Derechos
Libres, no valientes
“Si no puedo bailar, no me interesa tu revolución”, es la frase de Emma Goldman que se repite como un escudo para rechazar la moralina. Y es lo que reclaman las chicas –y las grandes también, pero ellas están más expuestas–, un tiempo propio que les permita experimentar, un tiempo no productivo más que para su deseo de encontrarse con su comunidad sin tener que enarbolar una valentía fuera de serie. A las chicas, jóvenes y adolescentes, se las mira todavía menos a la hora de pensar políticas públicas que protejan también su derecho a la deriva. Terminar con la violencia machista, protegerlas, exige mucho más que una respuesta represiva a su libertad de movimientos. Escuchar sus voces en lugar de condenarlas es un primer paso para empezar a elaborar respuestas que les permitan ser libres y no sólo valientes.













