Edward Bernays, sobrino de Sigmund Freud, fue el inventor de las “fake news” para llegar a la mente de los usuarios y manipular a una parte de la población. Nacido en Austria en 1891, emigró junto a sus padres a los Estados Unidos en 1912. En 1923 publicó su obra “cristalizando la opinión pública”, verdadero manual de manipulación. A él se debe que las mujeres norteamericanas comenzaran a fumar “Lucky Strike”, que los soldados usaran en las trincheras relojes pulsera como símbolo de hombría y coraje y que tener auto en lugar de viajar en tranvía, fuera signo de virilidad.
Su aporte a la manipulación fue de tal dimensión que el mismísimo Joseph Goebbels se inspiró en su obra para elaborar los trágicos “11 principios” en los que se basó la propaganda nazi de Adolfo Hitler.
En el régimen genocida que asoló nuestro país a partir de 1976, la influencia de Bernays y Goebbels se tradujo en la triste frase “algo habrán hecho”, así como los stickers que afirmaban que “Los argentinos somos derechos y humanos”. Muchos años después, en 2015, el macrismo contrató a la empresa inglesa Cambridge Analytica para poner nuevamente en práctica los principios de manipulación a fin de obtener el porcentaje de votos necesario para que Mauricio Macri accediera a la Presidencia de la Nación. Era la primera vez que un hombre sospechado de pertenecer de manera orgánica a una mafia (N’drangheta calabresa), llegaba a la primera magistratura de un país. A su vez, para lograr que María Eugenia Vidal ganara la elección a gobernadora de la Provincia de Buenos Aires, se lanzó la noticia de que su competidor, Aníbal Fernández, era un delincuente apodado “la morsa”. Consagrados en el poder, desde 2015 a 2019 los publicistas del macrismo, de la mano de Jaime Durán Barba, quien señaló que Hitler era un “tipo espectacular”, utilizaron los recursos ortodoxos de la manipulación de Bernays para facilitar el saqueo más grande que recuerde la historia económica de la región.
La trama se basó en demonizar a Cristina Fernández de Kirchner y a todo lo que la rodeara. Se instaló la idea de que era una “ladrona” y que el producto de sus robos estaba enterrado en containers en el sur del país. La ocurrente idea fue avalada por un Fiscal federal, sicario del régimen, que ordenó agujerear con excavadoras distintos lugares de nuestra Patagonia. A Cristina, le allanaron su casa destruyendo paredes en busca de tesoros inexistentes. Ninguno de los delincuentes que planificaron el saqueo desde el siniestro lawfare, fueron jamás sancionados. Jueces, fiscales, espías, comunicadores y su jefe mafioso con sus amigos y socios enriquecidos, aún deambulan en libertad por el mundo. Su impunidad está garantizada por un sector corrupto del Poder Judicial que continúa intacto (sólo está ausente Claudio Bonadio por fallecimiento). Desplazados del gobierno, utilizando los mismos recursos deleznables y en plena pandemia, interpretan su rol. Carrió acusa al Presidente de envenenarla con las vacunas, mientras en la plaza, un grupo de desquiciados niegan el virus y queman barbijos. Una conductora enajenada toma en cámara dióxido de cloro y dice que le hace “bárbaro”. Policías rodean la quinta de Olivos reclamando mejoras salariales y grupos de sicarios contratados, depositan bolsas mortuorias en la puerta de la casa de gobierno.
Hoy, próximo a la catástrofe electoral que vislumbran, redoblan el ataque y exponiendo a algunos de los personajes más bizarros de su troupe (Fernando Iglesias y Waldo Wolf), instalan la idea de fiestas sexuales en la residencia presidencial de Olivos. Con mínimos recursos discursivos, mencionan a algunas mujeres que ubican en las imaginarias orgías y la operación está en marcha. Ninguna trascendencia tiene la falsedad de la versión. La operación no se dirige a gente racional, pensante y honesta. El objetivo es otro. Saben que hay un pequeño porcentaje de población que consume ese tipo de basura informativa, la asume como real y luego la reproduce. Si recordamos que Macri ganó en 2015 con una diferencia del 2,8 % y Vidal del 4,14 %, es fácil deducir por qué les interesa instalar un tema que es absurdo para la mayoría de los argentinos.
El daño que la calumnia genera en las víctimas, jamás estremece ni a los ideólogos ni a sus sicarios. Ellos carecen de remordimiento, culpa o sentimiento alguno de empatía. Son los psicópatas de siempre. Se enriquecen y lastiman con el perverso goce de las consecuencias de sus actos.
Siempre hubo personajes siniestros dispuestos a vender su destructivo talento y también aquellos, igualmente siniestros, dispuestos a comprarlos. La diferencia va a surgir de las respuestas que se den a las operaciones que montan. Tanto de las que provengan de los colectivos feministas que revolucionaron la escena patriarcal, como de las que se decida instrumentar desde un gobierno progresista, pero que a veces es excesivamente tolerante a la violencia de la derecha.