El día en que Argentina superó las 40 millones de vacunas adquiridas y con más del 50 por ciento de la población inoculada con al menos una dosis, la oposición buscó utilizar una carta que la asesora presidencial Cecilia Nicolini envió al Fondo Ruso de Inversión Directa (RDIF), la institución que financia la producción de la Sputnik V, para reclamar la provisión de nuevas dosis. Mientras las fuerzas políticas confirman sus alianzas electorales, el debate en torno a la performance doméstica para conseguir vacunas constituirá un eje medular de la campaña. Lo cierto es que el plan de vacunación de la Argentina es uno de los mejores de la región: de hecho, en las últimas semanas, se alcanzó un promedio de 2.3 millones de inoculaciones semanales. Hoy, uno de cada dos argentinos recibió al menos una dosis y, según las proyecciones, en algunas semanas --previa autorización de Anmat de las fórmulas para menores-- podría iniciarse la inoculación infantojuvenil. “Buscan un rédito político de 24 horas en desmedro de la relación con un laboratorio al cual se le compran nada menos que vacunas en una pandemia”, aseguró a Página/12 una fuente del gobierno.
En el texto firmado por Nicolini, fechado el 7 de julio pero publicado ayer por La Nación, el Gobierno reclamaba a Anatoly Braverman --mano derecha de Kirill Dmitriev, el CEO del RDIF-- por el retraso en el envío de dosis del componente 2 de la vacuna. "Podemos pensar en algún momento recibir más componente 1 que 2 o pensar en nuevas estrategias, pero necesitamos urgentemente algo del segundo componente. En este punto, todo el contrato corre el riesgo de ser cancelado públicamente", escribió Nicolini. La oposición utilizó la carta para argumentar en favor del supuesto “fracaso de la campaña de vacunación”. La presidenta del PRO, Patricia Bullrich, lanzó: “La carta del Gobierno a los rusos es prueba contundente de la decisión política que nos dejó sin millones de vacunas, con miles de muertos, sin economía y sin educación”.
Según explicó Nicolini, la carta es “una comunicación más entre las tantas notas, llamados, Whatsapp y reuniones que tenemos con todos los fabricantes y productores para que puedan llegar vacunas a la Argentina lo antes posible”. En este sentido, relativizó la importancia de esa nota, en la medida en que forma parte de las negociaciones con diferentes Estados y empresas farmacéuticas para la adquisición de un recurso tan estratégico como escaso. Asimismo señaló que cuando hay retrasos en los envíos “nos ponemos serios y exigimos lo que tiene que llegar” porque “sabemos que hay muchas personas que están esperando su segunda dosis y nuestra responsabilidad como funcionarios es hacer todo lo posible” para cubrir esa necesidad, puntualizó. “Más allá de las dificultades, la relación con Rusia es muy buena, el compromiso es cumplir el contrato”, agregó.
Desde el Gobierno mostraron preocupación por la filtración de la carta. Por el artículo 11º de la Ley de Vacunas, ante cada enmienda de un contrato con cualquier laboratorio, el Ejecutivo está obligado a enviar el expediente a las comisiones de Salud del Congreso. Argentina anunció que hacía uso de la opción del contrato para acceder a 10 millones más de dosis de Sputnik V (se extendía de 25 a 35 millones) y dentro del expediente también adjuntó los diferentes intercambios con las autoridades de las compañías. “Entre tantas notas, fue la de Nicolini que armó tanto revuelo, aunque era una entre muchas. El tema es que la información allí consignada era de orden confidencial, así que algún legislador filtró la información, un acto gravísimo. Buscan un rédito político de 24 horas en desmedro de la relación con un laboratorio al cual se le compran nada menos que vacunas en una pandemia”, aseguró a PáginaI12 una fuente del gobierno nacional.
La ministra de Salud, Carla Vizzotti, señaló que la nota de Nicolini era “algo habitual en esta situación mundial, en el marco de las negociaciones, pedidos o presiones, entre comillas, para conseguir las vacunas”.
