Aire acondicionado 7 Puntos
Ar condicionado, Angola, 2020.
Dirección: Fradique.
Guion: Ery Claver y Fradique.
Duración: 72 minutos.
Intérpretes: José Kiteculo, Filomena Manuel, David Caracol, Tito Spyck.
Estreno en Mubi.
Es verano, hace un calor africano y los aires acondicionados se caen en Luanda, capital de Angola. No se sabe por qué pero se caen. La única cura contra esta epidemia electrodoméstica es desempotrarlos, para que no sigan matando gente cuando se vienen abajo. El gobierno, por lo que puede verse, está en huelga de brazos caídos: en ningún momento se ve a alguna cuadrilla municipal ocupándose del asunto. Un funcionario especula por la radio con que se trata de una conspiración de los fabricantes de ventiladores, que están haciendo tan buen negocio como lo vienen haciendo las empresas de venta online durante la pandemia de Covid-19. En esa situación, un tiranuelo de entrecasa aúlla a sus empleados --el guardia de seguridad Matacedo y la empleada doméstica Zezinha-- que se ocupen del tema. Pero Zezinha tiene un segundo empleo, y Matacedo parece atenerse a pie firme al lema del Bartleby de Herman Melville: “Preferiría no hacerlo”.
Estrenada en la edición 2020 del Festival de Rotterdam, la opera prima de ficción del cineasta angolés Mario Bastos, que firma como Fradique, no tiene, obviamente, el menor interés en avanzar por el terreno de la ciencia ficción. Sí en el de una distopía que resuena con lo que hoy mismo está sucediendo en el planeta Tierra. En las charlas entre Zezinha y Matacedo surgen añoranzas por aquello que fue remplazado por un mundo de electrodomésticos declarados en rebeldía. Esas saudades, compartidas por una suerte de gurú-reparador de cascajos electrónicos, evocan el viento del mar o aquel tiempo en que había árboles y plantas. El service, tampoco muy urgido por soldar o cambiar circuitos integrados, es la clase de viejo sabio resistente que suele aparecer en los films de anticipación, como el Brain de Fuga de Nueva York. Optimista del ayer, el hombre cultiva en su maltrecho taller las últimas plantas de Luanda. Y sabe que hay televisores a los que fueron a parar los recuerdos de la gente.
Puntuada por disrupciones de humor absurdo (en una casa se vela, a moco tendido, a un aire acondicionado fallecido) y de lo que en principio parecería mero capricho creativo (en algunas escenas los personajes se comunican telepáticamente, y al espectador se le traduce con subtítulos), la pachorra de los protagonistas, de Matacedo sobre todo, se revela como algo más de fondo que eso. En sus deambulaciones por el edificio corroído de humedad en el que trabaja, por las inmediaciones y por la ciudad, se lee en él una profunda melancolía. Un sentimiento de desesperanza que, aunque no se verbalice, parece conducir directamente a aquel pasado perdido. Con algunos dinámicos travellings de seguimiento y una hermosa banda de sonido jazzera-angoleña (entrarle con todo en Spotify), Aline Frazâo canta, durante los créditos finales, “Tempo tempo tempo”. Ar condicionado está dedicada a “los pobladores del predio”.