Un minuto antes de la hora pactada María Fernanda Ampuero me mandó un mensaje para avisarme que estaba preparada, un gesto de entusiasmo que mantuvo durante toda la entrevista. Castigadas por el espíritu de la época hablábamos del miedo cuando nos metimos de cabeza en Sacrificios humanos, su libro de cuentos editado por Páginas de Espuma. Escritos en su mayoría durante el primer año de la pandemia fue inevitable descubrir que esos textos que vivieron cautivos en pensamientos cotidianos durante años salieran del encierro cuando no había lugar a dónde ir para convertirse en un testamento de vivos. 

“Tiene mucho de eso, sobre todo hay ciertos cuentos, "Biografía" por supuesto, donde no sé si toda mi historia, pero sí mucha verdad que he visto, mucha rabia también, experiencias colectivas que he vivido como emigrante que están ahí y que yo quería decir. Siempre he querido contar esa historia de la mejor manera posible tal vez por eso no le encontré nunca hasta ahora la forma, el tono, el volumen (…) Pienso que la pandemia o el concepto de la pandemia no nos puede servir para todo, no puede ser la excusa y la explicación para todo, pero es verdad que había una circunstancia especial en el mundo y en mi vida. La soledad, la locura y el miedo a la muerte estaban súper cercanos. Yo soy de Guayaquil, para todo el que haya estado atento sabe lo pavoroso que fue. (…) Es mi gente, murieron personas muy cercanas, yo estaba en Quito, no podía moverme así que sí, hasta ahora me he negado a decir que es un libro hijo de la pandemia, pero veo que hay algo en el zeitgeist que generó Sacrificios humanos

Habla de corrido con la gracia de quien atañe y reflexiona mientras lo hace, “también hay mucha mucha rabia, hay un ajuste de cuentas, yo siento que escribo para vengar a las chicas que sufrieron, a la niña que fui y para decirles a los hijos adolescentes que por mi edad podrían ser mis hijos: no ejerzan sobre los otros eso que ejercieron contra mí o contra los distintos, no sean crueles con la diferencia. Me acerco a la adolescente y a la niña que fui y le digo: yo me encargo, tú tranquila que esto no se va a olvidar. Y esto que no se olvida no tiene que ver con el perdón ni con que el odio te hace más daño a ti que a la otra persona, no es auto ayuda ni culpa cristiana porque salí de ahí hace mucho tiempo. Me fui como me estoy yendo de cierto feminismo, como le escribí a Camila (Camila Sosa Villada) si en esta fiesta no nos aceptan, ¡vamos a otra! Camila dame la dirección te lo ruego y ¡llévame a esa otra fiesta!” Mientras planea la salida hilvana ideas filosóficas (aunque dice que no se mete en esos vericuetos) donde aparecen el antiguo testamento y los momentos de las grandes decepciones “esos en los que te dicen no existe Papá Noel, el Niño Dios o en lo que hayas creído, esos grandes momentos de decepción son como cuando te notas que aquellas que te construyeron como la persona que tú eres ahora son unas personas que discriminan a las personas que tú aprendiste a ayudar, aprendiste a querer por medio de la sororidad que ellas te enseñaron.” 

Hace silencio y dice: “pone la piel de gallina”. Enseguida y con voz iluminada habla de "Freaks", el cuento que protagoniza “este sirene, este niño maternal, este niño tan odiado, este niñe a quien los hermanos hacen como que es una niña, este niño que sufre mucho y que finalmente logra transformarse”. En "Hermanita" una niña gorda recibe un bullying terrible de su prima, aparece la impunidad sobre la desigualdad social profunda donde importa dónde vives, cómo es tu casa, tu apellido, donde unos pocos merecen la limpieza y el confort y donde un montón de códigos innombrables revelan que lo monstruoso es acostumbrarse a esa diferencia. (…) Es muy significativo el acceso a la belleza en Ecuador, en Guayaquil por ejemplo podríamos tener flores exóticas, las que tú quisieras, podrías tener árboles de todo tipo porque es un verano húmedo eterno, sin embargo, no hay sombra, hay un feísmo muy fuerte, pero en las zonas de los ricos, en las residencias de la periferia (que ustedes llaman country) el verdor y la flor tropical aparecen en todos lados. Es la misma tierra, el mismo clima y ves gris porque la humedad afecta la pintura y es difícil mantenerla impecable, pero si vas a las residencias es como si te teletransportaran a Miami. Esos espacios de privilegio se vieron muy bien durante la pandemia cuando algunos mientras se abastecían de más te decían que esto nos iba a sacar mejores. Tampoco lo hicieron ni las guerras ni las dictaduras ni el Holocausto. El rico va a ser más rico y punto.” 