Tras el envío de la nota, a principios de mes, Argentina recibió más de 1,5 millón del componente 2 y el Laboratorio Richmond, a cargo de la fase final de la elaboración de ambas dosis en territorio nacional, recibió insumos para elaborar más componente 2 en el país. En los próximos días y para compensar el retraso, llegarían mil litros de la sustancia activa para fraccionar y envasar 1.700.000 de dosis 2.
El diagnóstico que Nicolini traza en su carta es preciso. Si bien las vacunas no vencen ni los anticuerpos se debilitan, ante la propagación de variantes más transmisibles, es central que la mayor cantidad de argentinos pueda recibir dos dosis. En la misma línea, vale la pena destacar que de acuerdo a un estudio reciente del Ministerio de Salud bonaerense, una sola dosis de la vacuna rusa alcanza una efectividad del 78,6 por ciento para evitar contagios, del 84,7 para evitar muertes y del 87,6 para reducir hospitalizaciones en personas de 60 a 79 años.
Del total de 11.868.830 de vacunas Sputnik V que aterrizaron en Ezeiza, 9.375.670 corresponden al componente 1 y 2.493.160 al componente 2. La diferencia es palpable: hasta el momento, están recibiendo la segunda dosis los que se inocularon la primera antes del 3 de abril. Lo que le reclama Nicolini en su texto al RDIF es una diferencia que se aproxima a un millón de dosis, pues, corresponde a las personas que ya hace más de 90 días que se dieron su primera inyección. De esta forma, ya transcurrió el tiempo estipulado inicialmente por el Ministerio de Salud.
Salvo China, que envió las dosis comprometidas de Sinopharm en tiempo y forma, el resto de los laboratorios exhibieron demoras en cumplir con los contratos firmados con todos los países. De hecho, recién en el último tiempo regularizó sus entregas AstraZeneca, pese que la sustancia activa para la vacuna distribuida en Latinoamérica había sido desarrollada en el laboratorio mAbxience, en Garín. El Ministerio de Salud de Chile acaba de aprobar la vacuna Sputnik y reconoció que Pfizer está enviando menos dosis de las previstas “debido al sotck limitado de producción de vacunas a nivel mundial”.
La estrategia argentina se orientó a conformar una cartera diversificada de vacunas, fórmulas que provinieran desde diferentes países con diversas tradiciones empresariales, ritmos, capacidades y estilos de producción.
Un acierto que salvó vidas
Pese a que la vacuna desarrollada por el Centro Gamaleya fue la primera aprobada y registrada en el mundo contra el coronavirus (agosto de 2020) y aunque la institución contaba con muy buenos antecedentes, fue la tecnología más denostada, a nivel internacional y nacional. En Argentina, Elisa Carrió llegó a decir que “la vacuna rusa no tenía garantías”, que era “una estafa" y "un peligro para los mayores de 60 años”. Con esas frases, la referente de Juntos por el Cambio hasta presentó una denuncia por envenenamiento y defraudación a la administración pública contra el Presidente.
El tiempo operó como testigo y el acuerdo temprano de Argentina sirvió para iniciar la inmunización del personal de salud antes que culminara 2020. De hecho, desestimando las acusaciones, Argentina se constituyó en el segundo país --tras Bielorrusia-- que apostó por la tecnología del Centro Gamaleya de Moscú. A la fecha, la Sputnik V fue aprobada en 69 países con una población total que supera los 3700 millones de personas. Constituye una de las fórmulas vacunales que ha demostrado excelente efectividad, junto a otras como Pfizer/BioNTech y Moderna.
Desde el inicio de la campaña ya llegaron al país 40,6 millones de vacunas, de Sinopharm, Sputnik V, AstraZeneca y Moderna. Pese a los discursos del odio, la realidad indica que Argentina dispone de vacunas suficientes y que, con los casos de covid-19 en plena baja desde hace siete semanas consecutivas, la primavera traerá un alivio.