Según un informe del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) y la cadena de supermercados Tesco, el 40% de los productos cultivados para alimentar a la población global terminan sin ser consumidos.
Ese desperdicio, advierte el estudio, contribuye al 10% de los gases de efecto invernadero causantes del cambio climático, lo que equivale a casi el doble de las emisiones anuales producidas por todos los autos que circulan en Estados Unidos y Europa.
Cada año, puntualiza el estudio, se desperdician 2500 millones de toneladas de alimentos, de las cuales 900 millones se pierden en los establecimientos de venta o en los domicilios y 1200 millones en el campo, en las explotaciones agrícolas.
Este último número, que no se había contabilizado hasta la fecha, representa el 15,3% de la producción mundial, por lo que se estaría perdiendo solo en esa etapa de la producción alimentos por un valor de 370 mil millones de dólares.
"El problema es probablemente más grande de lo que nos imaginábamos", admitió Pete Pearson, jefe de la Iniciativa mundial sobre pérdida y desperdicio de alimentos de WWF.
A través de un comunicado, el organismo consideró que "el informe ofrece una fotografía más completa" de la problemática en el mundo ya que "analiza las pérdidas asociadas a las cosechas, unos datos que no se incluyen, por ejemplo, en el Índice de la FAO, que solo contempla las pérdidas posteriores a la cosecha y acumuladas a lo largo de las cadenas de suministro”.
Para producir esa cantidad de alimentos no contabilizada, dice el estudio del WWF y la cadena de supermercados Tesco, se utilizan 440 millones de hectáreas de tierra agrícola y 760.000 hectómetros cúbicos de agua. Esto equivale a un área mayor al subcontinente indio y a un volumen de agua similar a 304 millones de piscinas olímpicas.
Asimismo, el informe señala que el desperdicio de alimentos genera el 10% de los gases de efecto invernadero --y no el 8%, como se creía antes--, un porcentaje que equivaldría a casi el doble de las emisiones anuales producidas por todos los autos que circulan en Estados Unidos y Europa.
El papel de los Estados
De acuerdo con el informe, contrariamente a lo que se podría pensar, las pérdidas per cápita en las explotaciones agrícolas suelen ser mayores en las regiones industrializadas: “A pesar de contar con una mayor mecanización en las explotaciones y de tener solo el 37% de la población mundial, los países de renta alta y media de Europa, América del Norte y Asia industrializada contribuyen al 58% del desperdicio mundial de las cosechas”.
Además, pese a que en el medio agrícola es donde se concentran las cifras más altas de desperdicio de comida, las políticas públicas se concentran más en la última cadena de suministro, la venta y el consumo. Por eso, el informe considera que, para lograr una reducción significativa de los desechos, los gobiernos y los mercados deben sumar medidas específicas para los agricultores.
La pandemia y el hambre
Según Pearson, la pandemia ha empeorado la tendencia al desperdicio al causar "interrupciones masivas en las cadenas de suministro, forzando cancelaciones de contratos, cierres de restaurantes y dejando grandes cantidades de alimentos perecederos desperdiciados o dejados en las granjas que luego fueron inservibles".
Este problema es aún mayor si se tiene en cuenta que hay 800 millones de personas pasando hambre en el mundo, opinó Celsa Peiteado, responsable del programa de Alimentación Sostenible de WWF España. “Los datos son alarmantes: se desperdicia suficiente comida como para alimentar a todo el mundo hasta 2050. Podríamos alimentar a todas las personas que pasan hambre en el planeta más de siete veces”, dijo la experta.
Consumo de carne
Pearson indicó que aunque el informe se centra en la producción agrícola más que en la ganadera, diversos estudios globales han demostrado que hay una necesidad de reducir el consumo de carne, tanto por el bien de la salud humana como para el medio ambiente.
Sin embargo, el responsable de WWF reconoció que, en algunos lugares, esto no es posible. También subrayó que cualquier reducción en el consumo de carne no debería de ser a expensas de la salud de las personas.
"Proponer un único patrón de consumo o sistema de producción no lograría apreciar la complejidad de los sistemas de alimentación y la cultura, historia y ciencia detrás de ellos", explicó Pearson, quien remarcó que es importante que aquellas sociedades que "decidan continuar consumiendo comida que viene de los animales" se aseguren "que viene de sistemas de producción sostenibles".