Los casi dos años que pasaron entre el Mundial de China y los Juegos de Tokio resultaron una eternidad para la Selección Argentina de básquet, que se despidió este martes de la cita olímpica con una derrota récord ante Australia por 59-97 en cuartos de final.
La caída significó además un adiós antes de lo esperado para Luis Scola (7 puntos, 2/7 en dobles y 1/3 en triples). En sus quintos Juegos Olímpicos, el "Gran Capitán" salió a falta de poco para el final y se ganó los aplausos de todos los presentes en el Saitama Super Arena, lo que obligó a detener las acciones por casi un minuto. Luifa no pudo evitar las lágrimas ante tamaño contexto.
"Me tomó con la guardia baja, no me lo esperaba. Pensé que iba a terminar el partido jugando... Uno por ahí espera que tus compañeros, los entrenadores te reconozcan y en un momento levanté la cabeza y vi a los rivales, los periodistas, la poca gente que había en la cancha y me golpeó un poco. Lo agradezco de corazón", declaró a la Televisión Pública el último estandarte de la Generación Dorada que desafió a la historia en Atenas 2004 y rompió con la hegemonía estadounidense.
La autocrítica de Hernández
"No imaginábamos un final así, no imaginábamos un partido así. Imaginábamos un partido más parecido al primer tiempo donde ellos dominaron, porque están en un mejor momento que nosotros, y que nosotros tuviéramos que remar y por una cuestión de carácter llegar al final con alguna chance. Pero bueno, el desgaste físico, la lesión de Garino, el tema de Deck que nunca pudo recuperarse del tema de la covid. Nos hizo perder juego, lucidez y si tenemos que hacer un análisis del torneo no pudimos tener nunca volumen de juego, no encontramos la rotación. Y acá están los mejores del mundo y nosotros no estábamos a la altura por varios razones", reflexionó el entrenador Sergio Hérnandez.
No le hizo nada de justicia la postergación pandémica al equipo de "Oveja", que mostró una versión completamente alternativa de la que le valió el subcampeonato en 2019. Si en China la Selección brindó un espectáculo para el recuerdo y la emoción, con un estilo de juego colectivo notable, niveles individuales altísimos y una defensa de alta gama, en Tokio le salió todo al revés. Y Australia se lo cobró con intereses punitorios, otorgándole la derrota más abultada de su historia olímpica (la anterior había sido con EE.UU. en Atlanta 1996 por 68-96) y con un goleo que no era tan bajo desde Helsinki 1952 (59-68 con Uruguay).
Un comienzo prometedor
Había comenzado como para ilusionarse la historia de este martes, con la novedad de una Argentina haciendo transpirar a su rival desde la defensa, cosa que no había sucedido hasta el momento. Australia jugó a hacer correr la bola, con posesiones largas en busca del lanzador mejor ubicado, pero se le hizo muy difícil vulnerar al gran despliegue de la Selección en el arranque. Prueba de ello fue que Patty Mills (18 puntos), la carta goleadora de los Boomers, recién tomó su primer tiro a los 4 minutos.
Por el contrario, el ataque albiceleste fue rápido, con Campazzo (9 puntos, 3/5 en dobles, 1/5 en triples, 5 asistencias y 6 pérdidas) rompiendo y descargando para que sus compañeros tomen el tiro casi sin pensarlo o, en todo caso, definiendo él mismo. El cordobés se tuvo que despegar de la áspera marca inicial de Matthew Dellavedova, quien le hizo personal de toda la cancha para que le cueste recibir la pelota.
El factor Thybulle
Sin el gigante Aaron Baynes -lesionado-, Australia puso todas sus fichas en el tiro de larga distancia, algo que con el correr de los minutos fue encontrando. Pero recién con el ingreso del especialista defensivo Matisse Thybulle (12 puntos, 5 rebotes y 3 tapones) se puso en partido. Con el de Philadelphia 76ers en cancha, a Argentina se le hizo mucho más difícil anotar: del primer cuarto con ventaja de 22-18, la progresión fue de 11-21 en el segundo, 15-21 en el tercero y 11-37 en el último.
El triple, la perdición
Lo que le siguió al primer parcial fue una completa desesperación del equipo nacional, reflejada en los arrebatos individuales que buscaban romper la sequía en ataque. Sin idea alguna de juego colectivo (13 asistencias y 17 pérdidas), la dependencia del tiro de tres puntos fue la perdición, pero no por ser el tiro de menor porcentaje del básquet per se, sino porque no fueron producto de una elaboración previa, sino apresurados e incómodos. Argentina llegó como el equipo de peor porcentaje en triples al partido y se fue en idéntica ubicación. Tiró 8/30 para un 27% de acierto (contra un fatal 17/38 y 45% de los australianos), mientras que en el torneo promedió 31,8 intentos (4º en el rubro) para un 29,1% de eficacia.
Pero a pesar de lo mal que la pasaba el equipo, la diferencia de 12 para entrar al último cuarto mantenía la esperanza. Claro que Australia se encargó de apagarla sin la más mínima piedad. Tuvieron que pasar más de 5 minutos para que Argentina encuentre sus primeros puntos del cuarto. Para entonces, la historia estaba 79-48 con un parcial de 19-0 de los océanicos y el único deseo en pie era que todo terminase lo más rápido posible. Los "Boomers" se medirán en semis con Estados Unidos, mientras que el otro cruce lo animarán Francia y Eslovenia.