En Eterna Alejandra –homenaje audiovisual dedicado a la gran poeta Alejandra Pizarnik– las instalaciones del Museo Nacional de Arte Decorativo devienen espacio poético. Salones amplios, columnas monumentales, inmensos pórticos, jardines con arbustos de dimensiones geométricas, estatuas y cortinados fantasmagóricos configuran lo que podría ser la arquitectura de un sueño. En el vacío resuenan los versos de Pizarnik encarnados por Virginia Lago, Cecilia Roth, Malena Solda, Celeste Cid y Damián Lomba, con participación de quien fue amigo íntimo de la homenajeada, el poeta Fernando Noy. Puede verse por streaming este domingo a las 21 y las localidades se adquieren a través de Alternativa Teatral. El link dura 24 horas y, además, hay contenido sorpresa para quienes participen de la experiencia.
Eterna Alejandra tuvo como antecedentes Las lilas, el silencio y la noche –primer homenaje a la poeta– y Nebulosa monotonía, segundo capítulo dedicado a Oliverio Girondo. En esta tercera entrega con montaje a cargo de Elizabeth Wendling y Juan Costa Viaggio, música de Rocío Morgenstern, sonido de Juan Pérgola, dirección de arte de Antonia Erramouspe Saravia y cámaras de Pedro Antonio Santos Armas y Sofía Paola Almeida, las voces de lxs intérpretes se funden en un escenario tan elegante como espectral para revivir la obra de una de las poetas más destacadas de Latinoamérica.
Una vez Fernando Noy encontró en el baño de una casa un ejemplar de Extracción de la piedra de locura y quedó fascinado. Después buscó el nombre de la autora en la guía telefónica, llamó, lo atendió Alejandra Pizarnik y decidieron verse al día siguiente en el edificio de la calle Montevideo donde ella vivió y murió tempranamente. Cuando se le pregunta por sus impresiones de aquel texto, aquella voz y aquella presencia, Noy cuenta: “Todo fue vertiginoso entre Alejandra y yo, desde nuestro encuentro o –mejor dicho– reencuentro. Pero hasta hoy sigue presente, cada día más. Es increíble cómo necesitan oírla en voces que, como en este caso, la divulgan y la expresan. En momentos terribles como estos, su martirio personal quizás aplaca el que ahora nos toca y el que nos tocó siempre. Ella no difería de su voz ni de su presencia, era una sincronía perfecta, perpetua. Y el vínculo era más allá del amor y la amistad, era –como escribiera Alejandra– ‘un respirar entre dioses’. Recuerdo esa voz como de cantante medieval; ella misma me dijo: ‘Soy una llorona medieval’ para referirse a una broma que le había hecho Mujica Láinez”.
Noy se define como “un vagabundo sideral y cósmico”, y explica que en aquel momento Pizarnik estaba muy soslayada por sus pares: “Era de una intensidad tan luminosa que a veces es una conjura contra la luz que semejantes personajes suelen llevar como una antorcha. Nos reunía la poesía en sí misma pero hecha realidad, carne y hueso, sin pausas ni puntos finales”. Sobre el vínculo entre texto y cuerpo, el poeta dice: “Este trébol de cuatro bocas de algún modo proyecta el mismo color desde ángulos diversos; un mismo fervor que surge desde el cuerpo para transmitir otra cuestión donde quizás es necesario ser simplemente un susurro, un canto”.
Damián Lomba, director de Maratón de Poesías, asegura que en cuanto conoció la obra de Pizarnik se estableció una conexión: “Alejandra siempre naufragó en lo profundo y eso me despierta un gusto por su obra. Es quirúrgica en cada palabra, tiene el poder de embellecer lo doliente. Atravesó su vida por y para lo poético. Escribía para reparar las heridas, pero no fue suficiente porque ella no era de este mundo, como dice en algunos de sus poemas. Nunca pudo ni quiso adaptarse a los hábitos básicos que nos permiten sobrevivir en la sociedad y creo que yo también tengo un poco de esa resistencia”.
Sobre el desafío que supone encarnar estos textos, cuenta: “El trabajo de los actores es comprometerse con la palabra de cualquier texto que se nos presente; la poesía es uno de los géneros más difíciles de abordar porque no están escritos para ser actuados, pero tenemos herramientas para intentar atravesar con la actuación el universo que el poeta creó. Más allá del compromiso con la palabra, estas disciplinas comparten las extrañeces, la indagación del vínculo del ser humano con el mundo. En definitiva, lo que hacemos los actores es poner el cuerpo; el objetivo es asociar ese oleaje de estímulos y darle materia para poder divulgar la poesía en medios no habituales”.
“Pero el silencio es cierto. Por eso escribo. Estoy sola y escribo. No, no estoy sola. Hay alguien aquí que tiembla”. Esos versos pertenecen a “Caminos del espejo” y son interpretados por la actriz Virginia Lago, quien asegura: “Amo la poesía; es fundamental para mí. Alejandra Pizarnik es una de mis poetas preferidas; la considero excepcional, dura, en un mundo donde le era muy difícil conectarse con una realidad. Es surrealista por todos los costados y uno tiene que desentrañarla porque nos introduce en un mundo único. En todas las obras que hice está la poesía, no puedo hacer cosas que no estén involucradas con la poesía. Podés leer un libro maravilloso de mil páginas y una artista como ella lo sintetiza en un poema, es extraordinario cómo nos conmociona. Abrazaría a Alejandra y trataría de que no estuviera tan sola”.
Malena Solda le puso el cuerpo a “Noche” y recuerda que su vínculo con la obra de Pizarnik fue muy intenso en su adolescencia: “Esteban Prol me regaló sus obras completas y recuerdo haberlas leído fascinada. Relaciono su poesía con las imágenes que despierta en mi imaginario y de ahí trato de plasmarlo en la voz”. Con respecto a su abordaje como intérprete, dice: “No creo que haga falta agregarle ni imponerle una forma. El texto es consistente en sí mismo. Trabajé la interpretación desde el cuerpo en esos espacios tan particulares que propone el museo: el comedor sugería algo más expresivo, por sus enormes dimensiones y el deseo de abarcarlo; el estudio proponía un clima de encierro y mi cuerpo trabajaba con el deseo de salir de un lugar opresivo. Todas esas decisiones las tomé en el momento, no fueron premeditadas”.
Eterna Alejandra es un rito, una celebración, un encuentro y también –por qué no– un espejo para mirarse y encontrar aquellos reflejos que suelen perderse en el ritmo vertiginoso de la cotidianidad. Tal como dice Noy, “es necesario que este tipo de rituales poéticos continúen siempre con Alejandra y la poesía como estandartes, porque definitivamente es lo único que buscamos y es la respuesta a todas las preguntas”.