Hacer 1000 programas de radio no es poca cosa. Para Dando una mano significa 21 años de tender puentes entre quienes necesitan una ayuda y quienes pueden ofrecerla. El histórico ciclo de Radio Nacional –por la Nacional Folklórica FM 98.7- emitirá este sábado 24 a las 13 su edición número 1000 y lo hará desde la Villa 31, allí donde descansan los restos del Padre Mugica. “Ser solidarios, comprometerse, no implica ser pacatos ni poner cara de ‘uh, qué tremendo esto’, implica ser desfachatados, nosotros somos plenamente felices con el sentido de ser puentes”, plantea Lili Isaguirre, co-conductora del ciclo desde sus comienzos, mientras asiente su compañero Kochy Guchea –antes productor, ahora al aire desde su personaje del ‘periodista incisivo’-.
Dos frases definen al programa. “Hay una que repetimos hace muchos años", señala Kochy, "Mejor que decir es hacer, y donde hay una necesidad, nace un derecho”. Su compañera agrega otra, que aprendió en las barriadas donde militaba ya de jovencita: “nadie se salva solo”. Una frase que alzaron como bandera ante el comienzo de la pandemia.
-¿Qué balance hacen de llevar este programa desde hace 21 años? ¡Es mucho!
L. I.: -Surgió a partir de nuestro trabajo de músicos populares, siempre involucrados en movidas solidarias. Nos ofrecieron el espacio y dijimos “vamos adelante”. Empezó como un desafío que luego se convirtió en necesidad imperiosa a partir de la crisis de 2001 y ahí estallamos de audiencia. Fue una hermosa repercusión en tanta gente que nos empezó a escuchar. Así empezó este sueño utópico.
K. G.: -Las cosas se logran cuando formás parte de un colectivo. Este proyecto se plasmó a través de un colectivo de compañeros y compañeras. Eso hace que a través de este programa hayan pasado decenas de personas y compañeros que tuvieron que ver con la producción, el armado, la musicalización, y en particular estar en Radio Nacional, sobre todo en la Folklórica. Somos gente de la cultura y pertenecemos al colectivo GLT –Grupo La Tranquera- que ya tenía mucho que ver este esquema de la cultura solidaria.
-¿Cómo evolucionó el programa desde la primera emisión?
L. I.: -La idea desde siempre fue ser un puente. Desde nuestro espacio seguramente no íbamos a poder solucionar el inconveniente, la necesidad, el sufrimiento, pero sí visibilizarlo para que un oyente o alguien del otro lado pueda hacerlo. Así fueron las primeras cosas: una computadora, estufas. Y en diciembre estalló el país y había una línea que era la “línea necesito”, y era conseguir alimentos, medicación. Hicimos muchos conciertos donde sólo juntábamos alimentos y llegamos a sumar 70.000 personas en el festival Cantá Conmigo. Se juntaron hasta 11 toneladas.
K. G.: -En cada etapa cada uno de les compañeres fueron quienes generaron un aporte o su visión. El programa arrancó con Marcelo, Lily y Ezequiel. Marcelito al muy poco tiempo falleció y siguieron Lily y Ezequiel. Luego se agregaron columnistas, humoristas, cambiaron productores. Hace unos años yo, que estaba en producción, me animé a sentarme a la mesa como co-conductor. Cada uno con su personaje: Lily muy sensible a lo que la gente pide, cuenta o propone, y en mi caso, con el personaje de “periodista incisivo”, que se diferencia del hegemónico. Nos gusta una definición que nos dio Yamila Cafrune, que dijo que Dando una mano deja de teñir de gris la solidaridad para convertirla en un arcoiris.
L. I.: -En realidad somos muy fieles a nuestros sentimientos y a mí me enoja bastante cuando la solidaridad implica “vayan y donen, o vayan y hagan tal cosa”, como poniéndose en la posición de “ser la solidaridad”. La auténtica solidaridad es que el otro pueda acceder a todos sus derechos. Por eso somos muy alegres al momento de plasmarlo al aire, por la alegría que implica poder aliviar un poquito al otro.
-Hay una pata fuerte de promoción cultural también.
L. I.: -Como trabajadores de la cultura, hace muchísimos años yo dije que estaba bueno hacer un concurso de cuentos para los pibes de los barrios y poder ofrecerles de premio una notebook. Me dijeron que era utópico, porque para las barriadas... ¡Me violentaba! ¿Por qué no? Por qué la ropa que viene de otro lado o el juguete usado? Apuntemos a más. Y hubo 200 narraciones de los pibitos, algunas hasta llegaron de Salta o Jujuy, y colaboraron muchos amigos e instituciones. Y después en el Teatro del Globo se entregaron los premios, que tuvieron a Peteco Carabajal como jurado. Nunca quisimos que Dando una mano sea asistencialismo, sino una verdadera promoción cultural.
-En 21 años la situación socioeconómica del país cambió varias veces. ¿Cómo cambiaron las necesidades que o median desde el programa?
K. G.: -Nosotros nos adaptamos a la realidad, que es la que nos pone la agenda. Cuando arrancamos pusimos la línea “necesito”. Para 2003 o 2004 aparecía fuerte la necesidad de trabajo, así que pusimos un espacio donde la gente ofrecía sus servicios. Este año arrancamos con una columna nueva que es “El club no se mancha”. Una de las organizaciones de base de la comunidad fueron los clubes de barrio, que primero se plantaron ante la pandemia amarilla para decirle “NO” a las sociedades anónimas y pedir un auxilio ante el aumento de servicios. Y creímos fundamental incorporar ahí al compañero Víctor Luppo, porque hay infinidad de llamados. Imaginate que hay más de 10.000 clubes de barrio en toda la República Argentina.
L. I.: -Esos clubes fueron los que desde marzo de 2020 se convirtieron en marcos de atención, de contención, de ollas populares y vacunatorios. Además de venir con la tremenda carga de aumento de servicios de 3000 a 5000 por ciento. Esos espacios de resistencia se volvieron espacios de alivio para nuestra gente. Así que hicimos esta nueva sección, pero además marcando bien la cancha: estamos orgullosos y recordamos, admiramos y amamos a Diego Armando Maradona. Así que nuestro programa empieza con unas palabritas suyas.
K. G.: -Sí, las que dijo junto a Evo Morales en el partido que hicieron juntos en Bolivia. “Si me llaman para dar una mano, ahí voy a estar”.