“Estaría bueno armar una Sonoteca, que sea pública. Un espacio donde se puedan buscar registros sonoros que estén en cinta, en casete, y antes que se pierdan digitalizarlos. Si fuese municipal, podríamos hacer trabajos de territorio, en distintas dependencias y lugares de la ciudad; sólo haría falta un espacio físico, para que contenga y se pueda producir: dos piezas con tres computadoras, y una página web donde subir y desde donde descargar material para trabajos educativos. Es todo lo que se necesita”. La idea de Adolfo Corts tomó otro cariz en estos días, ya que por iniciativa de la edila del Frente de Todos Alejandra Gómez Sáenz, y el acompañamiento de Norma López y Eduardo Toniolli, el Concejo Municipal aprobó la creación de la Sonoteca Rosario.
Su necesidad es tácita, entre otras cuestiones debido al cuidado que debe hacerse del paisaje sonoro, declarado como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. A la vez, la concreción de una Sonoteca guarda una miríada de posibilidades. Como explica Corts a Rosario/12, “hace unos días un DJ me decía que no hay sonidos para hacer bases de música electrónica, algo que se podría realizar; así como armar un catálogo abierto de sonidos que la gente de teatro pueda descargar gratuitamente; ésa es la idea: almacenar, ir a buscar, y rescatar la mayor cantidad de voces posible”.
Director del sitio web http://www.sonidosderosario.com.ar/, Corts ofrece allí una realidad avanzada y concreta de lo que sería la Sonoteca –“tenemos alrededor de 20 mil horas de registros sonoros de Rosario y Santa Fe, más algunas cosas de Latinoamérica”–, donde figuran colaboraciones de archivos particulares y propios, cassettes de audios y carretes abiertos, recitales, programas de radios, charlas, manifestaciones, relatos de fútbol, lecturas. A ello se suman registros de paisajes sonoros, entre los cuales la coyuntura hoy vuelve destacable uno de ellos: “El sonido de la barranca, que ahora se derrumbó y yo bajé a grabar en abril”.
-La Sonoteca sería además un lugar de referencia, donde las grabaciones puedan tener un destino y no ir a parar a contenedores.
-¿Sabés la cantidad de casetes que levanto de los contenedores? Hemos recuperado carretes abiertos con registros como un partido de fútbol, creo del ‘64, con José María Muñoz y Fioravanti relatando Ñuls-Boca en Rosario, o recientemente un programa de (Evaristo) Monti de 1990. Mi idea es que todos los que tengan archivos de audio de programas de radio o que hayan hecho alguna vez un programa en alguna radio, nos lo envíen y los subimos. Hay un registro que me pasó (Patricia) Dibert, una caja que contiene un reportaje de (Claudio) Corvalán a Fontanarrosa en el ’90, ¡hay que subirlo! Hace poquito rescaté a Néstor Kirchner con Miguel Lifschitz, en El Círculo en 2004, cuando Néstor dice “prefiero ser un pingüino antes que un vampiro chupasangre”; ese día laburaba en el móvil que hizo la transmisión. Pero me quedo pensando en los registros de radio de la ciudad, ¿dónde están?
A Corts lo moviliza una urgencia comprensible: si no hay archivo, lo hecho (lo dicho) se pierde. “Lo importante de que sea un espacio público es que le daría una continuidad, para que no se caiga, porque cuando me muera, ¿qué hacemos?, ¿a dónde va ese material?”, señala. Por otra parte, el paisaje sonoro de la ciudad cambia con las épocas, y permanece las más de las veces escondido en los relatos, “como el laburo que hacía (Rafael) Ielpi con (Héctor) Zinni, cuando con una grabadora le preguntaban a la gente de Pichincha sobre el recuerdo de lo que había sucedido en ese lugar”. A la vez, hay algo fundamental en el decir de Corts, y que él subraya: “El audio no me pertenece, los archivos no me pertenecen. Lo que me pertenece es el registro sonoro y el trabajo, pero los audios son de la comunidad y tienen que volver allí, para que se vuelvan a escuchar”.
La puesta en marcha del proyecto depende de la Municipalidad. De acuerdo con la información en curso, la Sonoteca se articularía con distintos programas e instituciones públicas ya existentes, como el Galpón 11, el Centro Audiovisual Rosario y la Editorial Municipal, junto con otras iniciativas no gubernamentales, con el fin de generar instancias de especialización y perfeccionamiento teórico y técnico para estudiantes, docentes, realizadores y gestores culturales acerca del ámbito de la sonoridad y producir modos de circulación del material registrado.