Poco después del 28 de junio recibí un extraño mensaje en Instagram. Una cuenta anónima que empezaba con muchos números, me enviaba una solicitud de mensaje. Creo que tenía una banderita del arcoiris como imagen de usuarix. Acepté porque esos mensajes suelen ser porno y un poco pispeo antes de eliminarlos, pensando que ya debo tener cuatrocientos cincuenta virus en el celular. El mensaje era en inglés y decía algo así como “Hola! soy de TSG y necesitamos embajadorxs de la marca y réplicas. Por favor escribinos a nuestra cuenta oficial”, seguido por un link que apreté, obviamente. La app me redireccionó a una cuenta en la que mucha gente queer vestía unas remeras en inglés que decían “eso suena gay, cuenta conmigo”.

Parade en el patio de casa intentando que el barro no me ensuciara las medias y las ojotas, escuchando a mi vecina que arrancaba su religioso karaoke del mediodía, en el que repasa todos los grandes éxitos de Juan Gabriel, me preguntaba cómo es que esta marca había dado con mi cuenta de ig, que no tiene muchxs seguidorxs. Es cierto que yo acababa de hacerme un piercing en la oreja y subí una linda foto para presumir pero, ¿fue realmente tan buena foto? ¿Era este mi momento? Avanzaba hacia la posibilidad de convertirme en influencer mientras recorría el muro de la marca, pensando: “¿Soy capaz de entregar mi dignidad de esta manera, usando una remera que diga gay, palabra con la que jamás en la vida me identificaría? Si tan sólo dijera puto, trolo, trans, butch, capaz que hasta bancaba queer, pero ¿gay?”. Ya podía imaginar el bullying de mis amigas diciéndome: cheto, gato, que te hacés la yanki si creciste metiendo la pata en la zanja. ¿Podría atravesar todos estos malestares por una remera gratis? Escribí a la marca.

Esbocé un: “Hola, me escribieron desde una cuenta porque querían embajadorxs”. Me contestó una tal Mónica, muy amable, diciendo que qué alegría que yo había decidido ser embajadxr y que si conocía la marca. Hablaba rápido dando por sentado muchas cosas, como por ejemplo que yo ya había aceptado algo que desconocía por completo. Yo dije que no conocía la marca, que me preguntaba qué era ser embajadxr y además pregunté cómo habían dado conmigo. Mónica no contestó mis preguntas y continuó hablando de la marca. Me dijo que su misión era apoyar a la comunidad LGBTQ+ a través de una imagen -usó la palabra apariencia- poderosa y orgullosa. Esta es una cita textual. No volví a responderle y realicé una captura de pantalla para reírme de todo esto con mi novia, por ese mismo chat. Después de esbozar algunas bromas sobre mi incipiente carrera como modelo influencer queer, Alba me recordó la felicidad que me provoca recibir cosas gratis. Imagino que no estoy solx en esto, se que somos muches les que celebramos con desmesura y utilizamos con precisión, algún descuento del 20%, los puntos del banco cuidadosamente ahorrados para ese set de cuencos de vidrio con tapas de colores, súper práctico y sobretodo, gratis. Pero esta es otra liga porque hay que poner la caripela, pensé. Después de recorrer el muro era evidente que debería posar a la cámara con unas de esas remeras. Olvidé el asunto y me puse a barrer y pasar el trapo al piso.

Al día siguiente Mónica insistió preguntándome si todavía estaba allí. No podía más que suponer que la cosa iba en serio, así que intenté explicarle que sonaba todo muy interesante pero que en verdad yo no utilizo mucho la palabra gay, que prefería lesbiana o mejor butch, refiriéndome al hecho de que en todo su muro, no había una sola remera con niguna otra identidad que no sea gay, alternando frases como “hoy me desperté gay de nuevo”, algún juego de palabras con straight -que significa hetero pero también derecho o recto-, y la palabra orgullo, a solas.

De nuevo Mónica hizo caso omiso a mis palabras, y avanzó diciendo que estaban encantades de colaborar con sus embajadorxs y que ya mismo me hacía el código de descuento del 30%, para que compre la remera que quiera de su muro y por favor, les etiquete. Este último mensaje fue devastador. Había caído en las garras de una estrategia de venta camuflada bajo la promesa de fama y remeras gratis. Solo por divertirme, le agradecí diciendo que lamentablemente la devaluación de la moneda de mi país me impedía realizar compras en el exterior, pero Mónica no escuchaba, y solo respondió que si acaso tomaba fotos por favor se las mandara a elles, así la subían como contenido propio, elles me etiquetan a mí, remarcó. A juzgar por el hecho de que pretendía que compre una remera, pose con ella y saque la foto para su muro le faltó decir, vos que sos tan gauchita.

Volví a los brazos de mi chica completamente vencide por haber estado a punto de entregar mi dignidad, creyendo que podría jugar al juego del capitalismo rosa y salir ilesx del intento. Algunos días después Alba me mandó una captura de un tuit que decía algo así como “ser gay hoy, es recibir este mensaje” y más abajo copiado textual, el mensaje que recibí yo, palabra por palabra.