Traidora, sobreviviente, ícono
“Durante cinco siglos, la enigmática figura de la Malinche ha sido objeto de disputa, venerada y vilipendiada con mismo fervor, a pesar de existir poca información sobre su vida, ninguna en primera persona. Al examinar el legado de esta mujer, desde el siglo XVI hasta la actualidad, esperamos iluminar distintas facetas de su historia, que permitan a la gente formar sus propias impresiones sobre quién era, cuáles fueron sus luchas, con qué situaciones tuvo que lidiar”. Palabras de la curadora Victoria Lyall, que trabaja de sol a sol para inaugurar a principios del año que viene, 2022, la muestra Traitor, Survivor, Icon en el Museo de Arte de Denver, Estados Unidos. Muestra que revisará la compleja herencia de quien fuera malmirada por traidora, reverenciada por superviviente, proclamada madre del México mestizo amén de su hijo, primogénito de Hernán Cortés. Recuerda Lyall que, fluida en los idiomas náhuatl y maya, La Malinche “aprovechó hábilmente sus dotes lingüísticas para sobrevivir, aprendió español y rápidamente se volvió indispensable para Cortés, tras ser ‘obsequiada’ al invasor español siendo una muchacha esclavizada”. Recuerda además cómo pasó a la historia: cómplice en la sangrienta, brutal conquista del imperio azteca, ayudando a Hernán C. a trabar y destrabar alianzas con pueblos originarios en calidad de traductora y algo más. “Debido a que no hay registros en su propia voz -ni siquiera sabemos su verdadero nombre-, la intención es contrastar la leyenda con las condiciones materiales reales, ver cómo fue apropiada y adaptada su imagen y pensar a qué responden las representaciones culturales y políticas más pregnantes”, anota la institución, que presentará 68 obras creadas por 38 artistas de México, Francia y Estados Unidos en la venidera muestra sobre la controvertida Malinche, que pretende revisitar a la histórica damisela para repensar “nociones como empoderamiento femenino, indigenismo e identidad nacional en las Américas”, según adelantan sus organizadores.
Atracción nada atractiva
Prometía vistas gloriosas desde una colina exuberante con pico de 25 metros de altura con tan abundante vegetación que rivalizaría con cualquier paraje selvático natural. Y sin embargo, en menos de lo que canta un gallo, el Marble Arch Mound tuvo que cerrar, no sin antes recibir el título de “la peor atracción londinense en toda su historia”… Y eso que costó al ayuntamiento de Westminster un buen dinero: dos millones de libras abonaron las autoridades al estudio de arquitectura holandés MVRDV por lo que acabó siendo un fracaso estrepitoso, fallidísima iniciativa. “Den a la naturaleza tiempo de asentarse y crecer”, fue la defensa que improvisaron las mentes detrás de lo que el público definiera como “poco más que un montículo de tierra”. Cuyos 130 escalones en pleno contexto “agreste” solo podían escalarse pagando una tarifa ridícula, de 8 billetes, que hoy está siendo reembolsada hasta próximo aviso, cuando efectivamente haya suficiente verde para que se justifique invertir en la “experiencia”. La intención detrás de la propuesta -donde lo frondoso brillaba por su ausencia, dicho está- era atraer a la gente a Oxford Street, área que ha perdido el 17 por ciento de sus tiendas, cerradas definitivamente durante la pandemia. A años luz de concretar su misión, el cacho de hierro, escombros, césped y algún arbolito solitario acabó volviéndose motivo de mofa descarnada, recibiendo un torrente de burlas en redes de parte de usuarios que hicieron saber su decepción frente “a un bodoque medio pelado que no lleva a ninguna parte” o “un lugar que recuerda al set de los Teletubbies”. “Continuaremos adaptando y mejorando la atracción al aire libre más nueva de Londres y resolveremos los problemas iniciales”, ha hecho mea culpa el ayuntamiento. Frente a un revés embarazoso, la mejor de las caras.
