Los controles a viajeros que llegan del exterior continúan como una de las marcas distintivas de esta etapa particular de la pandemia: una situación de contagios y muertes en baja, que permite flexibilizar algunas restricciones, y una parte del panorama que se abre optimista a partir del gran impulso de la vacunación. Pero, por otro lado, la amenaza del ingreso al país de la mucho más contagiosa variante Delta, con la certeza de que ya hay circulación comunitaria en la vecina Paraguay, y episodios como el del reciente "supercontagio" del cordobés que llegó de Perú y violó la cuarentena.
“Nos cansamos de decirle a la gente que no se confíe, que el test negativo no es suficiente. Más del 64 por ciento de las personas que ingresan a la Argentina desarrollan síntomas a los 3 o 4 días de entrar, con PCR negativo incluido”, alertó Florencia Carignano, sin ocultar su indignación por el comportamiento que, se teme, sea repetido: "No se puede ser tan irresponsable y no te puede importar tan poco el otro".
En el medio aparece la discusión entre el control más estricto, que impuso la provincia de Buenos Aires con aislamiento en hoteles, y los seguimientos telefónicos más laxos en el resto de los distritos.
Página/12 acompañó uno de los recorridos diarios que hace Migraciones desde la sede central, que abarcan la ciudad y una parte de la provincia de Buenos Aires.
Comienzos "bravos"
Los comienzos de las recorridas, a principios de julio, cuentan los inspectores, tuvieron sus momentos "bravos". Con los medios hegemónicos denunciando que "son como allanamientos ilegales", "anticonstitucionales", y hasta "vejatorios", más de uno los recibía "no del todo bien", o los increpaban, o les reclamaban cuestiones por fuera de su tarea.
Sobre todo eran diferentes las cifras recogidas: En los comienzos encontraban un 40 por ciento de viajeros fuera de sus casas (cifra que llevó en provincia a tomar la decisión del alojamiento en hoteles). Para mediados de julio el incumplimiento había bajado a un 20 por ciento, y hoy es del 10 por ciento.
"Ahora es más la gente que te recibe bien, que la que te recibe mal", hace el balance actual Arturo Trinelli, coordinador operativo de la Dirección Control de Permanencia de Migraciones. Al igual que la inspectora Luciana Dangelo, antes de estar abocados a este control excepcional, su tarea era ir a comercios o empresas para constatar que los migrantes estén en situación regular. "Con un criterio de derechos, no para echarlos, como pretendía la gestión anterior, con su decreto ya derogado", dicen.
La recorrida
Las y los inspectores salen del edificio de Migraciones, en Retiro, con planillas de recorridos que pueden abarcar unos 20 domicilios cada uno. Son entre cinco y seis grupos en cada turno (mañana y tarde, también sábado y domingo). En la ciudad de Buenos Aires, la Policía Federal acompaña las recorridas de los controles; en la provincia se suma personal del Ministerio de Salud y de la Subsecretaría de Gestión. También hay operativos coordinados desde las provincias y otras delegaciones de Buenos Aires.
Los inspectores tocan timbre en el domicilio que indica la planilla del recorrido, piden que baje la persona que viajó con documento. En el barrio de Retiro, la primera viajera que visitan los inspectores en la recorrida con Página/12, se muestra solícita. Cuenta que la llamaron "como cinco veces" para verificar que estuviera en la casa, que en cuanto se cumpla la cuarentena sacará el turno para la vacunación.
En el segundo domicilio, no hay nadie. "La señora se fue el campo", informa el portero. El segundo paso es llamar al teléfono que el viajero indicó en la planilla que llena al viajar. La señora atiende, dice que no está, no parece preocuparle el tema. Se deja constancia en un acta y se pide a un testigo que firme que la persona se encontraba ausente. Al final de la semana, Migraciones envía todas las actas de quienes estaban infringiendo la ley y, como auxiliar de las justicia, las eleva para que un fiscal considere si se pone en marcha la denuncia.
Las excusas que coleccionan los inspectores son variadas: "está durmiendo", "se está bañando", para luego no aparecer cuando les dicen que los esperan. "Salió, pero acá cerca". "Salió, pero a testearse" (algo que luego se comprueba falso). Migraciones ya denunció a un viajero porteño que volvió de Miami contagiado y no cumplió el aislamiento. "El rol del control siempre es antipático, pero estamos en emergencia. Nuestro trabajo fue presnecial durante toda la pandemia, nosotros también nos exponemos. Y es un tironcito más, hasta que llegue a todos la vacunación", dicen.
En provincia de Buenos Aires
En provincia de Buenos Aires, quienes salieron después del 1 de julio tienen que aislarse cuatro días en alguno de los hoteles de una lista --hay 101 habilitados, con más de 10 mil plazas--, luego completar tres días más de cuarentena en sus domicilios. Allí también reciben controles de Migraciones. A quienes se niegan a ir el Ministerio de Salud los denuncia penalmente, y les abre una multa que puede llegar a 4,2 millones de pesos.
"No inventamos la pólvora. Gran Bretaña, Canadá, Australia, Noruega, muchos países implementaron este sistema, que permite un mayor control", dice Agustín Wydler, subsecretario de gestión de Jefatura de Gabinete de la provincia, a cargo de buena parte del gigantesco operativo. Suele acompañar las recorridas y dice que "cada vez son más los que cumplen, los que entienden que esto no es un capricho, sino cuidarse y cuidar al otro. Pero si está el que no es solidario ni responsable, no puede dar lo mismo".
En el caso de provincia, los recorridos de Migraciones suman a Fiscalización Sanitaria del Ministerio de Salud. En este viaje llega Diego Maranino, que cuenta que, fuera de esta contingencia, su tarea es fiscalizar establecimientos de salud, desde clínicas hasta geriátricos.
En provincia hay además 34 centros de telemedicina, abocados a rastrear contactos estrechos.
El recorrido que acompaña Página/12 llega hasta Vicente López. Un matrimonio agradece, dice que sienten la llegada de Migraciones como "una forma de control buena, un cuidado". En la segunda visita, la señora plantea su desacuerdo: "es injusto, parece un castigo para el que viaja", se queja sobre los que tendrán que ir a hoteles, aunque no es su caso, porque ella salió antes del 1 de julio.
"Los controles articulados son muy efectivos, de la foto inicial que teníamos, con cuarenta por ciento de incumplimiento, pasamos a una muy distinta. Todo eso es para que no nos pase que por un grupo de irresponsables, volvamos para atrás con todo lo logrado", dicen los inspectores.
Y citan la cantidad de casos de viajeros que con el correr de los días de aislamiento, sin síntomas, vuelven a hacerse el PCR y les da positivo, con la variante Delta. Uno de ellos, el que acapara la indigación y las denuncias por estos días: un solo viajero que contagió a 13 personas, aisló a 160, al plantar, en palabras del infectólogo Hugo Pizzi “una bomba epidemiológica en Córdoba”.