Laurel se enfrentó a los 120 kg más pesados de su historia. Esos discos a cada lado de la barra llevaban consigo la presión de responder a las opiniones cruzadas sobre su sexualidad. En ese objeto, que debe levantar sobre su cabeza con los brazos extendidos, siempre se cifraron expectativas. En su adolescencia se inició en la halterofilia como una forma de reafirmar su masculinidad ante las miradas de los otros. Laurel, de 43 años, dedicó toda su vida a este deporte, entrenó miles de horas, expuso y sacrificó su cuerpo en cada arrancada, construyó un destino extremadamente pesado y lo levantó con toda su fuerza. Sin embargo, toda su carrera se dirime hoy en el terreno de la biología. No importa su capacidad, no cuenta su esfuerzo. Sólo importa la “ventaja” biológica con la que nació. Laurel Hubbard, es presentada como la primera atleta trans en competir en los Juegos Olímpicos.
Tras la decisión del Comité Olímpico Internacional (COI) en 2015 de aceptar la participación de personas trans sin que estén obligadas a someterse a cirugías en sus genitales, el debate sobre las presuntas ventajas que podría tener unx atleta trans sobre sus pares cis, se ha reavivado. Contada de esta manera, la noticia parece ser la apertura de criterios del COI. Aún siguen siendo factores “biológicos” los que determinan la participación de lxs atletas trans, de hecho Laurel Hubbard debió demostrar que sus niveles de testosterona están dentro de los valores “habituales” para una mujer cis. Además no podrá competir bajo otra adscripción genérica distinta durante el lapso de 4 años. Estos criterios impuestos por el COI obligan a las personas trans a construir su propio género a las sombras de los modelos cis. La figura de Laurel, debe encajar dentro de la “normalidad” que en este (y otro casos) tiene nombre de mujer.
La vida de Laurel estuvo atravesada por las opiniones de otros. Hija del Alcalde de Auckland (Nueva Zelanda) y educada en un colegio de varones, debió esforzarse por mostrarse de acuerdo a los parámetros esperados para su género asignado al nacer. El levantamiento de pesas fue la forma que Laurel encontró para vigorizar su imagen corporal y participar del mundo de los varones. Pero tras haber ganado algunos campeonatos juveniles, decidió apartarse de la disciplina a los 20 años cansada del peso que debía soportar. A los 32 años comenzó su transición y retomó el levantamiento de pesas hasta llegar actualmente a clasificar para los Juegos Olímpicos.
“¿Cuál transición? Sólo se dejó crecer el cabello” dice una pibita en Twitter. Otras se prenden en la pavada y hacen bromas sobre los genitales de Laurel. La manada de pibitas cis cuestiona la feminidad de Laurel utilizando el mismo parámetro que el patriarcado usa con ellas. En nada se diferencian estos señalamientos de los que Laurel recibía en la escuela de parte de los varones. Su participación en los Olímpicos estuvo atravesada por las críticas de otras atletas que la consideraron una broma de mal gusto. Algunas hasta vaticinaron el descalabro final de la disciplina y la posibilidad de ser “invadidas” por algo distinto a la hegemonía cis. La batalla cis vs. trans parece ramificarse sin límites y amenaza con romper para siempre la débil unidad construida por los feminismos como respuesta al poder patriarcal.
Finalmente, de un lado y de otro lo que Laurel encontró fueron normas y expectativas ajenas a las cuales satisfacer. ¿Cuánto más deben hacer lxs atletas trans para validarse ante el mundo? Las feministas radicales trans-excluyentes (conocidas por su acrónimo en inglés: TERF) y los sectores conservadores interponen el discurso de la biología para discutir nuestros cuerpos y capacidades. Pero aún cumpliendo aquellas expectativas se ciernen sobre nosotrxs el deber de performar una transgeneridad acorde a una ley superior que desciende del cielo cis como una palabra divina, como una segunda naturaleza que no se puede romper.
Laurel intentó levantar esos 120 kg de presiones, mandatos, expectativas, normatividades y críticas y no lo consiguió. En su segundo intento ni siquiera consiguió alzar la haltera del piso. Si hubiese ganado, habrían dicho que fue por la ventaja de su sexo. Después de verla perder ya hay quienes sugieren que lo hizo para esconder sus verdaderas capacidades y aventajar a la ideología queer. En cualquiera de los casos Laurel es una sospechosa, una furtiva monstruosidad intentando robar alguna esencia inalterable, apropiándose de una verdad indiscutible sobre los cuerpos. Finalmente, no consiguió levantar las pesas y quedó última en la clasificación. Su colosal figura, que supera los límites de la normalidad, sale de la escena rendida ante tanto peso, pero nada le roba la emoción de haberlo intentado. Laurel puso un pie adelante para trazar un camino en donde se pueda disfrutar de un deporte, aún rompiendo sus reglas.