El Estadio Nacional de la capital japonesa fue el escenario de una singular celebración que por primera vez en la historia se realizó sin público, a causa de las estrictas medidas de seguridad sanitaria provocadas por la pandemia de coronavirus.
La ceremonia se llevó a cabo en el mismo lugar que fue sede de los juegos de 1964, con aforo para 68.000 espectadores, desde las 8 de la mañana (las 20 en Japón) y contó con un millar de invitados, entre ellos el emperador Nahurito; la Primera dama estadounidense Jill Biden; y el presidente de Francia, Emmanuel Macron.
Los regatistas Santiago Lange y Cecilia Carranza Saroli, ganadores de la medalla de oro en Rio de Janeiro 2016, fueron los abanderados de la delegación argentina. Y, sin dudas, unos de los momentos más emotivos para el deporte nacional fue el ingreso de la bandera olímpica llevada por seis atletas, entre ellos la judoca Paula Pareto, ganadora de la medalla dorada en Rio 2016 y la de bronce en Beijing 2008, quien ya anunció su retiro tras la competencia en Tokio 2020.
Esta vez no hubo espectadores emocionados en las tribunas ni un diluvio de flashes perpetuando el sublime momento en que los atletas desfilan unidos con un objetivo en común, que es darle inicio a la fiesta más grande del deporte mundial.
La soledad del recinto fue mudo testigo de un sobrio, elegante y melancólico espectáculo, en unos Juegos que presentan como lema "Más rápido, más fuerte y más alto, juntos".
Por primera vez el Comité Olímpico Internacional (COI) determinó que los abanderados de cada nación sean dos, un hombre y una mujer, con el fin de para promover la igualdad de oportunidades.
Regreso a la vida
El espectáculo comenzó con un hombre acurrucado en el centro del estadio antes de iniciar su marcha, en una metáfora del regreso a la vida. También se proyectó en las pantallas gigantes un video de los atletas entrenando en gimnasios y en su casas, para remarcar las dificultades que padecieron para desarrollarse durante el confinamiento por la pandemia.
Tras el lanzamiento de fuegos artificiales, el emperador Nahurito y el alemán Thomas Bach, presidente del COI, se presentaron en el palco del estadio cuando ingresaba la bandera de Japón, que fue izada mientras se escuchaba el himno nacional nipón. Acto seguido, se realizó un minuto de silencio en homenaje a los fallecidos en todo el mundo a causa del coronavirus.
El comienzo del desfile mostró la emoción de los participantes de las 204 delegaciones, sin los atletas de Rusia (sancionada por casos de doping), Corea del Sur y Guinea (no fueron por temor a un contagio de sus atletas).
Argentina desfiló tras el paso de Grecia, que ingresó primera como cuna del olimpismo que comenzó en el año 776 AC, seguida por el Equipo de Refugiados, Azerbaiyán, Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Argelia, con las naciones ordenadas por orden alfabético.
Los atletas argentinos que fueron al acto, liderados por Lange-Carranza, sobresalieron al romper el formalismo de las anteriores naciones que pasaron caminado de ordenada manera, ya que los argentinos lo hicieron bailando un pogo y cantando "Argentina es un sentimiento, no puedo parar".
Tras el desfile, los deportistas, jueces y entrenadores celebraron el juramento olímpico.
Después se observaron algunos videos a modo de tributo a grandes estrellas olímpicas y se pudo ver en las pantallas a varios artistas internacionales cantando "Imagine" (Imagina), la mítica canción compuesta e interpretada por John Lennon en los años '70.
A la hora de los discursos, la primera en hablarle a los presentes y al mundo fue Hashimoto Seiko, presidenta de la organización Tokio 2022. Thomas Bach, por su parte, agradeció al pueblo japonés por la concreción de los juegos, y luego el emperador Nahurito dio por comenzado los juegos con un escueto mensaje.
La tenista japonesa Naomi Osaka, ganadora del US Open, fue la encargada de encender el pebetero olímpico como broche de oro a una ceremonia de tres horas y 50 minutos de duración, que tuvo un poco de todo pese a que no contó con el calor y el colorido que le hubiera ofrecido el público.