A propósito de las circunstancias elevadas a la categoría de escándalo por el segmento más crápula de la arcadia patriarcal, cuyo foco refiere a la presencia de mujeres en la Quinta de Olivos en una cierta cantidad de tiempo que coincidió con distintas fases de la ASPO, no puedo soslayar la obligación de manifestarme. El insidioso meneo machorro ha querido construir escenarios sexuales promiscuos, comprometiendo desde luego a la figura presidencial: se ha dicho, sin ambages que esas mujeres visitaron a la Quinta para intercambios sexuales.
Resulta francamente sorprendente que por razones de un esmirriado cálculo político se adjudique a las visitantes a la residencia de Olivos funciones de hetairas. Pero tal vez lo sea más que la sindicación haya corrido por cuenta especialmente de figuras alineadas en presupuestos ideológicos liberales. ¿Liberales? ¿Son en verdad liberales quienes arrasan los derechos individuales y suponen que todas las mujeres están esencialmente caracterizadas por la actividad sexual, vinculadas por su condición al ejercicio prostibulario, al mismo tiempo que desprecian miserablemente a quienes son oficiantes del sexo? Porque no escapa que hay un doble lazo en la indecencia de la especie echada a rodar: tratar de putas a las mujeres visitantes de la residencia presidencial, y por otra parte condenar sin más a las prostitutas. He aquí un cifrado patriarcal que parecía bastante deshilachado frente a la enorme saga por los derechos de las mujeres, a la conquista de prerrogativas de las comunidades disidentes, a los alcances que han obtenido los empeños por la equidad en nuestro país al que hoy se considera uno de los más avanzados en materia de políticas de género.
No escapa que se trata de una operación que envilece a la condición humana para ponerla al servicio de un específico vituperio de la figura presidencial. Se han corrido todos los límites. Asistimos a una hazañosa réplica a las visitas efectuadas por magistrados a la Quinta de Olivos en el cuaterno pasado, absolutamente comprometedoras del principio republicano de la división de poderes. La operación “prostibularia” lanzada, poniendo la lupa en el mismo lugar, hace espejo con la concupiscencia de poderes en orden a intentar destruir a las figuras opositoras. Dígase de paso que se asistió a un ensañamiento generizado pues hubo incontestable foco en su condición de mujer detrás de la persecución a Cristina Fernández de Kirchner, como ocurre con otras perseguidas, y resulta imposible omitir a Milagro Sala.
La misoginia estructural se toma la revancha relevando jueces de las escenas impúdicas para la constitución republicana y poniendo en su lugar a mujeres que se hicieron presentes en diversas oportunidades en el mismo locus… Esta equivalencia de los significados no es sólo insidiosa y sórdida, sino que revela la entraña misma de actores machifascistas dispuestos a que el odio verdaderamente se transforme en violencia explícita.
Paren con esto. Sean opositores rabiosos pero en nombre justamente de los principios que dicen abonar, impidan las acciones abyectas de distorsionar, injuriar, enlodar, arrasar. Debe haber una responsabilidad dialógica y no sólo en el campo de la política. La fuerza hoy opositora parece que desea construir un suerte de “var” para que haya reglas de convivencia para evitar los duros enfrentamientos desatados por su interna. Sugiero que incluya dentro de esas normas éticas la sanción de quienes infrinjan aspectos basales de los derechos humanos, a saber, humillar por cuestiones de género, orientación sexual, diversidad, étnicas y religiosas. Porque permitir injurias sobre cualquiera de estas dimensiones revela, simplemente, complacencia con el autoritarismo fascista. Y no puede dejar de asociarse al patriarcado desollador con esa fatídica construcción.
* Socióloga, historiadora, feminista