Desde Lima
Fue una fiesta popular. Una fiesta andina. Una tarde de entusiasmo, júbilo y esperanza. Miles de campesinos, de pobladores de la región andina de Ayacucho, llegaron hasta la histórica Pampa de la Quinua para la juramentación simbólica de Pedro Castillo. El lugar está a casi una hora en automóvil desde la ciudad de Huamanga, capital de Ayacucho. Miles llegaron en buses o caminando desde Huamanga, desde distintos poblados, desde el campo ayacuchano. En su primer día de gobierno, el presidente peruano tuvo una recepción multitudinaria en esta región, donde ganó las elecciones con el 82 por ciento de los votos. Llegó hasta la inmensa Pampa de la Quinua, rodeada de cerros, en helicóptero desde Huamanga, a donde había viajado en avión desde Lima. Viajó con su esposa, Lilia Paredes. En el viaje, de ida y regreso, lo acompañó el presidente argentino Alberto Fernández. Con ellos también viajaron el actual presidente y el expresidente de Bolivia, Luis Arce y Evo Morales. A ellos se sumó en Ayacucho el mandatario chileno Sebastián Piñera.
Se escogió la Pampa de la Quinua para este juramento simbólico porque en ese lugar se protagonizó en diciembre de 1824 la batalla de Ayacucho que selló la independencia del Perú y de la región. El 28 de julio de 1821, el general José de San Martín proclamó la independencia del Perú, por eso en estos días se celebra el bicentenario de esa independencia, pero la confrontación continuó unos años más hasta que la batalla de Ayacucho puso fin al proceso de independencia. A ese simbolismo histórico, se agregó lo simbólico de esta juramentación frente a miles de campesinos y pobladores andinos, sectores marginados por las élites y base apoyo del nuevo presidente, de origen campesino. Ayacucho, una de las regiones más empobrecidas, fue epicentro de la guerra interna que sacudió al país en los años ochenta y noventa, que dejó cerca de 70 mil muertos, la mayoría campesinos ayacuchanos.
Un santuario
En la Pampa de la Quinua, considerada un santuario, se levanta un obelisco, rodeado por las banderas de los países de América que tuvieron ciudadanos que participaron en la independencia del Perú. Entre ellas está la bandera argentina. Al frente del obelisco hay una gran explanada, donde se levantó el estrado para las autoridades. Muchos quedaron a la espalda del estrado y no podían ver lo que ocurría porque unas telas colocadas para frenar el viento los tapaba. Se comenzó a escuchar “Castillo, el pueblo es primero”. Se detuvo el inicio de la ceremonia y se comenzaron a retirar las telas. El presidente Fernández y Evo colaboraron en esa tarea. Fernández se sentó al lado derecho de Castillo, a su izquierda Arce.
Cuando la ceremonia ya había comenzado, pobladores seguían llegando desde los cerros. La multitud ondeaba banderas peruanas y del Tawantinsuyo, con los colores del arcoíris igual a la wiphala boliviana, que representa el pasado Inca, y levantaban pancartas con los nombres de sus lugares de origen y demandas como el pedido de una nueva Constitución. El acto comenzó con el himno nacional cantado en quechua. Otro gesto de reivindicación de los pueblos originarios, lo que viene marcando el inicio de la gestión presidencial de Castillo. El presidente peruano recibió un varayoc, bastón de mando usado por los pueblos indígenas andinos. Hubo música y bailes andinos.
“En este suelo de Ayacucho se consolidó la independencia del Perú y de América”, comenzó Castillo su breve discurso. “El cielo bajo el cual lucharon y murieron por un sueño es el que hoy nos acompaña. En este día del bicentenario, el Perú rinde homenaje a esos héroes de la libertad americana y declara su voluntad para que el sueño de Bolívar, de San Martín y los próceres perviva en el hoy y en el mañana. Estamos aquí para renovar la promesa de hermandad y desarrollo”, continuó.
“Se viene tiempos nuevos, tiempos mejores si estamos cada día más unidos”, dijo el presidente, ante el entusiasmo de la multitud. “Somos un gran país y lo seremos más si somos capaces de dialogar y construir juntos el camino de paz y prosperidad. Demos la batalla por nuestro país, renovemos en este suelo donde miles murieron por la libertad de un continente la promesa de un país más justo, más digno, más humano. Rompamos juntos las cadenas de la pobreza y del subdesarrollo”, señaló.
La multitud coreaba: “Este es el pueblo, y el pueblo está con Castillo”. El entusiasmo se desbordaba. Castillo dijo que el Perú “es heredero de una historia milenaria, somos el país de todas las razas y todas las sangres”. “Frente a la memoria de los siglos y el recuerdo de la sangre americana que entregaron los héroes de la libertad, convoco a mi pueblo a luchar juntos, unidos como nación para que no haya más sueños postergados. Construyamos juntos el futro”. Ofreció “todo el espacio” en su gobierno a los pueblos originarios. Finalizó haciendo una nueva invocación a la unidad: “Ha llegado el momento de la gran unidad, ya no hay vencidos ni vencedores”.
Uno de los asistentes a esta histórica ceremonia fue el representante del Parlasur, Oscar Laborde, quien fue presidente de la misión de observadores del Mercosur en las elecciones peruanas. “En esta ceremonia en Ayacucho había una gran efervescencia, mucha algarabía. Por los pueblos, calles y plazas que pasamos para llegar hasta la Pampa de la Quinua vimos mucha algarabía en la población, mucho entusiasmo, saludaban y vitoreaban. Lo de Ayacucho ha sido la complementación popular de la ceremonia oficial en el Congreso. Este es un momento histórico, un gran desafío para Castillo. Por la relación que veo entre los presidentes, con los matices y diferencias políticas, creo que hay condiciones para avanzar en una articulación y que Sudamérica se convierta en un actor importante a nivel internacional”, le señaló Laborde a Página/12 luego de la ceremonia en Ayacucho.
Gabinete ministerial
Al cierre del evento la multitud desbordó la seguridad y rodeó a Castillo, que se fue entre aplausos y gritos de respaldo. Al momento del envío de esta nota se preparaba para juramentar su primer gabinete ministerial, encabezado por el congresista Guido Bellido (ver nota aparte). Los nombres de los ministros se mantenían en secreto hasta el minuto final. A los nombres de Pedro Francke en Economía y Hernando Cevallos en Salud, ya adelantados por Página/12 como muy probables ministros, se sumaba como casi seguro ministro de Relaciones Exteriores el exguerrillero Héctor Béjar, de 85 años, que estuvo en las guerrillas de los años sesenta y hoy es un respetado intelectual.
un respetado intelectual.