El equipo sanitario del Ceferino Namuncurá vivió el jueves una experiencia casi como de epifanía, una sensación de redescubrir el valor de la atención primaria, la proximidad cotidiana con el paciente. "Nos devolvió algo del orden de la esperanza, del sentido de nuestro trabajo", contó Andrea Montaner, directora de ese centro de salud.

Formaron tres equipos y salieron a vacunar por el barrio. Tomaron calle Schweitzer al fondo. Racimos de viviendas precarias. El arroyo Ludueña pasa ahí nomás y separa en brutal contraste con el otro lado, donde empieza el country Aldea y otros loteos residenciales de Fisherton norte.

"Teníamos 60 dosis de AstraZeneca y 10 de Sinopharm, pensamos que íbamos a estar 3 horas, pero ¡las pusimos en 1 hora y media! La gente no podía creer que estuviéramos en su casa vacunándola. Se produjo algo hermoso: empezaron a llamarse entre vecinos, a convocarse, sacaban la silla a la vereda, convencían al que no quería vacunarse. Entonces vacunamos a quien viniera. También dimos batalla a la infodemia, con gente que temía por las mentiras de los medios. Les decíamos «yo soy tu médica, no te voy a poner algo que te va a matar». Hay gente que no convencimos, claro, pero entendimos que es por acá, esta es la forma. Ahora nos preguntan cuando vamos a pasar".