernando Cabrera, Lisandro Aristimuño o Jorge Drexler. Es decir, una música que fluye entre las raíces folklóricas y los nuevos sonidos; entre la calma del río y el murmullo de la ciudad.

“Hay claras influencias de los mencionados y también una búsqueda insistente en el verso, pulir al máximo, para que se ajusten al trabajo musical y se genere un contenido los más contundente posible”, refuerza Doorish. Además, para completar el rico y potente mapa de invitados e invitadas, la colombiana Marta Gómez suma su dulce voz en “Nido” –dedicada a su madre-, Daniel Melingo aporta misterio con su clarinete en “Noche estrellada”, el uruguayo Hugo Fattoruso mete un sintetizador cósmico en “Molino” y Gustavo Santaolalla toca su ronroco eléctrico, también en esa canción. “Las invitaciones surgen a partir de cada una de las canciones y sus identidades, sus influencias y el deseo de que mis referentes pudieran participar”, explica.

-¿Tu procedencia geográfica (Urdampilleta, Bolivar) explica, de algún modo, que en tu música estén tan presentes la canción folklórica como la urbana?

 -Urdampilleta significa una fuente a la que todo el tiempo se vuelve; es el pueblo donde nací y me crié hasta casi los 18 años. Esto implica la casa, la familia, las amistades, el campo, el clima y mucho anecdotario pueblerino. El cotidiano de esa infancia funciona como hilo conductor de casi todas las canciones, constantemente se remite hacia allí en búsqueda recuerdos y orígenes. En mi casa se escuchaba Bob Dylan, John Lennon, Pink Floyd, Fito Páez, Charly, Spinetta, y poco folklore realmente, hasta que lo fui descubriendo más en Capital donde me mudé en 2010.