De los 736.5 millones de libras esterlinas anuales que factura el streaming en el Reino Unido, los artistas sólo reciben un 15%. Esto generó un malestar aún mayor en la pandemia, luego de que el formato se convirtiera en el sostén por excelencia de la cultura y el entretenimiento. Al punto de que los integrantes sobrevivientes de The Beatles le exigieron al gobierno que tomara cartas en el asunto. Y lo hicieron. El Comité Selecto del Departamento de Cultura, Medios y Deporte Digital (DCMS) del Parlamento británico encargó un estudio al respecto, cuyos resultados se dieron a conocer a fines de la semana pasada. El informe no sólo corroboró el gran margen de desproporción que existe en lo que a beneficios se refiere, sino que también concluyó que las ganancias que obtienen los perjudicados por las transmisiones son lamentables. Por lo que se propuso un “reseteo total” del mercado. “Si bien el streaming trajo ganancias significativas a la industria de la música grabada, el talento detrás de ella (intérpretes, cantautores y compositores) se está perdiendo”, afirmó Julian Knight, presidente del Comité. “Sólo una reinvención completa de este negocio, que consagre en la ley sus derechos a una parte justa de las ganancias, puede solucionarlo”.
Seis meses duró la investigación, en la que participaron artistas, gerentes y jefes de los sellos discográficos. Además de determinar que a los músicos no se les estaba dando una “parte justa”, el Parlamento británico propuso que las regalías se dividieran 50/50 (tal como sucede en la radio). Desde 2011, cuando arrancó formalmente el stream en ese país, hasta ahora, el 15% de la distribución de ganancias es para los artistas (yendo a parar, en realidad, a las sociedades de gestión de derechos de autor) y el 30% para las plataformas de streaming. En tanto que el 55% restante se lo quedan los sellos. Antes de que el gobierno británico decidiera involucrarse, Horace Trubridge, del Sindicato de Músicos del Reino Unido, explicó cuál era la principal inquietud del gremio: “Estamos preocupados por la próxima generación de músicos y cómo lograran vivir de esto. Lo cierto es que no están ganando lo suficiente con la difusión de su música para proseguir una carrera. A causa de la pandemia, esto se puso de relieve con la falta de conciertos”.
Después del pronunciamiento del gobierno, Paul McCartney, Kate Bush, Robert Plant, Stevie Nicks, Annie Lennox, Damon Albarn, Marianne Faithful, Roger Daltrey, Sting, Lisa Stansfield y Noel Gallagher pueden sentirse satisfechos. Estos iconos del pop y del rock, junto a otros 150 músicos, firmaron en abril del año pasado una carta en la que le pedían al primer ministro Boris Johnson una nueva legislación para proteger a los artistas. Así nació la campaña #BrokenRecord, impulsada por el músico Tom Gray, quien al enterarse de lo que dijo el Parlamento confesó que se sentía “encantado” con los resultados de la investigación que ayudó a provocar. Gray dirige asimismo The Ivory Academy, una importante asociación europea de música que apoya y protege los intereses de cantautores, compositores y letristas. Esta organización, en complicidad con el Sindicato de Músicos, encontró que en 2019 el 82% de los músicos profesionales ganó menos de 200 libras esterlinas (unos 26 mil pesos argentinos) por transmisión. Mientras el 7% obtuvo más de mil.
La cantante Nadine Shah fue noticia hace unos meses. Pero no precisamente por su nuevo álbum, Kitchen Sink, que fue votado como uno de los mejores de 2020, sino por explicarle al Comité que a sus 35 años tuvo que volver a vivir con sus padres porque el streaming no le dejaba suficiente dinero para pagarse un alquiler. En esa misma sesión, la compositora Fiona Bevan, conocida por ser coautora del hit “Little Things” al lado de Ed Sheeran, les dijo a los parlamentarios que había ganado sólo 100 libras esterlinas por uno de los temas que firmó en Disco, el más reciente trabajo de Kylie Minogue. Según los medios locales, las audiencias estuvieron llenas de intercambios que describieron como “irritantes”. A tal instancia que algunos testigos no quisieron declarar en temor a represalias. Esto no debería sorprender si se toma en cuenta que el CEO de Spotify, Daniel Ek, en setiembre del año pasado salió al cruce de las críticas que le hacen a la plataforma por sus regalías tan bajas, invitando a los músicos a que "se adapten a esta época y creen constantemente”.
La respuesta indignó a artistas veteranos como David Crosby, quien le respondió vía a Twitter a Ek: “Sos un odioso y codicioso soretito”. Su ex compañero en Crosby, Stills, Nash & Young, Neil Young, ante la incertidumbre que vislumbra el negocio de la música en esta época, aceptó la propuesta de Hipgnosis Songs Fund de comprarle la mitad de su catálogo de canciones (en los países donde rige el derecho anglosajón, se puede vender la propiedad intelectual). La compañía creada por Merck Mercuriadis y el músico Nile Rodgers devino uno de los grandes negocios de la industria musical, adquiriendo los catálogos enteros de grupos y solistas legendarios de la talla de Barry Manilow, Blondie y Chrissie Hynde. Aunque Shakira y la banda Kaiser Chiefs se vieron igualmente tentados por esta suerte de seguro de retiro. El líder de Chic llegó a afirmar que el streaming está rodeado de misterios: “Ni siquiera sabemos lo que vale una transmisión”. Sin embargo, sí se sabe que Spotify paga una media de 0,0031 dólares por reproducción, en tanto que YouTube está en el orden de los 0,00563.
Si bien Sony Music anunció en junio que cancelará las deudas de miles de artistas que firmaron con la disquera antes del año 2000, BMG reaccionó frente a la investigación. De hecho, fue el único sello que lo hizo. “La rabia que sienten artistas y compositores no es sólo un fenómeno del Reino Unido”, dijo BMG en un comunicado el viernes. “Es hora de que la industria responda. El mundo cambió”. Catalogado por muchos como “histórico” o “revolucionario”, el informe, que tuvo algunas recomendaciones adicionales de parte del comité de DCMS, insta a la modernización de una legislación sobre los derechos de autor que data de dos décadas atrás y que no previó los cambios tecnológicos. Aunque desde la Asociación de Músicos Independientes y la Industria Fonográfica Británica fueron cautelosos. “Es esencial que cualquier propuesta de política evite consecuencias no deseadas para la inversión en nuevos talentos y no ponga en peligro el extraordinario éxito mundial de este país en la música”, advirtió el director ejecutivo de esta última, Geoff Taylor.