La ratificación de Sabrina Ajmechet como precandidata a diputada nacional es una muestra más de que Juntos por el Cambio está decidido a desconocer la historia de la Argentina como referente internacional en materia de derechos humanos. La historiadora no solo relativizó la soberanía nacional sobre Malvinas y justificó la represión de La Noche de los Lápices, sino que, en una operación mediática que intengó demonizar la administración del Museo Sitio de la Memoria ESMA, cuestionó “si lo que sucedió en la Argentina (durante la dictadura) fue un genocidio y si corresponde hablar de crímenes de lesa humanidad”.
El hecho ocurrió en julio de 2019 y fue un capítulo más de los intentos del gobierno de Mauricio Macri de instalar en la opinión pública la Teoría de los dos demonios. La postura de la docente de la Universidad de la Ciudad (Unicaba) que lamentó no atropellar alumnos del Colegio Pellegrini fue publicada en un artículo de Clarín y en una posterior entrevista por TN, donde recibió el respaldo explícito del entonces secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj.
En ese texto, la ahora precandidata del PRO denunció que, durante una visita con sus alumnos al Museo Sitio de la Memoria ESMA, un guía le “prohibió” hablar porque lo que había ocurrido allí solo podía ser contado por “una voz oficial”.
Pero el tema de fondo fue otro: cuestionar la existencia de “una única voz” en la ESMA y proponer, so pretexto de “contextualizar” la dictadura, que en el relato histórico de esos años se incluyan a algunos autores que intentan equiparar la violencia de las organizaciones revolucionarias con la del gobierno militar de facto. Es decir, instalar la idea de que el terrorismo de Estado fue consecuencia necesaria de los años previos de violencia.
Por esos días de intentos de reelección, el gobierno de Mauricio Macri cuestionó una y otra vez a los organismos que administraban los sitios de donde funcionarios centros clandestinos de detención. En su desprecio a la lucha por la memoria, verdad y justicia, el propio ex presidente había hablado de “los curros de los derechos humanos” y su secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj, respaldó homenajes a soldados asesinados en operativos revolucionarios.
“Para entender la ESMA es necesario entender qué pasaba en ese momento en la Argentina y qué pasaba en los años previos porque, si no, no podemos comprender cómo se llegó a las atrocidades que ocurrieron allí adentro”, señaló la historiadora a la que centenares de personalidades de la educación y organizaciones gremiales y políticas exigieron su renuncia tras sus dichos sobre Malvinas y el atropello a estudiantes secundarios.
En diálogo con Página/12, Graciela Daleo, sobreviviente de la ESMA, rechazó la interpretación “presuntamente democrática” de contextualizar la historia para entenderla de una manera más amplia. “Para una construcción de una visión de la historia hay limitaciones y elección de voces. Y esto es un posicionamiento político e ideológico sobre los hechos”, indicó.
“Cuando uno va a Auschwitz o a cualquier campo de concentración, la voz a la que se apela es a la de aquellos a quienes los perpetradores del régimen construyeron como víctimas. No se apela a la voz de Hitler, Himmler o Goebbels. Es decir, no están todas las voces porque no se incluyen las de los perpetradores”, fundamentó. Y en este sentido, lo que se consensuó para el recorrido del centro clandestino de detención ESMA fue “tomar la voz de los victimizados”.
La mentada contextualización "tiene que ver con qué hecho y en qué acontecimiento o momento histórico uno ancla la contextualización", agregó. "Una cosa es contextualizar la dictadura a partir de 1970, como dice la sentencia en la causa 13, que ubica ahí ‘el origen de la violencia’, y otra es si uno ancla el análisis de ese período en el bombardeo a la Plaza de Mayo de 1955, una de las máximas expresiones de la instalación de las Fuerzas Armadas asociadas como socias ejecutoras de los grupos dominantes para el control del Estado”, completó.
Avruj participó de la entrevista a Ajmechet en TN, se despegó de cualquier vínculo posible con las organizaciones de memoria que administran la ESMA y se despachó “de acuerdo con Sabrina”, no sin lamentar que ante “cualquier avance (que se intente en ese sentido) sos sindicado con la Teoría de los dos demonios”.
