Sebastiano Mauri pertenece a una familia ligada al arte plástico, la literatura y a Pier Paolo Pasolini. Su padre, Achille, es editor de libros y autor de la novela Sorpresa. Su tío, Fabio Mauri (1926-2009) cuyas performances contra el fascismo impactaron a nivel mundial fue compañero de liceo y universidad y el amor platónico de Pasolini. A su vez, su tía, Susana, enamorada apasionadamente de Pasolini, lloró durante días enteros cuando por una carta el gran poeta y cineasta italiano le contó que la felicidad de su vida era ser comunista y homosexual. Sin embargo, fue la misma Susana, quien defendió a Pasolini cuando fue echado del Partido Comunista acusado de pedofilia. Valerosamente se presentó al tribunal aduciendo ser su novia y declarando que los cargos eran imposibles porque tenían una actividad sexual diaria y desenfrenada. Fueron amigos incondicionales toda la vida
Con estos antecedentes Disfruta del problema tiene necesariamente reminiscencias pasolinianas. Ambientada en los años noventa, entre New York e Italia, la historia del aspirante a cineasta Martino Sepe es una novela de educación para convertirse en un gay orgulloso. Para ello son centrales las imágenes del cine, las letras de las canciones y las fiestas y los yires callejeros por New York. Pero, sobre todo, una figura que hubiera fascinado a Pasolini: Lina, la sencillera niñera pueblerina, que es la sabedora desde el comienzo de la verdad y la única que alienta a Martino a relajarse y gozar, a disfrutar de aquello que solo los demás plantean que es un problema.
Es obvio que la novela tiene componentes autobiográficos. ¿Qué es la ficción para vos?
-La ficción es una estrategia para llegar más a fondo de la verdad. El personaje que presentamos al mundo, al que ponemos nuestra cara, nuestro nombre sabemos muy bien que tiene porciones de mentira, tiene facetas que vamos corrigiendo todo el tiempo para los otros piensen de uno lo que queremos. Es decir, vas vendiendo una imagen a los otros. Cuando vos hacés una autobiografía o una autoficción, cuando vos ponés tu nombre al protagonista del cuento o de la novela podés terminar víctima de las mismas mentiras y de las máscaras, de los mismos esquemas. Por ello yo uso el alter ego, la figura de “estoy hablando de este otro tipo”. Eso permite ir al fondo de la verdad, contar una historia más verdadera.
¿Cuáles son tus referentes literarios?
-Tengo referente muy claros. Uno de ellos es David Sedaris. Todos sus libros pueden ser capítulos de una misma y única novela que es su vida. Sedaris pone al personaje principal de la ficción su propio nombre, el de sus hermanas, sus hermanos. Tanto que terminás conociendo a su familia como si fuera la tuya. Tuvo mucho éxito y ahora Sedaris relata que cuando habla por teléfono con su familia, la conversación se reduce a “¿Cómo estás? Bien, yo sigo bien. Nadie le cuenta más nada. (risas).
¿Vos tuviste reproches de tu familia?
-Un poco sí, un poco no. Y a mí también controlan lo que me cuentan. Pero cuando se quejan de algo que narré en una novela, yo contesto: pero no conté esta otra cosa. Entonces siempre tengo maneras de tenerlos tranquilos. Es una amenaza constante tener un escritor en la familia. Siempre puedo extorsionarlos con otros momentos o recuerdos. (risas)
El cine ocupa un lugar central en la novela en el reconocimiento de la sexualidad del personaje. ¿Cómo te parece que ha influido e influye en la vida de los gays?
-Es un arma de doble filo. Por un lado, puede y ha ayudado a una vida mejor. La representación te puede ayudar a no sentirte transparente. Antes de internet era muy difícil saber dónde estaban las otras personas gays. Uno creía que el único gay en el universo. Pero en la historia del cine todos ellos que fueron grandes éxitos, aparte de algunas excepciones, salvo comedias paródicas como Priscilla y la reina del desierto o In & out siempre hay un final trágico. Y eso deja efectos secundarios sobre la subjetividad.
