Salteño por definición, aunque hace 20 años vive en Buenos Aires, el territorio poético del norte se inscribe en el ADN de la poesía de Carlos Juárez Aldazábal (1974). Esta semana obtuvo el premio especial de poesía Olga Orozco del Fondo Nacional de las Artes con el libro Paraje.
Es una de las voces jóvenes más consolidadas de la poesía argentina, con una decena de libros publicados. Desde 2007 dirige el Suri Porfiado, con un catálogo que une de punta a punta el país con unas 200 publicaciones. En conversación con Catamarca/12, Aldazábal da cuenta de su identidad poética y vierte su mirada sobre el devenir de la poesía argentina en lo que va de siglo.
Hay una persistencia del Norte en tu poesía y en la forma de nombrarte poeta salteño que a esta altura es una elección. ¿Crees que el norte tiene una identidad poética dentro de la poesía argentina?
Es cierto lo que señalás. Esa persistencia generalmente es consciente, pero a veces aparece sin que la busque. Creo que esa identidad poética está presente en la poesía argentina desde la década del 40 del siglo XX, desde aquel manifiesto vanguardista de La Carpa (no son gratuitas, por cierto, las dos antologías que hizo Santiago Sylvester para el Fondo nacional de las Artes, donde esa identidad aparece manifiesta). A las premisas de aquel Manifiesto, donde se hablaba del “paisaje” como una gramática de producción creo que cada poeta y cada generación de poetas del Norte les fueron sumando nuevos elementos, propios de su época. Pero me parece que hay un registro musical, que tiene que ver con la particularidad del habla de la Región, que siempre está muy presente, al menos en los poetas del Norte que me interesan a mí. Esa musicalidad pienso que tiene que ver con muchas expresiones del canto popular, por ejemplo la baguala, esa forma tan característica de la copla española, propia de nuestra región.
¿Cómo ves el presente de la poesía argentina?
Lo veo bien, prolífico, diverso. Cada vez me convenzo más de esa riqueza infinita y abandonada de la que hablaba el poeta Edgar Bayley. También me parece que la lectura que hizo Josefina Ludmer pensando en la literatura en general (ella analizó en su trabajo la producción de narradores) funciona muy bien para dar cuenta de este momento, donde la autonomía del arte ha entrado en crisis, y donde post autonomía y autonomía coexisten en un rompecabezas que hace imposible la imposición de una línea estética como la única posible (lo que hasta finales del siglo XX todavía ocurría). Y eso es bueno. No hemos alcanzado una verdadera democratización (que no es lo mismo que cualquierización) del campo, pero el poder de ciertos círculos para consagrar o denigrar me parece que, al menos, se ha debilitado. Entonces lo que veo en la poesía argentina, volviendo a tu pregunta, es esa coexistencia de las diversas tradiciones del país, donde la del NOA es una más. Y eso es muy bueno.
¿Crees que tu premio une piezas de ese mapa amputado al que se refirió alguna vez Santiago Sylvester sobre el centralismo en el sistema literario argentino.
De aquel ensayo de Santiago a este presente, como te decía recién, el panorama me parece que ha cambiado. No digo que el centralismo haya desaparecido (y por centralismo, para salir de lo geográfico, podemos pensar en las imposiciones de los pequeños cánones impulsadas desde determinados circuitos y grupos), pero por lo menos ha entrado en crisis. El año pasado, en el Fondo, ganó una poeta tucumana, en el 2019 una poeta del conurbano bonaerense, y hace un par de años un poeta correntino. Lo común en todos los casos (para sacarme a mí de la ecuación) es que se trata de poetas con búsquedas propias y potentes. Y lo interesante es que nadie es del mismo círculo ni fueron alumnos del mismo taller. Eso ya es una novedad, positiva e interesante que nos habla de un panorama distinto al que planteaba Sylvester en su ensayo.
¿Cómo es llevar adelante una editorial de poesía como el Suri Porfiado?
Es una prolongación de ese deseo por difundir la poesía que interesa, esa “riqueza abandonada” de la que te hablaba antes. En este punto, siempre el criterio ha sido el de diversidad, sin que la idea vaya reñida con la de calidad. Y ahí volvemos a Ludmer: la idea de diversidad es propia de la post autonomía, pero que haya diversidad no garantiza que la poesía sea buena. Para eso hay que conocer las leyes del género, y si hablamos de leyes de género volvemos a la autonomía literaria, esas reglas básicas que nos ayudan a entender por qué un texto pretende ser un poema.
De tu primer libro publicado, La soberbia del monje (1996) a Paraje, el libro ganador, pasaron más de 20 años atravesados por crisis políticas y poéticas. ¿Cómo se refleja este itinerario de época en tu poesía?
Es interesante tu pregunta, porque a partir de este premio del Fondo vi en las redes algún debate alrededor de la idea de convertir al concurso en un concurso separado por regiones, idea que no me parece nada mal, si es que se crea un nuevo concurso de esas características. Creo que no sería positivo convertir el concurso nacional del Fondo en un concurso regional.
Esos concursos regionales, impulsados por el estado nacional, alguna vez existieron, pero las políticas neoliberales, de los 90 a esta parte, los hicieron desaparecer. Porque en 1997 los premios regionales, de la Secretaría de Cultura de la Nación existían (aún no era un Ministerio). De hecho, mi primer libro ganó por el NOA esa distinción, pero ya en 1999 los premios regionales habían desaparecido. La peculiaridad era que había un jurado por región, y para cada región se buscaba un jurado representativo, un jurado conocedor de las tradiciones nacionales, pero también de las locales.
Ahora bien, el concurso del Fondo, que es el único que se ha mantenido a lo largo de estos años con cierta estabilidad, siempre fue un premio nacional, donde no se discriminaba por región y al que los escritores de todas las regiones enviábamos para tener una visibilidad nacional. Lo que quiero decir es que sería una pena que el concurso nacional del Fondo se vuelva una nueva versión de los Premios Regionales. Lo ideal sería que vuelvan los Premios Regionales, que desaparecieron durante el gobierno de De la Rúa. Y también los Premios Iniciación, que eran premios para autores inéditos, sin ningún libro publicado, y que significaban una gran oportunidad para los jóvenes.
De aquella época a esta hay que decir que también desaparecieron fundaciones privadas como la Fundación Antorchas, que fueron llaves de acceso para muchos de nosotros a la hora de publicar nuestros primeros libros. Los gobiernos kirchneristas lograron que vuelvan a existir los Premios Nacionales, pero el daño de aquellos primeros gobiernos neoliberales al sistema cultural argentino aún no se ha revertido. Y ese es uno de los grandes desafíos de las políticas literarias argentinas, que no tienen nada que ver con la poesía, pero que son necesarias para afianzar y difundir las producciones literarias de un país.
Del libro Paraje
Carancho (Ahutsaj)
¿Era yo ese cadáver que te alimentaba
en el camino polvoriento?
Recuerdo el juego de esconder el corazón,
el juego de correr hasta perdernos en el monte.
¿Éramos nosotros bajo las garras del carancho?
Quise asustar la soledad apostando mi nombre,
y mi nombre secreto apareció en tu boca
y tu nombre me fue dicho en esa niebla
hasta que te revelaste, cazadora furtiva en este juego.
Ahora, desde un árbol somos observados
y nuestros cuerpos yacen bajo la sombra del incienso,
ofrendas en el monte para el pico y las garras,
para los ojos que miran y que ven
el perfecto equilibrio de la vida y la muerte.