Desde París
En un par de horas, la campaña de la ultraderecha se vino abajo. Mentiras al más exacto estilo de Donald Trump, vulgaridad, sarcasmos y violencia, incompetencia temática y desconocimiento espectral de las ruedas de la economía mundial, la candidata de la extrema derecha, Marine Le Pen, oscureció las perspectivas que ella misma había iluminado. La dinámica que la había conducido a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales se hizo añicos al cabo del debate entre los dos candidatos que precede la elección propiamente dicha. La discusión televisiva entre el liberal Emmanuel Macron y Le Pen dejó la sensación de un fallido intento de convertir la cita democrática en un combate de boxeo donde uno de los contrincantes, Marine Le Pen, a fuerza de intimidaciones y ordinarieces, sólo buscó el knock out al tiempo que reveló la naturaleza autoritaria del Frente Nacional. La sociedad fue testigo de un acontecimiento impensable:el desenmascaramiento, en directo, de Marine Le Pen. En dos horas y media, la candidata de la ultraderecha destruyó la paciente empresa de desdiabolización que había emprendido con éxito en los últimos años. La prensa radical de derecha, Minute, ValeursActuelles, la estrictamente conservadora, Le Figaro, Le Point, L’Express, el centro, Le Monde, los inclasificables restaurados como Libération o Le Nouvel Observateur, todos constatan con horror el lamentable e inaudito espectáculo ofrecido por Marine Le Pen en el curso del debate. Comparada con las soeces retóricas de Donald Trump, Marine Le Pen es retratada por el diario Le Monde (editorial) como “la digna campeona de un extremismo dispuesto a sacar provecho de todos los miedos, a hurgar en todas las fracturas y a atizar los fantasmas”. Le Pen se permitió, en directo, marcar otro hito histórico: deslizar una acusación nacida pura y exclusivamente en internet y la cual supone la existencia de una cuenta offshore en las Bahamas ligada a Macron. Nunca, hasta ahora, una intoxicación de esa envergadura se había colado en una campaña presidencial. La “fuga” –con supuestos documentos y todo – fue publicada por el portal 4chan, un escondite inverosímil de los supremacistas y la ultraderecha norteamericana (alt-right) conocido por su virulencia y la propagación de mentiras. 4chan, con el hashtag en inglés, #MacronCacheCash, lanzó la falsa acusación con la expresa intención de “desanimar a los electores franceses” de votar por Macron. La candidata frentista repitió la estrategia trumpista del ya famoso “por ahí hay algo raro” con la cual insinuó que Macron evadía impuestos mediante los circuitos offshore. Para Francia, eso es descabellado. Algunos analistas se preguntan si la señora Le Pen, segura de su imposibilidad de derrotar a su adversario, no se puso cara de diablo para provocar una ola de abstenciones o votos en blanco. El enigma es, por ahora, insoluble.
Ese hoy obsceno y grosero espectáculo político contrasta con la infinita serpentina de ideas y argumentos que llenan los espacios de la prensa. Un filósofo, Jean-Claude Monod, le agradece a los esposos Klarsfeld (sobrevivientes del Holocausto y cazadores de nazis) , a los “antiguos resistentes y deportados” que recordaron lo que fue el último Ejecutivo de extrema derecha que gobernó Francia ya todos aquellos que, desde la extrema izquierda hasta más al centro, decidieron su voto a favor de Emmanuel Macron. Otro, un periodista de Libération (Patrick Sabatier), compara la elección presidencial del domingo 7 de mayo con la batalla de La Puerta negra donde, a través del combate con Sauron representando a las fuerzas del mal, concluye la trilogía El Señor de los anillos. El periodista escribe:”pensemos a Francia como la Tierra del Medio y a la elección como un combate donde lo que está en juego es el alma y la supervivencia de Francia”. Un grupo de historiadores miembros del Comité de Vigilancia frente a los usos públicos de la historia (CVUH) se rebela ante las manipulaciones del “Frente Nacional y su candidata, quienes no cesan de instrumentalizar la historia, la de la colonización, la de la inmigración, la de la deportación y la de la exterminación de los judíos, la de la Ocupación, la del protestantismo, la del Islam y la de Europa”. En las páginas del diario comunista L’Humanité, Pierre Laurent, Secretario Nacional del Partido Comunista francés, se manifiesta claramente contra la candidata de ultraderecha Marine Le Pen: “no haremos retroceder al liberalismo dejando prosperar a Le Pen”, dice Laurent. La agitación, esta vez, no está en las calles como en 2002, año de la primera participación de un candidato de la extrema derecha (Jean Marie Le Pen) en la segunda vuelta de una elección presidencial. La insurgencia burbujea en las ideas. Crónicas, tribunas, debates, reflexiones multidisciplinarias, entrevistas, editoriales, dibujos, la Francia del “esprit” se volcó masivamente a batallar contra las sombrías aventuras que promete la extrema derecha. La dramatización final abrió inclusive las ventanas para que cierta parte del mundo se filtrara en la elección. No es un azar si, al día siguiente del debate, otro hombre del sistema, el ex presidente norteamericano Barack Obama, llamó a votar por Emmanuel Macron. En un video que dura poco más de un minuto, Obama afirma que “ante la importancia de estas elecciones, deseo que sepan que apoyo a Emmanuel Macron”. El mismo ex ministro de Economía griego, Yanis Varoufakis, emblema de la insurgencia contra las políticas de la Unión Europea y la camisola de fuerza del Eurogrupo, se sumó a los pro Macron. En un texto publicado por Le Monde, Varoufakis fustigó la posición de parte de la izquierda francesa que se negó a pronunciarse sin rodeos por el liberal Macron.
El debate y su ola de polémicas habrá sacado de las dudas a muchos de quienes aún dudaban por quien votar. Las encuestas posteriores al encuentro televisivo designan de forma aplastante a Emmanuel Macron como ganador. Ello, desde luego, no le quita nada a la validez de las dudas de una izquierda a la que se convoca a votar por un liberal como principio para frenar a la extrema derecha. De hecho, la clasificación de Marine Le Pen para el próximo siete de mayo ha sido una trampa que encerró a todo el espacio político francés. Fuera de Macron, no hay opción digna y ello es, ya, un drama, tanto más cuanto que el ex Ministro de Finanzas de François Hollande se ha negado a hacer la más mínima concesión a quienes, a la izquierda, votarán por él tapándose la nariz. De allí nacen las profusas reflexiones y crónicas que justifican o impugnan el voto a favor de un liberal nato. El nauseabundo tono del debate tuvo un efecto de adhesión que ha podido vencer resistencias legítimas. Marine Le Pen hizo lo contrario de lo que su misión le imponía:en vez de “presidencializarse” se rebajó y le puso la corona a su contrincante. Extraño rumbo e impensable reencarnación de su vociferante padre, Jean Marie Le Pen. La hija, cuando tomó el control del aparato del Frente Nacional, protagonizó un asesinato público de su padre. En el debate, encarnó la herencia paterna en su peor versión. “Un anillo que gobierna a todos, un anillo para atraerlos, un anillo para llevarlos a todos y unirlos en la oscuridad”, escribe Tolkien en El Señor de los Anillos. Tal vez, a partir de ahora, ese anillo tan bien diseñado por el fascismo francés empiece a liberar a quienes encerró en su embrujo.