¿Qué efectos secundarios, por ejemplo?
-Yo he escuchado decir a mi madre cuando hice mi salida del clóset: “Lo siento por vos, porque tu vida va a ser mucho más difícil”. Pero solo se vuelve una vida más difícil porque la sociedad la vuelve más difícil porque no hay ninguna otra razón para que la vida sea más difícil por ser gay. Nos cuentan que es una vida más difícil y lo cuentan tanto que el discurso cinematográfico, las películas más importantes de la historia del cine, las que gastaron premios no hay final feliz y la pareja no queda en pie.
¿No te parece que esto cambió en los últimos años?
-La novela la escribí en el 2012. En estos años hay una multiplicación de los estereotipos, pero por lo menos hay varios estereotipos, no uno o dos. Hasta hace poco era imposible contar la historia de dos varones, de dos mujeres, trans, dos personas de la comunidad LGTBIQ+ que tuviera un final feliz. No era contable, no interesaba o no cerraba el círculo entre escritor, director y productor. O los críticos. El círculo cierra solo si termina en tragedia. Entonces el mensaje era: si no te juzgo, es una vida de mierda… No como la de la clásica parejita hetero que generalmente terminan felices y contentos. En ese sentido, muchas de las películas que nombro no son películas maravillosas. Se necesita más variedad.
En este sentido, el cine de Pasolini siempre fue diferente. En películas como Teorema o las que componen la trilogía de la vida, la homosexualidad es una categoría política ¿En qué lugar lo pondrías?
-El cine de Pasolini es un cine que va más allá de lo visto, del lenguaje, de la escritura. Representa el coraje de representar. Su película Saló muestra la representación del mal, de la sed de poder. Pasolini siempre fue un personaje por fuera de todas las categorías. Lograba decir en la cara del sistema. Se movía también por fuera de lo que era la izquierda en ese momento representada en el Partido Comunista que era muy homofóbico. Lamentablemente su asesinato irresuelto produjo un juicio moralista de todos lados, también de la izquierda del estilo “te lo fuiste a buscar. ¿Qué hacías en esos rincones". Como si la vida de Pasolini fuera la confirmación de ese único final posible. Su asesinato fue político. Inventó un lenguaje nuevo, siempre incómodo. Todavía no hemos terminado de aprender todo lo que tenemos que aprender de Pasolini.
En varios sentidos, tu novela me parece una novela del siglo XX. ¿Cómo lo percibís vos?
-Sin dudas es así y donde uno de los protagonistas de la novela es el New York de los años 90 que ya no existe. En ese sentido la novela es casi un documento histórico de los años de Sex and the City para dar una referencia pop. Después llegó el 11 de septiembre y el enorme cambio que produjo. Y ahora la pandemia. Presumo que ya tendrá su renacimiento, sus nuevos locos años veinte, como aquellos años salvajes después de la primera guerra mundial. Ahora quizás venga un poco de eso pero vamos a bailar una danza macabra.
¿Cómo te parece que es ahora el mundo erótico de New York y cómo se diferencia del que describís en tu novela?
-Hace muchos años que no vivo en New York. Lo que seguro diría es que lo que maneja ahora la cartografía erótica son las app. En los años noventa, no existía nada de todo esto. La gente se encontraba en carne y hueso. Salías con tu cuerpo a buscar carne para el placer o amor. Ahora muchos se quedan en casa eligiendo desde su celular. No tiene que ver con New York. Tiene que ver con el mundo entero desgraciadamente tecnologizado.
El personaje de Lina, esa niñera sencilla de cultura popular y el único personaje redentor de la novela, ¿no parece muy pasoliniano?
-Sí. En ese mundo de locos, de Locos Adams, un camino distinto es paradójicamente el de una mujer atada al pasado, a las tradiciones. Pero con el tiempo había sido la más sabia, la que había entendido todo desde el principio. Pasolini defendía esa sabiduría popular de la simplicidad. Lina es un personaje en esa tradición. Está absolutamente inspirado en mi verdadera niñera. No es un personaje romanticizado. Era así. El retrato no lo hice yo, se lo ganó sola.