Noé ya tiene violín
A diferencia del arca mítica que Noé construyó a pedido de Dios tras ser informado del gran diluvio universal, cargando animalitos en pares para repoblar al mundo, el “Violín de Noé” que flotará por los canales de Venecia el venidero septiembre tiene un fin más modesto: acercar la música a la gente. Creado por el escultor local Livio De Marchi, conocido por sus diseños excéntricos (embarcaciones de madera con forma de zapato o de automóvil, por citar algunos ejemplos), la flamante invención hace honor a su nombre de bautizo: luce exactamente como un violín, enorme con sus 12 metros de largo y 4 de ancho. Pero, obvio es aclarar, el instrumento de cuerdas flotante no será maniobrado por ningún gigante. Más bien, como explica el artista, “acogerá a dos parejas de músicos del Conservatorio di Musica Benedetto Marcello que tocarán composiciones del maestro veneciano Antonio Vivaldi, en su memoria”. Según el hijo de Livio, Mattia, que sigue los pasos escultóricos de papá De Marchi, “es una obra que simboliza el renacimiento de la ciudad, porque Venecia está más viva que nunca”. Una oda, en definitiva, a la resiliencia italiana tras las penurias pandémicas; en especial, la de sus músicos, que la pasaron canutas al caer en picada sus oportunidades laborales. “Espero que este violín-barca, el más grande del mundo, viaje por todo el mundo. Después de todo, está hecho a partir de piezas que se desmontan fácilmente y que pueden transportarse sin ningún inconveniente”, sueña en voz alta Livio, que presentó en sociedad el navío los pasados días, en el viejo astillero Lucchese, en la isla de Giudecca. Por lo demás, aún no ha precisado qué repertorio sonará desde el navío, aunque sí agradeció el aporte vital de los vecinos que le dieron una manito para completar la pieza cuando se volcó a la colosal faena a fines del 2020.
Musa de trompa larga
En un día cualquiera, la Casa Museo de Rembrandt invita a conocer el trabajo y la historia de este maestro del barroco; por tiempo limitado, sin embargo, una paquiderma llamada Hansken será la estrella de la galería, antaño hogar del gran artista neerlandés. Hasta fines de agosto, para más precisiones, se expone la muestra Hansken, la elefanta de Rembrandt, que para evitar tempranas confusiones, aclaramos: obviamente no fue mascota del pintor. Pero sí “la observó de cerca y con sumo interés, retratándola en varias oportunidades, en obras que prestan atención a sus cabellos cortos, los pliegues de su piel, el movimiento de sus pies, de su tronco”, dice Leonore van Sloten. Curadora que explica que, aunque oriunda del sur asiático, “Hansken era famosa en toda Europa tras recorrer a mediados del siglo XVII el continente como atracción circense de mercados, ferias”.
En efecto, la pobre mamífera de trompa larga entretuvo a multitudes saludando con sombrero, echándose cuando se lo ordenaban, flameando banderines durante añares; incluido a Rembrandt, más encandilado por el animal en sí mismo (era la primera vez que veía a un elefante, no había zoológico aún en Ámsterdam) que por el show que se montaba a su alrededor. Rápido de reflejos, el artista sacó la carbonilla, dibujándola varias veces entre 1637 y 1641.
La paquiderma, por cierto, había nacido en 1630 en lo que actualmente es Sri Lanka, y fue trasladada al Viejo Continente cuando apenas tenía 3 añitos, en una difícil travesía que se prolongó por 7 meses por agua. “El viaje resultó muy duro por la falta de alimento adecuado y de agua suficiente. En la bodega del barco había también un leopardo, un ave casuario y un ciervo moteado. Una vez en la ciudad, la falta de conocimientos llevó a juntar a los cuatro animales y fue un desastre: el leopardo mató al casuario y Hansken se sentó encima del ciervo”, cuenta van Sloten al diario El País. La elefanta arribó como obsequio para el príncipe Frederick Henry, y fue pasando de mano en mano hasta que un comerciante decidió sacar dividendos de su inversión, emprendiendo penosa gira con Hansken tras enseñarle unos cuantos trucos. “Estuvieron en Alemania y Francia, cruzaron los Alpes en dos ocasiones y ella cargaba con el dueño y el equipaje. Se llevaban bien, pero fue una vida de padecimientos”, señala la experta.
En el marco del penoso tour, en 1637, hicieron parate en una plaza de Ámsterdam, donde la vio Rembrandt por primera vez, improvisando un bosquejo in situ. “Un año después, realizó un grabado bíblico donde la serpiente del Paraíso es un dragón que tienta a Adán y Eva, y añadió un elefante, supuestamente inspirado en Hansken, como símbolo del bien y de la castidad, pues se creía que estos animales carecían de impulso sexual”, aporta Leonore. Y aclara que el animal dejó más huellas en el arte: una vez, cruzando un puente de madera que cedió, terminó en las aguas del río Amstel; por suerte, sin rasguños. Incidente que inspiró un poema de Jan Six van Chandelier, por ejemplo.
El último destino de la famosa paquiderma fue Florencia: actuó para un cardenal en 1655 y, apenas dos meses después, cayó muerta en una plaza. Se pensó que la habían envenenado, pero luego notaron que tenía las patas infectadas. Tenía solo 25 años, cuando su especie vive en promedio 60. Italia conservó su esqueleto; su cráneo hoy se exhibe junto a las pinturas de Rembrandt y otros artistas de las que fue involuntaria musa.