La judoca Paula Pareto dejó una huella olímpica para la historia del deporte argentino. En Tokio no pudo repetir el oro de Río 2016 pero con su trayectoria las medallas no le quitan ni le agregan nada. Afortunadamente, las atletas argentinas -a pesar de los obstáculos de todo tipo que se les presentan- no aflojan. La nadadora Delfina Pignatiello es un claro ejemplo. Tiene 21 años, nada desde que era bebé: le enseñó su mamá, Paula Beltrame, profesora de natación. Ya a sus 15 era el gran futuro de la natación. Ahora también es el presente, más allá de su participación en Tokio. Sin dudas, tendrá revancha. Gran mérito tuvo su entrenador, Juan Carlos Martín, quien supo llevarla para que no se maree desde que se hizo cargo de su trabajo, en 2014.
Pignatello tuvo una experiencia tremenda. A los 17 ya conocía países americanos y asiáticos pero no conocía la noche de Buenos Aires. Cuando sus amigas volvían de bailar los fines de semana, ella se levantaba para entrenar pensando en Tokio. De lunes a viernes se despertaba a las 5 de la mañana para nadar, a las 8 iba a la escuela y luego de nuevo a la pileta o al gimnasio. Estudiaba de noche, mientras le peleaba al sueño. Sin embargo, fue abanderada en el colegio, el Cardenal Spínola, en San Isidro. Batía récords nacionales. A la edad que los deportistas suelen competir en categorías juveniles, ya se perfilaba para las mayores.
En el deporte súper competitivo como el de los Olímpicos no se puede lograr algo sin esfuerzo. Ni siquiera clasificar. Pero las argentinas la suelen tener más complicada. Pocas veces cuentan con ingresos económicos suficientes para costear viajes, equipo de trabajo o simplemente vivir. Bien lo sabe la misma Pareto. Nunca dejó de estudiar. Alguna vez le contó a este periodista sobre el esfuerzo que hacía para rendir materias y a la vez viajar en tren desde Tigre, donde vivía, hasta CABA para entrenar y con ingresos magros. A la vez estudiaba Medicina, carrera en la que se recibió en 2014; luego se especializó en traumatología. Paralelamente logró la medalla de bronce en Pekín 2008 y fue campeona del mundo en Kazajistán (2015) y oro en los Juegos Panamericanos de Guadalajara (2011).
Belén Casetta -26 años- es nuestra representante en los 3.000 metros con obstáculos. Súper experimentada. Récord sudamericano. Llegar a Tokio fue un camino arduo. El año pasado y en el peor momento por el Covid 19 quedó varada en San Pablo, Brasil, al regresar desde Kenia, donde entrenaba. Se lo contó a Página 12. Nunca perdió su sentido de solidaridad a pesar de la situación: entendió que la gente mayor tenía prioridad para regresar al país antes que ella, que se encontraba en un hotel, donde aprovechaba para entrenar. También alertó sobre el liberalismo que veía en las calles del país presidido por Jair Bolsonaro: nadie usaba barbijos y la vida diaria era normal. “Si los demás presidentes no se ponen las pilas como se hace en Argentina, corremos el riesgo de que Sudamérica se convierta en Europa. Lo de Brasil es preocupante porque es un país hermano y si no trabajamos en equipo, por más medidas que tomemos, la situación va a empeorar. Ojalá que no. Tienen que trabajar juntos todos los países”, pidió entonces.
La nadadora cordobesa Cecilia Biagioli es otra de las referentes. La natación es uno de esos deportes en los que Argentina supo y sabe tener grandes exponentes, más allá de la mencionada Pignatiello. A los 36 años, Biagioli tiene experiencia olímpica y medallas sudamericanas. Su vida tampoco es sencilla.
Chaqueña y maratonista, Marcela Gómez, quien vive en Brasil, es récord argentino en la especialidad. Si bien no llega como la gran candidata a ganar el oro, el sólo hecho de clasificar para competir es un logro.
Podemos ir desde la esgrimista Belén Pérez Maurice hasta la gimnasta Abigail Magistrati, que con ¡17 años! es la más joven de la delegación argentina. No se puede dejar de lado a Cecilia Carranza, compañera en vela de Santiago Lange, con quien obtuvo el oro en 2016. También está el deporte en equipo, con Las Leonas a la cabeza, que llegaron con el objetivo de alcanzar el oro que nunca pudieron a pesar de su extraordinario nivel en las últimas décadas: plata en Sidney 2000 y Londres 2012 y bronce en Atenas 2004.
Afortunadamente, la lista sigue. Pero con el panorama previo, se entiende que estas mujeres superaron barreras que van más allá de lo deportivo. Los podios serían apenas la frutilla del postre para una camada de atletas que marcan una nueva época del deporte argentino.