El trasero, bien adelante
“Pocas cosas más fundamentales y arraigadas a nuestra psiquis que un culo. La evolución ha dictado que no podemos escapar de su profunda atracción”, plantean con picardía los artistas y curadores Lee Baker y Catherine Borowski -pintor y escultora, respectivamente- a cuento de su más reciente proyecto: Bum. O sea, nalgas, cola, tujes, trasero, pompis, posaderas, cachas, o como se le quiera llamar a la extremidad posterior, alrededor de la cual han creado una exposición temática. “Ya sea como representación de la fuerza, ya sea como objeto de erotismo voyeurista, a lo largo de la historia del arte las colas han sido un tópico aceptado y universal, como corroboran sobrados ejemplos: desde los frescos de Miguel Ángel hasta La Venus del espejo, de Diego Velázquez, sin olvidar el Estudio de las nalgas, de Felix Valloton. Pero rara vez ha habido una exposición que aborde al ciento por ciento el tema”, anota el creativo dúo británico, explicando que saldar esa ¿deuda histórica? es lo que los ha motorizado a curar la expo, que actualmente se exhibe en la galería Dio Horia, en Mykonos, Grecia, para luego, a fin de año, mudarse a Londres, Inglaterra. Son más de 15 los artistas contemporáneos invitados a participar del evento coral; entre ellos, David Shrigley, Xu Yang, Sarah Maple, Jeremy Deller, Max Siedentopf (conocido por una instalación sonora en el desierto de Namib que reproduce el megahit "Toto", de Africa, “para siempre”). “De los cientos de músculos que tenemos, el más grande de todos es el glúteo mayor, responsable de nuestra postura y el soporte de peso. Características que frecuentemente son pasadas por alto por la obsesión absurda de mucha gente por el costado sexual del culo. Ya no más: nuestra muestra lo celebra en sus múltiples facetas”, arremete una Borowski lista para reivindicar posaderas en toda su gloria. Artística, por supuesto.
Raphael y Julio Iglesias, un asunto de ideologías
“Los mayores de derechas adoran a Julio Iglesias, los jóvenes de izquierdas prefieren a Raphael”, asegura el rotativo El Mundo a partir de una reciente encuesta que busca zanjar “grandes dilemas de la españolidad”. Cuestiones tan polémicas como la que ocupara al diario con anterioridad: la persistente disputa sobre la tortilla de papas, ¿con o sin cebolla? Arrasó el concebollismo, dicho sea de paso, con un 73% de españoles asegurando que el ingrediente es clave en la confección del plato tradicional. Sobre el nuevo versus labrado, se advierte que ambos cantantes “son España, la del gusto por nuestras extravagancias arcaicas, pero también son expresiones de dos Españas, la del talento puro y desbocado, frente a la del pelotazo gestionado con inteligencia. Y las dos se mezclan. Esto no va de elegir entre DC o Marvel, o entre mar o montaña, sino de algo más profundo: ¿qué aspecto del arquetipo colectivo, que diría Jung, nos representa más?”. A partir de un muy serio, muy detallado sondeo llevado adelante por SigmaDos, empresa de investigación de mercados y de opinión pública, se llega a la conclusión de que Julio gana por estrecho margen a Raphael: “el 41% prefiere la pachorra gallega frente al 36% que se desvive por el tronío jienense. Pero lo más inquietante es ese 22,9% que prefiere no contestar…”. Ciertamente. Pero, claro, desanda este crucial análisis el espectro ideológico, determinando que “Iglesias gusta más en la derecha -nada sorprendente desde que se destapó en 1996 como un entusiasta de Aznar-, y supera el 50% de adhesión entre el electorado de PP y Vox. A la vez, el segmento socialista prefiere a Raphael, acaso quedándose con su reciente reconversión en ícono indie para regocijo de hipsters irónicos, lo que explicaría que entre simpatizantes de Podemos barra ampliamente a Julio, que seguramente gusta poco por señoro”. España ha hablado, claro que sí.
