Día de la pachamama en Floresta. Pre-escucha de un disco profundo, recorrido por antiquísimas sonoridades del Noroeste. La situación no es lo que se dice “rara”, pero sí un tanto atípica por dos motivos, más allá de la natural paradoja geográfica. Por un lado, lo infrecuente que sigue resultando aún el cara a cara social y musical, tras tanto aislamiento. Por otro, el mero hecho de sacar un disco en formato físico, en tiempos que, muy pero muy infelizmente, tampoco se caracterizan por eso. De las dos excepciones –de ahí lo de atípico-- se tomaron Eva Sola y Nadia Szacheniuk para adelantar la presentación de Vidala en mi zamba, flamante y segundo disco del dúo. Copetín de empanadas y vino mediante, ambas cantaron, hablaron y pasaron el disco ante no más de cuarenta escuchas, favorecidos por el sonido envolvente de los estudios Romaphonic.
“El disco suena antiguo, primitivo. Fue lo que quisimos transmitir”, explica Eva, cantora y tocadora de caja, al igual que su compañera Sonia, cuyas palabras desarrollan la intención: “Sí, el trabajo tiene una identidad marcada. Es criollo, es antiguo, es tradicional. Hay una frase que me gusta mucho, y tiene que ver con lo que grabamos: 'la tradición no es la adoración de las cenizas, sino la preservación del fuego'...”, refrenda Szacheniuk, citando al bohemio Gustav Mahler.
Tras el introito en palabras, el dúo entrega un desnudo y anónimo canto con caja a dos voces. Es la única pieza en vivo. Escuchan y observan Juan Falú, Camilo Carabajal, amigos, amigas, y la banda que las acompañó en el viaje hacia las vísceras del NOA: Seva Castro en guitarra y charango; Santiago “Tarco” Arias, en bandoneón, guitarra y ronroco, y el experimentado percusionista Facundo Guevara. “El desafío particular de este repertorio fue encontrar el toque justo para que las piezas digan algo nuevo, pero sin pecar de modernos o pretenciosos”, asegura él.
El resto lo explica la escucha colectiva. El sonido es cálido, sutil, muy tolerante a las múltiples texturas con que dúo más banda van tejiendo una manera singular de bordar las músicas de raíz. Hay de todo. Calma, hondura e introspección. Baile y carnaval. Baguala, chacarera, carnavalito, zamba y copla vidalera. La primera pieza en sonar es “La atamisqueña”, antigua zamba de Felipe Corpos y Andrés Chazarreta. Le sigue una profunda evocación de “Te'i de querer”, tremenda vidala del Robert Johnson del arte nativo --Chazarreta, claro--, mientras un collage de imágenes va colocando a las músicas en su paisaje. Casas de adobe. Soles que se cuelan entre ramas de algarrobos, o de chañares. Cardones y cerros.
Entremedio, emerge un redescubrimiento con perfume de mujer de un viejo tesoro, la “Chacarerita doble” que Carlos Gardel grabó en 1921. Y tras ella, una seguidilla telúrica al tono: la invencible zamba “Criollita santiagueña”, que se sigue dejando visitar aún después de la versión de Mercedes Sosa; una chacarera para lucimiento de la banda toda (“Cachi Mayu”, de los Hermanos Abalos), con imágenes de tomas en vivo de su grabación, y el cierre con aquel “Ya me voy” que Aretz le grabó a Aurora Saravia en su viaje por el Noroeste de 1952.
“Vidala en mi zamba tiene perfume de carnaval, cajas chayeras, y piso de tierra. Se nutre de la boca del pueblo y del paisaje pasado, del gusto de cantar a dos voces, nuestra infancia en Salta, un viaje iniciático a Santiago del Estero, y el amor por lo anónimo y popular”, vuelven ambas en palabras. Le asisten tales, no solo a este trabajo, sino también al que marcó el debut del dúo: el asombroso Vidala, cuya impronta es bastante similar al reciente en sus coplas, y bailecitos; en sus comparsas y cantos con caja. En la senda, al cabo, marcada por Isabel Aretz y Leda Valladares, y resignificada por cantoras contemporáneas como Miriam García o Silvia Iriondo.
Nacidas en Salta, Eva y Nadia se conocieron en plena urbe de La Linda cuando tenían trece años. Eva tocaba violonchelo barroco, y Nadia cantaba lírico, pero también popular, distancias que se fueron acortando hasta llegar al primer disco, del que participó Falú en guitarrón y –otra vez— Guevara en percusión, y que se alzó con un Premio Gardel en el rubro “Mejor Album Nuevo Artista de Folklore”, en 2012. “Si bien nuestra interpretación es más bien tradicional y fiel a ciertos rasgos originales de cada especie que abordamos, nuestra mirada y estética interpretativa está tamizada también por nuestra experiencia y formación profesional en la música que comprende otros géneros musicales. Sin embargo, no es música de fusión de estilos ni de géneros. Nuestra mirada es moderna y contemporánea, pero sobre lo antiguo”, epilogan ambas, englobando los dos capítulos en uno.