Con su nuevo volumen de cuentos, El hábito del tiempo, que reúne ficciones breves escritas entre 2014 y 2019, Giselle Aronson (Gálvez, 1971) vuelve al punto de inicio de una obra que, además de microrrelatos, incluye tres novelas y tres libros de poemas. Ese movimiento, que se podría definir como reflexivo, se filtra en las páginas de las historias, que poseen algunas de las características de su literatura: un realismo de humor ácido, con personajes huraños o abatidos, anónimos pero representativos de aquellos que, por la fuerza de las circunstancias (profesionales, familiares, amorosas o simplemente absurdas) toman conciencia de un punto ciego. Muchas veces, lo que sucede después de ese instante de clarividencia se sitúa en un fuera de campo del relato. “Será que hay distancias que siguen sirviendo de lazo, de promesa, de más momentos para postergar encuentros, o solo de más tiempo. O tal vez no, tal vez la vida se resuma en volver siempre por algo que se nos quedó en el pasado, que está en otro lugar, que nos debe un reencuentro”, razona la protagonista de “Del tiempo para atrás” antes de subir las últimas cajas al camión de la mudanza.
El estado de cosas se transforma según el punto de vista. Si bien abundan las referencias a la realidad y el presente, estas aparecen a la manera de restos diurnos en los cerrados universos de pocas páginas en los que sobreviven los personajes de Aronson. Entre los femeninos (condicionados por los estereotipos), sobresalen algunas escritoras, como la entonada heroína del cuento futurista “Otra noche en Jesse Joyce”, y aspirantes a escritoras, como en “Quiso escribir”, donde una mujer que trabaja varias horas fuera de la casa apenas puede avanzar con su proyecto novelesco. “No tic sos tac una tic verdadera tac escritora tic no tac vivís tic de tac esto”, alucina la protagonista frente a un reloj que le marca el ritmo. En “Versión rota de un diario”, una mujer más parecida a su madre que a sus hijas, y que día a día toma la desabrida “sopa de la realidad”, encuentra una vía de escape en la escritura: “Escribir en un papel suelto, en un mensaje, en cualquier lado, viene siendo la única manera de resistir”. Una vez que asumen que están vencidos, los personajes encuentran oportunidades; a su modo, los cuentos son desarrollos de esos experimentos cotidianos, con el tiempo como testigo.
“Durante estos últimos años los movimientos de mujeres y diversidades produjeron cambios en todos los órdenes del entramado social y esto se traduce en la literatura y en las manifestaciones artísticas –dice Aronson-. Es una fuerza que busca ocupar los espacios que fueron vedados durante siglos, aquellos que eran exclusivos para las masculinidades. Estos movimientos nos llevan a constantes replanteos y todo lo que hasta ahora era erróneamente llamado ‘literatura femenina’ cae en la obsolescencia. Si esto modificó mi propia escritura, no tengo certezas del modo en que lo ha hecho; tal vez la mirada, la perspectiva que voy construyendo frente a la realidad. Quizá sea una conclusión a la que pueda arribar con el correr del tiempo. Siempre es el tiempo”. Para la autora, el cuento breve permite el recorte, la condensación y un tipo de fragmentación caleidoscópica. “Pienso este libro como un encuentro de pequeñas estampas que, unidas, conforman un mosaico, un acercamiento a cierta idea del tiempo”.
El hábito del tiempo
Giselle Aronson
Azul Francia
116 páginas