La primera película en la que pensé cuando me propusieron escribir en FAN fue Nazareno Cruz y el lobo de Leonardo Favio, porque inmediatamente recordé el momento en donde más que verla, la espié.

La película se estrenó en 1975, el año en que nací, pero mi recuerdo es de ocho años más tarde, cuando la vi en la casa de mi abuela Nélida, que como otras tardes se acomodó frente al televisor para ver la película, seguramente en algún ciclo de cine argentino de esa época.

Vivíamos en Carmen de Patagones y la cultura era televisiva, pocas películas llegaban para ser proyectadas en el cine del pueblo. Ver una película en el televisor de mi abuela era un momento sagrado. Sin saberlo estaba frente a un acontecimiento cinematográfico que con el tiempo se filtraría en mi percepción sobre el drama, la tragedia, el teatro, la actuación y sin duda el cine.

La leyenda sobre los monstruos legendarios de la mitología guaraní dice que el séptimo hijo varón será un hombre lobo, y eso es lo que le pasa al protagonista de la película. El argumento me tenía entre aterrado y conmovido, porque con mis ocho años podía identificar todo lo que decía la película acerca del que nace diferente. Entendía perfectamente la relación con el campo, lo esotérico, las curanderas, la falta de anonimato, el vínculo con todo tipo de animales y sobre todo la metamorfosis como destino.

Una mujer con su bebé en brazos avanza contra un viento violento mientras le grita a los pueblerinos escondidos detrás de las ventanas, que no sean crueles con su hijo, que no lo destierren, que su hijo no es un lobo. La mujer llama a su hijo Nazareno Cruz, por recomendación de la lechiguana, ese niño con el tiempo es adorado por toda la comunidad, y se ríe de su destino cuando le piden que imite el aullido de un lobo. Hasta ahí todo bien. Mi abuela y yo disfrutando de la película. Luego viene el presagio: si Nazareno se enamora, la noche de luna llena se convertirá en lobo. El amor se vuelve lo prohibido, y recuerdo que eso me dio una tristeza fatal de solo pensarlo.

Digo que espíe la película y no que la vi porque mi abuela inmediatamente que empezaron las escenas de sexo entre Nazareno y su amante Griselda me obligó a que gire mi cabeza y deje de mirar la pantalla del televisor. Mi abuela tenía un bahiut espejado frente a la tele, y en esos espejos se reflejaba la película sin que ella se diera cuenta, así que pude ver los cuerpos desnudos de los protagonistas haciendo el amor bajo el agua verde, entre las raíces subacuáticas. Nunca voy a olvidar ese momento, y mucho menos la banda musical de la película, un coro de voces que tararea "Soleado" mientras sus protagonistas danzan desnudos en la profundidad del río. Cada vez que pienso en la película se me viene a la mente esa canción y comienzo a tararearla de inmediato.

Los sonidos de Patagones eran parecidos a la banda sonora: ladridos de perros, el viento fuerte, el río, ovejas pastando y algún disparo lejano de la zona más rural, y por eso era sencillo imaginar el peligro, ese lobo negro que nos regaló Favio podía estar tranquilamente en Patagones, entre los arbustos de los montes rocosos junto al río.

En ese momento no sabía que muchos años después tendría la posibilidad de trabajar con Alfredo Alcón en el teatro San Martín. Para mi Alcón era el personaje de la película de Favio: un diablo que quiere ser bueno, huérfano, alguien que no sabe que significa ser ni padre ni hijo.

Es extraño lo que pasa con algunas películas cuando uno es chico, para mi Nazareno Cruz y el lobo era una película de fantasía, en donde todo era real y posible, como son las fabulas para los niños.

Me acuerdo repetir casi como un mantra las palabras que Daniel Marcone le dice hipnotizado a la protagonista: "qué bonita que sos Griselda, qué bonita que sos Griselda". Vi por primera vez actuar a Lautaro Murúa, guapo como pocos y de una intensidad que te helaba la sangre.

El río vuelto cascada y Juan José Camero besando la boca abierta de Marina Magali, mientras ella murmura erotizada que tendrá un hijo suyo, con todo su pelo casi albino y despeinado por el viento. Muy hot para mi edad ver esos dos cuerpos desnudos corriendo entre las rocas.

Me siguen impactando esas imágenes en las que todo el pueblo sale a cazar al lobo, sabiendo que matarán a un hombre que no eligió ni su naturaleza ni su destino. Griselda en medio del pastizal suplicando por él, loca de nervios. El amor en estado puro. En Nazareno Cruz y el lobo la fuerza de la naturaleza es tan poderosa que la película se vuelve una ópera.

Mi abuela Nélida descubrió que yo estaba viendo las escenas de sexo de la película a través de los espejos del mueble, y aunque intentó impedirlo, ya era tarde. Así conocí el cine de Favio y así me volví su fan para siempre.

Javier Van de Couter nació en 1975 en Carmen de Patagones. Guionista y director. Su película Mía obtuvo el Premio Coral a mejor guión inédito en el Festival Internacional del nuevo cine Latinoamericano, La Habana, (Cuba) y el Premio Maguey a mejor película en el Festival de Guadalajara. Su película Implosión, fue ganadora del Gran Premio de la competencia Argentina a la mejor película en el 21º BAFICI (2021). También fue distinguida como el mejor proyecto en el V Foro de Coproducción Europa-América Latina del Festival de San Sebastián. Obtuvo el apoyo de becas de la creación del FNA y de MECENAZGO (CABA). Es coguionista de las películas Aire libre y Alanis. Dirigió y escribió la serie La Celebración nominada a Mejor Ficción Premios Emmy 2015, y premio Argentores 2014. Escribió la serie Historia de un Clan, premio Martín Fierro a mejor autor. Entre sus trabajos se encuentran: Tumberos, El tiempo no para, Criminal, entre otros. Como director de teatro, montó El bello indiferente de Jean Cocteau, en el C. C. San Martín. Desarrolla para MGM una serie basada en la novela Cacería de Gonzalo Demaria, y trabaja en su nuevo proyecto cinematográfico basado en la novela Tesis sobre una domesticación de Camila Sosa Villada. Fue distinguido por el jurado de los Premios Kónex 021 con el diploma de mérito en el rubro guión como una de las personalidades de relevancia en la última década.