“La última vez que las tres fundadoras de Bananarama estuvieron juntas como banda fue en el ‘88, en los premios Brit. Emperifolladas en vestiditos negros de cóctel, interpretaban su hit Love in theFirstDegree, flanqueadas por un pequeño ejército de bailarines varones con poca ropa, para horror del anfitrión de ocasión. Esa noche, SiobhanFahey avisó a sus compañeras Sara Dallin y KerenWoodward que dejaría elgrupo tras una década juntas. Y la separación fue particularmente acrimoniosa.Dallin y Woodward mantuvieron al grupo en marcha, incluso reemplazando a Faheydurante un par de años con un cantante diferente, pero estaban tan enfadadas con su ex amiga, que a su vez estaba tan enojada con ellas, que necesitaron casi 3 décadas para recomponer la relación”, relata TheGuardian respecto a la impensada novedad: la flamante reunión de las miembros originales de la banda sensación pop de los 80s. Trío que antaño bautizase propuesta en homenaje a la canción Pyjamarama, de RoxyMusic, y a un programa infantil de su época, The Banana Splits. Cuyasfundadoras hoy buscan recuperar la brillantina de los tiempos de gloria, avisando que por primera vez girarán por UK las tres juntitas, algo que en los años mozos no lograron concretar.
“Es ahora o nunca”, se dijeron las reconciliadas cincuentonas que, allá a lo lejos en el ‘79, se zambulleron a la aventura musiquera. Fue entonces cuando Dallin y Woodward -amigas de infancia- unieron fuerzas con Fahey, compañera de Sara de periodismo de moda de la universidad, y tras recorrer cuanto club y antro ofreciera Londres, empezaron a crear ellas mismas canciones… “Así como TheGo-Go’s o TheBangles, las Bananarama no eran una banda prefabricada sino tres amigas que llegaron a la escena club de Londres con una actitud punk y la certeza de que controlarían su propio destino”, historiza la bio oficial del grupo, y procede a relatar los orígenes, sí, sí,¡punk! de las entonces chicuelas. Por caso, cómo Paul Cook, de los Sex Pistols, les ofreció vivir sobre su vieja sala de ensayo -accedieron-, y acabó además produciendo su primer single, A.I.E.(A Mwana), trackinterpretado en swahili, “más post-punk que camp pop”, según voces especializadas.O bien, haber abierto con shows (improvisados) o hacer (improvisados) coros para TheMonochrome Set, Iggy Pop, TheJam o TheNippleErectors.Incluso haber despertado el interés del mismísimo Malcolm McLaren, que se ofreció como manager y les propuso sets de canciones “sugerentes”, sexis. Oferta que declinaron porque no se ajustaba a su tomboyishstyle of life.
“Claro que éramos fans de grupos como TheClash, pero reaccionamos contra aquello en lo que el punk se había convertido: un sinfín de muchachos jugando a hacer rock banal, predecible.Nos parecía más radical comenzar una banda de tres chicas que no podían siquiera tocar un instrumento”, aclarala rebeldonaSiobhan acerca de los desfachatados comienzos, cuando -a pesar de que su primer disco ya sonaba en radios y ellas eran figurita repetida en programas como Top of thePops- continuaban duchándose en los baños de una piscina comunitaria; cosiendo -como seguirían haciendo entradas en fama- sus conjuntitos avant-garde DIY; pergeñando precariascoreografías, dobladas siempre de risa. Como ninguna sabía tocar instrumentos, las tres devinieron cantantes (acompañadas en los primeros toques de casetes y caseteras). “No teníamos un plan. No nos preguntábamos hacia donde estábamos yendo”, relata hoy Dallin.
En buena dirección, como deja entrever la chapa de “banda femenina brit más popular de los 80s”, los millones y millones de discos vendidos a lo largo y ancho del globo, la insólita devoción de fans improbables (desde el rapero afro Rick Ross hasta el bajista de The Cure, o bandas como TheCult, Judas Priest, The Prodigy, TheDeftones; ni qué decirde Ace of Base). Con todo, aunque su primer disco fue más que una sólida presentación (el LP Deep Sea Skiving, del ‘83, es una joyita pop a menudo pasada por alto, con tracks memorables como ShyBoy, su versión del tema MotownHe Was Really Sayin’ Somethin’, Cheers Then o Doctor Love), laslibrasesterlinascomenzaron a llover con susegundolargaduración, Bananarama, de 1984. Con sonido más mainstream, frívoloy fechado, amén de las probadas formulitas pop de época. Pero con vueltita de tuerca: las letras, que abarcan tópicoscomo la violencia en Irlanda (Rough Justice) o la violencia doméstica (King of theJungle). Cruel Summer, de hecho, es una denuncia al aislamiento adolescente, y Robert de Niro’sWaiting, reflexiones de una teen traumatizada, víctima de violación, que se evade en un sueño improbable…Siguieron los discos True Confessions (1986) y WOW! (1987), más hits, bailarinessemidesnudosquehacían de back-up dancersen escena, la famosaruptura en el ‘89pordiferenciasartísticas…
En palabras de la periodista ibérica Begoña Gómez Urzaiz, “Fahey hizo un ZaynMalik (o un Robbie Williams), renegó del pop infeccioso y fundó Shakespeare’sSisters, de tonos más góticos. Woodward y Dallin le buscaron sustituta, JacquieO’Sullivan, pero no llegaron a alcanzar el mismo éxito”. Se reinventaron entonces como dúo, y continuaron a los musicales tumbos durante años, lanzando discos y EPs, llenando -eso sí- estadios en sitios como Australia y Japón, donde la gente bailaba a su electro-dance-pop son. Porque imposible negar lo que salta al oído: más allá de los comienzos caóticos, desaliñados, la música de lasBananaramaacabó siendo sinónimo de pista de baile, mera diversión. Lo cual no deja de ser un logrado logro,y a la fecha,una prueba más de que el fenómeno revival continúa vivito y coleando. “¿La nostalgia obstaculiza la capacidad de avanzar de nuestra cultura? ¿O somos nostálgicos precisamente porque nuestra cultura ha dejado de avanzar y por lo tanto debemos mirar inevitablemente hacia atrás en busca de momentos más potentes y dinámicos?”, se pregunta el siempreagudo Simon Reynolds, crítico de rock, en su libro Retromanía, a cuento de la sobreabundancia de revivals, reediciones, remakes, reescenificaciones del siglo XXI. De retrospección interminable.El interrogante, por supuesto, cabe para la ocasión.