La crisis institucional que atraviesa Túnez desde que el presidente Kais Saied destituyera al primer ministro Hichem Mechichi y suspendiera el Parlamento por 30 días pareció agravarse este miércoles con la apertura de una investigación por supuesta financiación ilegal de partidos. El vocero del aparato judicial tunecino, Mohsen Dali, sostuvo que las investigaciones afectan a la financiación desde el extranjero y la aceptación de donaciones para las campañas electorales de Ennahda, Qalb Tunes e Ich Tunsi, las principales fuerzas parlamentarias del país. El anuncio llegó un día después de que el líder de Ennahda y presidente del Congreso, Rachid Ghanuchi, acusara al presidente Saied de dar "un golpe contra la Constitución y las instituciones".
Las masivas protestas del fin de semana pasado en distintos puntos del país fueron funcionales a Saied y su decisión de destituir a una veintena de altos funcionarios del Estado y de la presidencia del gobierno, además del primer ministro Mechichi, muy resistido por su gestión de la pandemia de coronavirus, lo que llevó al país a ser uno de las naciones con la tasa de mortalidad más elevada del mundo.
"Los decretos presidenciales constituyen sin duda alguna un golpe efectivo contra las instituciones democráticas de Túnez. La única vía legal para el presidente era volver al Parlamento y pedir un cambio de gobierno, pero no lo hizo", sostiene en diálogo con PáginaI12 Omair Anas, investigador del Centro de Estudios Al-Mesbar. Muchos partidos políticos y analistas califican la actitud de Saied como un autogolpe, mientras que otros la inscriben dentro de la confrontación del presidente con los distintos poderes del Estado.
En cualquier caso, la crisis sorprendió a esta joven democracia surgida tras la revolución que tumbó a Zine el Abidine Ben Ali en enero de 2011, habitualmente presentada como la única exitosa de la Primavera Árabe.
Una crisis con causas múltiples
Aunque la Constitución de Túnez no permite la disolución del Parlamento, sí avala la suspensión de sus funciones durante un periodo de 30 días. "El Parlamento tunecino permite tales pasos para una situación extraordinaria, pero eso está estipulado por muchas condiciones que aseguran el carácter democrático del país", asegura Anas, quien agrega: "En este caso, Saied dijo que había consultado al presidente del Parlamento y al primer ministro, como indica la ley, pero ambos líderes lo niegan".
Para Gastón Toselli, integrante del Programa de Estudios sobre Medio Oriente del Centro de Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de Córdoba, Túnez está sin dudas frente a un autogolpe. "Saied está pasando por encima del Parlamento y gobernando por decreto con el visto bueno de sindicatos, fuerzas de seguridad y una parte de la sociedad civil, mientras que de momento muchos actores se encuentran expectantes y todavía son pocos los que protestan a viva voz. La reacción internacional viene por el mismo camino, aunque si la situación deviene en una escalada represiva, creo que rápidamente el escenario se le volverá en contra al presidente", remarca Toselli.
A la crisis política se suma la sanitaria, ya que Túnez viene batiendo récords de contagios de covid-19 en los últimos días. Y a nivel económico, el peso de la deuda pública sobre el PBI pasó del 45 por ciento en los últimos años a alrededor del 100 por ciento en la actualidad. El país está negociando su cuarto préstamo con el FMI mientras aumentan la pobreza y la desocupación, particularmente entre los jóvenes.
La presidencia de Saied
Kais Saied, un académico del derecho constitucional que nunca había participado de la política antes de ser elegido presidente de Túnez en 2019, llegó al poder oponiéndose a las élites políticas y económicas. Apodado "Robocop" por su rigidez y su tono de voz monocorde, Saied nunca ocultó su insatisfacción con el limitado margen de poder que la Constitución le concede al jefe del Estado, cuyas únicas competencias son las relaciones exteriores y la jefatura de las Fuerzas Armadas.
Toselli define al presidente Saied como un "outsider" del establishment político. "Muchos ven en él una personalidad política fuerte capaz de sortear las mezquindades de los grupos de poder nacionales. La clave va a ser si Saied funciona como catalizador para un muy necesario cambio o si será el protagonista de un proceso de concentración del poder público", plantea el experto.
Por su parte, Anas reconoce que Saied "tiene grandes credenciales" aunque "nunca ha sido un político a tiempo completo". El docente de Relaciones Internacionales en la Universidad Yildirim beyazit de Ankara, Turquía, agrega que el presidente "no tiene un carisma personal como el de ciertos dictadores de África, no tiene un fuerte respaldo del ejército ni tiene una base popular" y advierte que "un presidente débil es el mejor candidato para manipuladores externos".
De la Primavera Árabe al presente
Túnez inició su transición democrática en 2011 con la llamada "Revolución de los Jazmines" que puso fin a dos décadas de la dictadura de Zine El Abidine Ben Ali. Desde ese momento se sucedieron diez gobiernos democráticos de transición. Las legislativas de octubre de 2019 dieron paso al Parlamento más fragmentado de la historia, con más de 30 partidos en la Asamblea de Representantes, un aspecto que hizo imposible alcanzar acuerdos.
A poco más de diez años de la Primavera Árabe, Toselli destaca que en materia económica el país sigue arrastrando problemas estructurales graves: "la desigualdad en el desarrollo económico entre las distintas regiones presentan un norte costero, cosmopolita y desarrollado frente al sur rural, relegado y vecino de un país en profunda crisis como lo es Libia, cuyos desplazados ven en Túnez un puente para llegar a Europa".
Por su parte Anas plantea que "política y socialmente Túnez ha progresado bien y la cultura política del país se volvió más democrática y transparente" y destaca que "aquellos que han vivido bajo la dictadura de Ben Ali reconocen la diferencia". El investigador sostiene que las transiciones democráticas han sido en gran parte exitosas y consensuadas: "Esto provocó el surgimiento de una sociedad civil fuerte y un liderazgo político que da una razón para creer que cualquier intento de golpe podría no tener éxito en el país".