Tal vez no esperábamos que fuera así, casi disimulado en una controversia jurídica difícil de explicar a todos, pero desde que Mauricio Macri habló del “curro de los derechos humanos”, supimos que la continuidad de los juicios estaba en peligro. Este era el objetivo principal y todo lo que lo precedió, las repudiables declaraciones de Darío Lopérfido y Juan José Gómez Centurión, los manoseos con la fecha del 24 de marzo, fueron sólo aproximaciones, sondeos para medir la reacción de la sociedad, para que fuéramos pensando que las cosas iban a cambiar.
Aquellas provocaciones generaron un notable rechazo. Esta es más complicada porque la Conferencia Episcopal hizo su aporte, avanzando en una iniciativa de reconciliación. No es la primera vez que lo hace, pero ésta vez es más serio porque Francisco –no debería permanecer en silencio– ha ganado consideración con sus posiciones en defensa de la paz y los pobres del mundo. Reconciliación es una palabra que convoca, cultivada por todas las filosofías y religiones, pero si entre nosotros no han tenido eco esas propuestas es porque se oponen, en este caso, a términos aún más convocantes como Justicia, Memoria y Verdad.
Algunos compañeros se preguntan como resistirán este golpe las Madres, las Abuelas, los militantes de los Derechos Humanos, después de tantos años. Aguantarán como lo hicieron cuando se consagró la impunidad y no dejaron de luchar un solo día para revertirla. Lo demostraron ayer los organismos con su enérgica reacción y su convocatoria para que todos los sectores populares participen de este reclamo. En un mundo donde reina la injusticia y la exclusión, la lucha por los derechos humanos tiene mucho del trabajo de Sísifo, siempre hay que volver a empezar. Como en el mito griego, mucho costó llevar a la roca hasta la cima, pero todos sabíamos que podía volver a rodar. Demasiado fuertes son los enemigos del pueblo como para considerar definitiva cualquier conquista.
Sin embargo, la demanda de justicia y el repudio a la dictadura han ganado un espacio muy grande en la conciencia social y en eso debemos apoyarnos. La historia de lucha del movimiento de Derechos Humanos es también la historia de los avances y retrocesos de la Democracia argentina. Esa lucha es la de todo el pueblo que hoy sufre una política de empobrecimiento y saqueo del país. Con esa inmensa mayoría de nuestros compatriotas debemos hoy librar este nuevo combate contra la impunidad. Quizás esta jugada de los cortesanos del oficialismo que luce tan hábil y exitosa, provoque la reacción de muchos que, más allá de las diferencias políticas, no dudan en su repudio a la represión dictatorial.