“¿Qué son esos pelos que nos robaron?”, se pregunta Juana Molina, al igual que lo hicieron muchos en las redes sociales, en alusión a la campaña de intriga que utilizó Diego Santilli para anunciar su candidatura en las PASO. La similitud entre ese mechón rojizo con la tapa de Segundo era tal que en Twitter circuló un posteo que estableció la comparación. “¡Queremos nuestros derechos!”, reclama la cantautora, medio en chiste y un poco en serio, al otro del teléfono.
Mucho antes de que el hoy candidato de Juntos por el Cambio se abriera camino en la política, la hija de Chuchuna Villafañe y Horacio Molina lanzó el disco que fundó no sólo su identidad sonora, sino también un género musical: folktrónica. Así lo catalogó la prensa internacional especializada, otorgándole instantáneamente un lugar privilegiado dentro de la vanguardia artística mundial, mientras que en su propio país aún le pedían en los recitales que representara a algunos de los personajes del programa televisivo Juana y sus hermanas.
Si bien en 2020 se celebraron dos décadas de la aparición de ese álbum, la música no quiso que la pandemia le aguara el festejo. Spotify impuso el viernes como el día de los lanzamientos discográficos, pero Juana Molina, en sintonía con esa actitud tan a contracorriente de todo y de todos que la caracteriza, pondrá hoy lunes en circulación la versión en vinilo de Segundo. Sin embargo, el año pasado, durante la promoción de su disco en vivo ANRMAL, ya había encendió las alarmas.
“La decisión la tomé en la pandemia”, explica. “Cuando me reencontré con Marito (su asistente, productor de esta reedición e integrante del grupo Simples), notamos que se cumplían 20 años de la salida del disco. También nos dimos cuenta de que no nos iba a dar tiempo de reeditarlo en 2020. Entonces decidimos dejar el lanzamiento para el vigésimo primer aniversario”. Esto sucede en paralelo con el estreno de su propio sello discográfico: Sonamos.
Antes de llevar a cabo su plan, la artista tanteó cuánto interés existía de parte del público local por comprar un vinilo suyo, por lo que puso a la venta 20 copias del disco de Juana y sus hermanas. Se agotaron en menos de media hora. Algo similar sucedió con los pocos ejemplares que tenía de ANRMAL. “El problema que tengo con los vinilos que edito afuera es traerlos: por la Aduana, porque se rompen o porque saldría muy caro venderlos”, describe Molina. “Como empezaron a haber plantas productoras, fundamos el sello”.
-Durante el único recital presencial que diste en la pandemia, en febrero pasado en Tecnópolis, revisitaste básicamente el repertorio de Segundo.
-Como estábamos preparando el disco, me dieron muchas ganas de tocar esas canciones y de reversionar otras que hacía años que no tocaba. No sé si era el lugar indicado para hacerlo. Pasar a este modo pandémico, con las restricciones y el público separado tantos metros, hace todo más difícil.
-Pero fue una buena ocasión introductoria. La mayoría de ese público era bebé cuando lanzaste el disco, en tanto que otros no conocían tu performance sin banda.
-Cuando nos llegó la prueba del vinilo, me sorprendió la vigencia tímbrica, sonora y compositiva del álbum. Me parece un disco atemporal, así como una bomba. Maduró de forma muy potente. No lo digo porque lo haya hecho yo. No cambió tanto ese sonido en comparación a lo que hago ahora. De hecho, salvo por una guitarra que incorporé, uso los mismos instrumentos.
-Nunca renegaste de que llamaran folktrónica a tu música, pero la etiqueta te era extraña. ¿Hoy te hacés cargo de ella?
-Siempre pensé que esa etiqueta la ligué porque usaba elementos electrónicos, que eran simplemente sintetizadores o teclados, con la guitarra acústica. Eso le dio el toque folk. Si hubiera hecho lo mismo con una guitarra eléctrica, no sé cómo la hubieran llamado.
-¿Ahí empezaste a usar la loopera?
-Cuando hice Segundo no me loopeaba todavía. La loopera (dispositivo electrónico en el que se registran melodías cortas para luego reproducirlas y tocarlas encima) sólo la uso en los shows, nunca en los discos. De chica, a mis primeros demos los llamaba "Invento 1", "Invento 2" o "Invento 3". Eran grabaciones enteras de lo mismo hasta que se terminaba el casete: iba inventando melodías con guitarras repetitivas. En el proceso de hacer Rara, eso me inhibió porque no estaba segura de lo que hacía.
-Segundo es una suerte de respuesta a Rara, tu debut solista, al punto de que lo considerás tu primer disco. ¿Hiciste las paces con aquellas canciones que te produjo Gustavo Santaolalla?
-Fue más un problema de personalidades que de música en sí. También era el signo de los tiempos tener una banda grunge que sonara así. Hace poquito hablé con Santaolalla porque quería saber si tenía las cintas originales de Rara. Si aparecen, podemos reeditarlo como corresponde. Y recordamos esa época. Lo que pasó con ese disco es que la construcción de la producción fue suya, porque estaba muy perdida. Por eso creí que alguien tenía que ayudarme a normalizar mi sonido, que se parece más a lo que hice después.
-Entre un disco y otro pasaron cuatro años. ¿Cómo fue la transición de esa impronta indie a una más minimalista?
-Me fui a vivir a Los Angeles en la época de Segundo. Lo grabé entre el '97 y el '98 en Buenos Aires, y al año siguiente lo terminé allá. Tiene muchos años de proceso. Fue mi descubrimiento de los teclados, que me abrieron las puertas a un universo infinito.
La reedición de Segundo la conforman dos vinilos que contienen las 15 canciones del CD, aunque su mayor atractivo radica en el booklet, diseñado por Alejandro Ros. Aparte de incluir las letras de los temas, Molina, en primera persona, cuenta cómo sucedió esta reivindicación del disco que la transformó en una de las artistas más internacionales que tiene hoy la Argentina. También incluye una extensa entrevista con los protagonistas del álbum, firmada por Roque Di Pietro e ilustrada con fotos de la época.
-Si tuvieras que elegir la canción fundacional de esa etapa, ¿cuál sería?
-“Mantra del bicho feo”, “Martín Fierro”, “Quiero”, “Sonamos”, “El desconfiado”… Hasta “MedDlong”, que es un instrumental completamente ignorado, es parte de quien soy. Ese disco me representa en su totalidad, por eso lo quiero tanto.
-Muchos artistas pasan toda su vida intentando encontrar su identidad musical. Vos la conseguiste y seguís proponiendo desde ese espacio. ¿Qué te llevó a confiar en ese camino?
-Más que confianza, lo llamaría entrega. No sabía que iba a ser un disco, simplemente grababa. Fue un proceso lentísimo que tuvo muchas capas, por eso fue difícil de mezclar. No me olvido más del día en el que me pregunté cómo iba a hacer para grabar todo eso de vuelta. Ahí me di cuenta de que ése era el disco. Me dio un ataque. Había canciones que estaban pésimamente grabadas. Además, usé varios sistemas de grabación: casete, ADAT, computadora, portaestudio. Hay de todo. Cuando hice Tres cosas, se lo di a alguien para que lo mezclara. Lo limpió tanto que era como verles los hilos a las marionetas. Al final, lo mío es eso: una superposición constante de melodías, ritmos y arreglos que se me ocurren hasta que digo: “¡Basta! Esto va a ser un quilombo”.