Guardianes que curan
El Museo de Arte de Baltimore, en Estados Unidos, ha anunciado quiénes serán los curadores invitados de una venidera muestra, con inauguración prevista para marzo del año que viene; y aunque se trata de 17 personas que ciertamente están familiarizadas con las obras -a las que conocen de pe a pa, habiendo pasado días y noches cuidándolas con esmero- ha sorprendido una elección que no es, ni de lejos, evidente. Después de todo, no es habitual que sean los guardias de seguridad del museo los que se encarguen de comisariar (nunca mejor dicho) una exposición. Pero así ocurrirá con Guarding the Art, tal es el apropiado nombre de la exhibición futura. Los debutantes podrán elegir entre las casi 100 mil piezas de las colecciones de esta institución de Maryland, que busca desafiar la idea de que solo voces megacalificadas están habilitadas para montar una muestra. “El objetivo es resaltar la perspectiva de una fuerza laboral vital, que a menudo es pasada por alto en galerías”, destaca la prensa estadounidense, que recoge la palabra del director del museo, Christopher Bedford: “Será una puesta experimental, pero completamente sensible, dada la íntima relación de los guardias con las obra de arte exhibidas”. Aunque colaborarán además en la producción del catálogo, el diseño de la instalación y la programación que acompañe la expo, no los dejarán completamente a sus anchas: el historiador de arte Lowery Stokes Sims oficiará de asesor, en pos de abarcar una amplia variedad de períodos históricos y estilos. Alex Lei, uno de los guardias fichados, contó que se decantará por un trabajo del pintor Winslow Homer, Waiting an Answer, de 1872, donde el silencio flota en el aire entre un hombre y una mujer, a la espera de que alguien ofrezca una respuesta a una pregunta misteriosa. No es una de las obras estrellas de la colección, pero “ese momento de espera y mutismo resuena en mí personalmente. Paso largos ratos aguardando que los visitantes me interroguen sobre una pieza. Responder es básicamente nuestro trabajo, más aún que evitar que se acerquen demasiado o las toquen, contrario a lo que todos asumen”.
Estertor
“Los cines de una única pantalla de la India ya estaban luchando por sobrevivir antes de la pandemia. Ahora están muriendo”, informa un alarmista artículo de NPR, prendiendo la chicharra por el estado agonizante de salas que tuvieron su apogeo entre las décadas del 60 y el 80, para luego entrar en franca decadencia. Hasta ahora, cuando la crisis sanitaria podría haberles dado el definitorio golpe de gracia. “El primer desafío fue la llegada de la televisión; luego el VHS. Después los multicines. Y con la oferta por streaming todo se fue al garete”, cuenta Sharad Doshi, dueño del pituco Central Plaza, que perteneció a su familia durante más de 50 años y debió cerrar meses atrás. Uno entre muchos, parte de una triste tendencia. Y es que, como informa la mentada publicación, “entre 2010 y 2019, estos lugares cayeron de 10 mil a 7 mil. Pero ahora, entre restricciones e impuestos, los anuncios de cierre se multiplican en la India”.
“A la velocidad a la que se están demoliendo estos cines, es posible que en los próximos 10 años no existan en absoluto”, vaticina un apenado Hemant Chaturvedi, artista que lleva dos años fotografiando salas de antaño, de una sola pantalla, en más de 500 ciudades y pueblos de la India. Miles de kilómetros se ha pateado este nostálgico varón, que encuentra un encanto singular en todos y cada uno de los cientos de señoriales cines que ha capturado, algunos abandonados a la buena de dios, en situación crítica, la pintura descarada, el excremento de pájaro cubriendo los pisos…
“A diferencia de los múltiplex, calcados los unos de los otros sin sentimiento alguno, estos espacios tienen encantadoras peculiaridades arquitectónicas. Inclusive las butacas son especiales, marcas de una época, y no faltan los que conservan sus viejos proyectores. Nunca sabés lo que te vas a encontrar…”, ofrece el fotógrafo, que ha dado “con el carrete de una peli erótica rebuscando en contenedores de salas abandonadas, esperando hallar tickets descartados”. Recuerda asimismo cómo, durante décadas, antes de que aparecieran los multicines, “India tenía decenas de miles de salas de cine de una sola pantalla, a los que fanáticos acudían en masa para ver cintas Bollywood. Todo era alegría y griterío, con gente bailando al son de la música, arrojando monedas a la pantalla en agradecimiento”.