Miriam Lewin, también sobreviviente de la ESMA y titular de la Defensoría del Público, cuestionó estos presuntos intentos de replantear la historia que el macrismo suele reflotar en campaña. “Muchas veces se recurre al pretexto de la ‘contextualización’ como si las violaciones, los robos de bebés y de propiedades, las torturas y los vuelos de la muerte pudieran ser relativizados si se entiende que hubo organizaciones guerrilleras en la Argentina. Es decir, se intenta justificar que el Estado, en lugar de arrestar y juzgar, se haya convertido en terrorista”, definió a Página/12.
Pero la osadía de Ajmetchet no quedó ahí: puso en tela de juicio la existencia de un genocidio en la Argentina. Sobre lo que pasó durante la dictadura “hay discusiones y desacuerdos –afirmó-. Del que más hablamos todos tiene que ver con el número (de 30 mil desaparecidos) pero no es solo la cuestión del número sino también si lo que sucedió en la Argentina fue un genocidio o si corresponde hablar de crímenes de lesa humanidad”.
“Son discusiones que están presentes”, insistió a pesar de que el carácter de lesa humanidad de los delitos cometidos durante el genocidio fueron juzgados como tales en el Juicio a las Juntas, de 1985, un proceso histórico solo comparable a los juicios de Nüremberg. Además, la calificación de genocidio fue reconocida por tribunales en al menos 40 causas contra represores.
Nora Cortiñas, de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, también repudió los dichos de Ajmechet. “Si en el Siglo XXI hay alguien que quiere pensando que aquí no hubo un genocidio, es porque nunca le interesó la historia de los terrorismos de Estado”, dijo a Página/12.
“Hay documentos, convenciones y declaraciones internacionales que explican esa figura. No necesitamos desarrollarla para hacérsela entender a una persona que no entiende el drama de la historia”, añadió y calificó a la candidata de Juntos por el Cambio como “una persona que tiene un pensamiento reaccionario y negacionista”.
El Artículo II de la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio adoptada por Naciones Unidas dice que se entiende por genocidio los actos “perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso”.
Sin embargo, para favorecer su argumento, Ajmechet hizo una interpretación intencional. En su artículo dijo que esa figura solo aplica a esas situaciones “en las que las personas son víctimas toda vez que son perseguidas por una característica que no eligen tener”. Y sostuvo que, por el contrario, las víctimas del terrorismo de Estado sí eligieron tener las características por las que fueron desaparecidos: sus ideas y prácticas políticas. “No sólo eligieron sino que sintieron orgullo al elegir”, remató.
Para el sociólogo e investigador del Conicet Daniel Feierstein “no es correcto el planteo de Ajmechet, de que el genocidio implicaría un proceso de aniquilamiento con respecto a una identidad que ‘no se elige’”.
En rigor, agregó, “el debate de fondo es cómo concebir el proceso de aniquilamiento”. "Si se lo concibe como destrucción que apunta a transformar al conjunto del grupo nacional, es lo que está detrás del ‘Proceso de Reorganización Nacional’, que en los propios documentos militares plantea que se propone una transformación de la identidad del conjunto de la nación”, la definición se encuadra en lo que dice la Convención de la ONU, explicó a Página/12. Es decir, hubo un genocidio.
Respecto de la figura lesa humanidad, se trata de “un concepto mucho más amplio que nadie cuestiona”. De la misma manera, no debiera ponerse en tela de juicio la existencia de 30 mil desaparecidos. Esta cifra “sigue siendo sensata como estimación del conjunto de personas que pasaron por campos de concentración y que no necesariamente implica el conjunto de personas asesinadas”, fundamentó.
Feierstein consideró que con este tipo de planteos y replanteos, el macrismo intenta “desconocer” la legislación internacional en materia de derechos humanos, aunque “no así en el caso de Ajmechet, que abre un debate con el que no acuerdo en sus posiciones pero que resulta legítimo”.
Nora Cortiñas lamentó la aparición de planteos como el de la ahijada política de Patricia Bullrich. “A una le duele que todavía en la Argentina haya que discutir estas cosas que ya están definidas. Con planteos de ese tipo, no se avanza hacia ningún lado serio ni ético”, reflexionó y le envió un mensaje a la historiadora: “Todo está escrito y comprobado. Yo le recomendaría que lea un poco más de historia”.