“Instruir a la mujer es hacerla digna y levantarla (…) Es preciso que la mujer deje de ser mendiga de protección; y pueda vivir sin que tenga que sacrificar su felicidad con uno de los repugnantes matrimonios modernos; o su virtud con la venta indigna de su honra”. Quince años tenía Lucila Godoy Alcayaga cuando publicó el artículo “La instrucción de la mujer”, el 8 de marzo de 1906 en La voz de Elqui, un diario de Vicuña, la pequeña ciudad donde había nacido (7 de abril de 1889). De día enseñaba a los niños en la escuela La Compañía; de noche sus alumnos eran peones y obreros.
En 1914, bajo el seudónimo de Gabriela Mistral que ya nunca abandonaría, ganó el primer premio de los Juegos Florales de Santiago con una colección de poemas titulada Los sonetos de la muerte. Cuarenta años después, en 1945, se convirtió en la primera mujer latinoamericana en recibir el Premio Nobel de Literatura. El canto de Gabriela del Elqui al mundo es la primera exposición a cielo abierto que se inaugurará este jueves a las 12 en La Plaza República de Chile (Av. Del Libertador entre Tagle y Mariscal Ramón Castilla), organizada por la Embajada de Chile en Argentina y el Centro Cultural Matta (CCMATTA).
La exposición desplegará once prosas que Mistral escribió hace más de un siglo sobre temas aún en discusión como el feminismo, la desigualdad, la educación, los derechos de la infancia, los derechos de los ciudadanos y la identidad latinoamericana. Los textos en prosa estarán acompañados por fotografías de la autora; pero también habrá otros documentos, cartas y materiales informativos de Gabriela Mistral. Hija de un pueblo nuevo, una recopilación de archivo proporcionada por la Biblioteca Nacional de Chile, el Archivo Histórico del Ministerio de Relaciones Exteriores y el Museo Gabriela Mistral de Vicuña.
“No queremos que la pandemia sea un impedimento para seguir desarrollando expresiones artísticas, especialmente en una capital de la cultura como es Buenos Aires”, dice el embajador chileno Nicolás Monckeberg a Página/12. “Decidimos lanzar esta iniciativa de exposiciones al aire libre en el perímetro de la Embajada, donde la gente, con todas las medidas sanitarias, va a poder disfrutar y recorrer, evitando fuentes de contagio propias de los lugares cerrados”, agrega Monckeberg.
Además de “La instrucción de la mujer”, en la exposición se podrán leer fragmentos de otros textos en prosa de Mistral, como “Feminismo” (1919), “Decálogo del maestro” (1922), “El grito” (1922), “Motivos del barro” (1922), “Decálogo del artista” (1922), “Pasión de leer” (1935), “Cómo escribo” (1938), “Religiosidad” (1938), “Llamado por el niño” (1948) y “Derechos humanos” (1955). “Gabriela Mistral es una poetisa genial y una humanista de excelencia. Toda su visión y pensamientos sobre los problemas de la sociedad que le tocó vivir están en sus prosas, que no han tenido el impacto y la publicidad de su poesía, pero que son importantes porque hoy en día nos damos cuenta de que están plenamente vigentes”, plantea el embajador de Chile en Argentina. “Ella sintió la debilidad, no solo en carne propia, sino en su entorno. Su piel era muy permeable al dolor ajeno. Algunos dicen que la política en estos tiempos es sin llorar. Yo creo que Gabriela Mistral habría dicho: ‘la política es con llorar’; es sentir como propio lo que es el anhelo de una sociedad”, aclara Monckeberg.
Decir que Mistral fue feminista es problemático desde los feminismos contemporáneos. Como escritora, maestra y pedagoga no estuvo exenta de ambigüedades y contradicciones. Si por feminismo se entiende luchar por los derechos de las mujeres para que no sean discriminadas bajo ninguna forma, la autora de libros de poemas como Desolación (1922) y Tala (1938) luchó por educarse, por formarse como maestra; escribió artículos precisamente demandando el acceso de las mujeres a votar y a estudiar. “El derecho femenino al voto me ha parecido siempre cosa naturalísima”, afirmó la poeta. “Pero, yo distingo entre derecho y sabiduría; y entre ‘natural’ y ‘sensato’. Hay derechos que no me importa ejercitar, porque me dejarían tan pobre como antes. Yo no creo en el Parlamento de las mujeres, porque tampoco creo en el de los hombres”.
Mistral estaba a favor de la diferencia de género, que no significaba para ella que la mujer ocupe un lugar secundario. “Lo único que habría que pedir, es que cuando estas ocupaciones sean desempeñadas por mujeres, los patrones paguen los mismos sueldos de cuando eran disfrutadas por los hombres. Porque pasa al respecto una cosa curiosa, que constituye, en el fondo, una injusticia y una iniquidad: cuando la mujer ocupa un puesto que antes era desempeñado por un hombre, en el acto disminuye el sueldo”, escribió en “Nuevos horizontes a favor de la mujer”.
Nunca se declaró abiertamente feminista porque era una ideología que pertenecía a la élite y excluía a las mujeres pobres. “Es ingenuo que se llame enemiga de la mujer que trabaja a una mujer que ha trabajado desde los catorce años y que trabaja todavía; que se quiera convencer a las feministas de que tienen una enemiga en alguien que ha hecho tanto como cualquiera de ellas -y ni un punto menos- por la suerte de las mujeres de nuestros países; que se hable de mi odio hacia las empleadas y obreras, para quienes no he pedido sino trabajo dulce, trabajo decoroso, trabajo en relación con su cuerpo débil y su alma limpia, que no debe encanallarse en las fábricas", planteaba Mistral. "Es de un ingenuo que toca lo grotesco.… En mi pequeña documentación sobre el feminismo, no estaba este dogmatismo torquemadesco; cualquier adquisición de experiencia y de información es buena, ¡la apedreadura injusta también!”.
Hace cien años, Mistral comenzó su “otra” vida, la que la llevó a viajar por el mundo como cónsul y representante de organismos internacionales. Invitada por el ministro de Educación José Vasconcelos, en junio de 1922 viajó a México, donde vivió dos años. Luego seguiría su itinerancia por varias ciudades de Estados Unidos, Ginebra, Madrid, Puerto Rico, Nicaragua, Santo Domingo, Cuba, Francia, Bélgica, Brasil y Argentina, hasta que con el dinero del Premio Nobel de Literatura se compró una casa en Santa Barbara (Estados Unidos), donde vivió junto a la escritora estadounidense Doris Dana. “Escuela de humildades es el viaje", lo definió la poeta chilena, que murió en Nueva York, a los 67 años, el 10 de enero de 1957. "Desembarcar sin abrazos, ser en el hotel una cifra como en el presidio; transformarse en dato de pasaporte para una alcaldía y no tener nostalgias de individualizaciones ni de privilegio local, resulta a la larga más útil para perder vanidad que una lectura de Marco Aurelio”.