Sin la enciclopedia de la angustia, pero con la memoria atenta en el hilo de oxígeno de la conversación, los cuentos de María Fernanda se meten en la charla como la naturaleza de la patria en los sueños de los emigrados. Una cita sobre la adolescente que quiere cortarse una parte que no le gusta de su cuerpo ("Hermanita") dispara un tema que Ampuero ejemplifica certera: “como cuando dicen: ¡yo no soy gordofóbica! ¡que cada uno tenga el cuerpo que tenga! solo te digo que estás más delgada por tu salud (…) como dice mi amiga María del Mar ¿qué sabes tú de mi salud? cuando dices eso disparas antecedentes de desorden alimenticio, así que por favor no comentes nada de mi peso ni del de nadie porque tal vez esa persona a la que tú le dices que está delgada está muriéndose o tiene una depresión de caballo y lo que tu alabas es que la mujer ocupe menos espacio en el mundo.” Volvemos a hablar del libro aunque nunca nos fuimos cuando dice que además de la bronca hay mucho amor “muchas ganas de protección y respeto a estas personas que yo he llamado los sacrificios humanos, y sobre todo creo que hay una mirada al sótano, al subsuelo de las vidas supuestamente cotidianas” como en "Sacrificios" donde las conversaciones cruzadas sobre el auto estacionado que no encuentran son las palabras que esa pareja no se dice cara a cara. 

"Invasiones" es un cuento al que Ampuero le tiene mucho cariño y es su homenaje a Casa tomada, “a pesar de lo duro hay amor en ese cuento, hay un padre que pierde la razón”. Escucharla es descubrir sus ganas de festejar la literatura, de celebrar en lo que se ha convertido gracias a los libros que leyó. “Hay gente que dice que lo mío no es exactamente terror, yo le agradezco al género -donde ganan los perdedores y las chicas- haberme cambiado la vida.” Se siente parte de la pandilla de It, rama del árbol de esa familia y se proclama hija de las gloriosas sagas de terror de los años ochenta. Le interesan las mujeres de la Biblia, María y Marta, hermandas de Lázaro y la mujer de Lot, una mujer sin nombre, “le prohíben que mire atrás, que mire a Sodoma, su tierra. ¿Cómo prohibirle a un emigrante que mire la tierra que dejó? además la convierten en sal, le hechas un poquito de agua y ya no existe. Quieren que las mujeres no sean dueñas de mirar adónde se les dé las ganas mirar”. 

En la frontera recuperada aparecen Lorena y Edith, las protagonistas de dos cuentos, “supe que Lorena y Edith eran bicéfalas, siamesas, dos mujeres a las que también le quitaron el nombre. A Lorena Gallo (a quien le dedica el cuento) se la llama Bobbitt. Silenciaron su apellido para crear un personaje, para borrar la tortura a la que fue sometida durante tres años y para hablar solo de lo que le hizo a ese hombre”. Es por eso que María Fernanda repite varias veces el nombre Edith en su otro relato, y “véanme, véanme” en Biografía, “si ya vieron vuelvan a mirar, ¿tú crees que ya miraste?, dale otra miradita.” Cuando habla de su escritura visceral recuerda un encuentro en un colegio de Jalisco cuando una adolescente le preguntó si "Subasta" (un cuento de su libro Pelea de gallos) era un manual de instrucciones por si alguna de ellas pasaba por algo así. “Me lo preguntó en un contexto donde desaparecen por día once niñas y mujeres, alguna niñita de ese gimnasio por estadística iba a desaparecer. No supe qué contestar.” Nos despedimos planeando un encuentro en Buenos Aires. “Buenos Aires me ha permitido una felicidad sin fisuras, estar a gusto conmigo misma de cabeza para adentro y de cabeza para afuera, es una de las ciudades a las que le debo quien soy”.