"Bienvenidos a América, donde podés fracasar en tu trabajo, que te despidan, te vuelvan a contratar, y conseguir una propina de 7 mil millones de dólares / Vení, sentate y llenate los bolsillos / Medios masivos, sobrecarga de información: Bienvenidos a América". La apertura del "nuevo" disco de Prince conecta directamente con el retrato del estado de las cosas de Sign o' the times. Y no, es imposible que el moreno repita la cumbre absoluta que significó su disco de 1987. Pero aun así cualquier duda que se pueda albergar con respecto a este lanzamiento póstumo se evapora casi de inmediato: con perdón de los cínicos, acá no hay choreo ni aprovechamiento descarado de la obra inédita de un artista fallecido. Basta escucharlas, las canciones de Welcome 2 America (Sony Music) son la respuesta más contundente.
Nunca habrá lamentaciones suficientes para la ausencia de un músico como Prince, de estatura artística inversamente proporcional a su módica fisonomía. Hasta ahora, los debates alrededor de su mítica bóveda en Paisley Park -trasladada, ay, a un depósito de Iron Mountain, nombre de resonancias siniestras en la Argentina- se avivaban con las ediciones "ampliadas" de discos clásicos o el rescate de demos de esas perlas que regalaba a otres. Pero esto es el primer disco hecho y derecho que se extrae del Xanadú púrpura, un álbum realizado junto a las cantantes Liv Warfield, Lisa Fiorillo y Shelby J., la bajista Tal Wilkenfeld, el baterista Chris Coleman y el tecladista y coproductor Morris Hayes, compañero de Prince desde la gira Diamonds & Pearls que pasó por la Argentina. Exigía poner otra atención.
Por qué Prince decidió archivar semejante disco, mejor que algunos que sí vieron la luz en su momento, es un misterio que nadie podrá responder. Prince tituló la gira de 2010-2012 con el mismo título, pero en ninguno de los 83 shows de ese tour por Norteamérica, Europa y Australia sonaron estas canciones: a la luz de lo que se escucha, parece haber sido más una postergación del material que un descarte. Porque está claro que la banda sonaba, y el multiinstrumentista estaba en plena forma. Tan inspirado como para descargar su caliente precisión para el funk en la magnética "1010 (Rin Tin Tin)", "1000 Light Years From Here" o "Check The Record", una de esas canciones principescas en las que las patitas se mueven solas. O autodesafiarse a sonar como Curtis Mayfield -una de las pocas infidencias que se permite "Mr. Hayes" cuando se le preguntan detalles de la grabación- en "Born 2 Die". Y conseguirlo, por supuesto.
Todo Prince está aquí, y cada track arranca un gesto de satisfacción. ¿Cómo no reconocer al maestro pop en la luminosa, encantadora "Hot Summer"? ¿Ese falsetto de "When She Comes", las voces entrelazadas con las tres cantantes aquí y allá, no son un recordatorio de aquel alter ego, Camille, que aparecía en Signo de los tiempos y hasta tiene un disco completo también archivado? ¿Cómo el jefe de Paisley Park osó guardar una versión tan perfecta como "Stand Up And B Strong", que lleva a sus vecinos Soul Asylum a otro nivel? ¿Cuántos tipos pueden combinar soul elegante, guitarra jazzera, complejas armonías vocales y una letra que habla del hijo de un tratante de esclavos, los hermanos que se matan entre sí y una cultura que celebra la avaricia y la fama como en "Running Game (Son Of A Slave Master)"? ¿No se llenaría una pista, de ser posible en estos tiempos oscuros, con la energía de "Yes"?
Es fácil perdonar la enésima conversión de "Estados Unidos" en "América". Tratándose de Prince, no importa demasiado. "One Day We Will All B Free", un día todos seremos libres, pronostica en el final. Eso aún está por verse, sobre todo en una "América" cuyo racismo está lejos de disiparse. Pero al menos estas canciones, después de diez años, son al fin libres. Prince vuelve a sonar, y suena como Prince: alguna buena noticia tenía que dejar la era de la pandemia.