Es sabido que en América Latina el neoliberalismo es de alta intensidad. De allí que los candidatos de la derecha argentina sean pura impostura y una inconsistencia inigualable. No pueden enunciar nada político y para demostrarlo uno de sus candidatos lanzó una campaña supuestamente política semejante a una propaganda de shampoo o que quizás tenía una traducción más maligna y más reveladora del homo políticus neoliberal, la decisión de componer un equipo lo más mediocre posible y sin embargo demostrar que aún así es posible tomarle el pelo a la población que los aplaude.
No obstante, esta es una razón de estructura, un representante puro del neoliberalismo ya no puede ni debe pronunciar la palabra política, la misma remitiría inevitablemente a otras palabras que terminarían por revelar el proyecto político en toda su crudeza destructiva. Hasta nueva orden para el neoliberalismo la palabra política debe permanecer en su grado cero.
Si en la ocasión electoral de Macri este pudo mentir con un descaro ilimitado ahora el discurso de la derecha argentina debe mantenerse con otra exigencia: vaciar de significación política a todos los enunciados de la campaña, hablar sin decir nada y, a la vez, para que ese discurso no se disperse en la nada, mantener la constante del odio. También hay que señalar que si bien el político neoliberal no puede gozar de la política sí le está permitido gozar de cómo engaña a sus seguidores.
De ese modo el neoliberalismo fija su posición: inconsistencia de la palabra política, consistencia del odio.
Para lograr la eficacia de esta operación es necesario que se hayan producido subjetividades pre-ciudadanas, individuos separados de cualquier lectura o interpretación histórica, que se mantengan en una relación adictiva con el odio. Dicho de otro modo, que se vaya aumentando de un modo dosificado el plus de odio que encubra el carácter hueco de la propuesta neoliberal. En otras palabras una masa producida y no un pueblo. Obviamente, esa oquedad es solo en términos políticos ya que desde la perspectiva del régimen de reproducción del capital y su ideología neoliberal no hay hueco alguno, siempre se trata de intereses materiales que garanticen la captura de la vida de la Nación.
Será apasionante en la Pandemia del siglo XXI observar una confrontación donde un proyecto político, que siempre remite a un legado popular que se debe reinventar permanentemente, se tenga que oponer a una masa de individuos que más que un proyecto político, buscan realizar la pulsión de odio que le da la forma a una existencia suspicaz, donde la pasión está puesta en que la vida sea sólo la cancelación de la verdad .