Reza la leyenda que cuando el ave fénix presiente su muerte inminente, construye un nido a base de mirra e incienso a lo alto de la montaña, donde los rayos del sol son más calientes. Allí se detiene y, batiendo sus bellísimas alas, entra en combustión instantánea, consumido por las llamas de su pira, para renacer luego de las cenizas, recuperar la juventud, volar hacia una nueva vida. Y el ciclo se repite, aunque no con suficiente frecuencia dada la longevidad del animal fabuloso: entre 500 y mil años. Como todos los mitos universales encuentra variaciones según las épocas y las geografías, en especial porque, desde el Antiguo Egipto hasta nuestros días, ha sido fuente inagotable para la imaginación, al encarnar el sol, el fuego, el poder, el amor indestructible, e incluso, para ciertos cristianos, el Jesús que resucita. Nadie ha logrado jamás capturarlo, obvio es decirlo, pero tantísimas personas han hecho suyo al gentil pajarito, encandiladas -siguiendo una posible descripción, medieval- por su cuello de oro fino, su pecho color púrpura, sus alas brillantes como zafiros, patas que no terminan en garras sino en rubíes…
Visto lo visto -o más bien, lo imaginado-, como un guante de seda se ajusta la figura de esta preciosa y admirada criatura, y la simbología que acarrea, a la última obra en solitario de María Eva Albistur: compositora, instrumentista, cantante y productora argentina que, tras poco más de una década sin lanzar álbum, presenta hoy día Fénix, su flamante disco. Un trabajo que “estuvo a punto de desaparecer”, como señala en charla con Las12, pero que afortunadamente germinó en 9 canciones en registro desenfadadamente electrop, que invitan a mover el esqueleto. “Resulta por lo menos paradójico que, en el momento más triste de mi vida, haya salido el disco más alegre y más bailable de mi carrera”, reflexiona la música sobre su cuarto largaduración, disponible desde hace apenas una semana para la escucha, a golpe de click en plataformas en línea. Y es que, conforme se relata en el statement oficial que acompaña la salida de Fénix, en 2015 a María Eva le diagnosticaron un cáncer de garganta, cuyo cuadro se complicó en 2017. Ese año le realizaron distintas intervenciones, pasó por diferentes tratamientos, iniciando un largo proceso de recuperación. En 2020, la resiliente dama retomó la producción del demorado álbum, que prácticamente estaba cocinado 5 años antes. Con renovados bríos, lo terminó y lo puso a volar, “como el ave que nada en el cielo”, tomando prestadas unas líneas de de su cancionero de estreno.
“Si bien hay una suerte de gen compositivo que nuclea mi obra, todos mis discos son muy diferentes entre sí. No es que me motive el cambio por el cambio mismo: es el desafío de probarme en sonoridades con las que no había experimentado antes lo que me estimula, superar ese reto. Jamás podría ser como esa gente que se queda en una fórmula probada, me aburriría muchísimo”, ofrece la inquieta autora de Insomne (2000), Avatar (2004) y Más ahora que después (2010), a la par que comenta cómo, “analizándolos en retrospectiva, son trabajos a los que los cubre cierto manto de melancolía, cierto halo que me tenía un poco podrida. Con Fénix hay una energía transformada”.
Cabe mencionar que, a fines de los 90s, María Eva viajó a Nueva York, donde aplicó -con éxito- para una beca en The Collective School of Music. “Quería pasar un tiempo en esa ciudad, absorber cuanta información pudiera de distintos géneros; en especial, aprender más sobre música negra, de raíces africanas. Cuando ya estaba instalada, al año y monedas, fue cuando me llamaron para formar parte de la banda de Joaquín Sabina para la gira de su disco 19 días y 500 noches. De la noche a la mañana, estaba en Madrid, ensayando a full el material para salir a la ruta”. Tras aquel extenso tour con el cantautor jiennense por tierras europeas y americanas, mudada a la capital española, Albistur grabó su primer disco, el intimista Insomne, que contó con la colaboración de músicos de la talla de Fernando Samalea, Jorge Drexler, Antonio García de Diego. Sobre esta obra, diría antaño que calzaba justo “para una tarde de lluvia”.
Al tiempo, llegó Avatar, LP con trazos electrónicos donde conviven pop, bossa nova, tango, y un cierre por todo lo alto: la voz de Leonardo Favio en el track Una intención de Dios, poema del cineasta de culto, que grabó “bien orquestado, con aires de radioteatro”. Al respecto, rememora Albistur: “Como admiradora de su cine y su persona, había leído Pasen y vean, un libro de entrevistas a Favio que terminaba con poesías suyas. Elegí una y le puse música, sin otra intención que mandársela a modo de obsequio, de homenaje. Imaginate mi alegría cuando fui al locutorio, revisé mi mail y me encontré con un correo suyo, donde me respondía encantado, sumamente emocionado. Como yo justo estaba en Argentina presentando mi primer disco, pudimos conocernos, tomar un café. Le pregunté si quería cantarlo. ‘No, chiquita, te lo voy a arruinar’, me dijo, pero sí accedió a recitarlo, como se escucha en la canción”.
Pasado el tiempo, en el 2010, viviendo definitivamente en Buenos Aires, tocó el turno de Más ahora que después, propuesta más rockera, de 10 temas coproducidos por Ezequiel Araujo, que vuelve a asumir el rol compartido en Fénix, 11 años más tarde, con -dicho está- un electropop que pide pista…
En El rayo, tema que inaugura el fresquísimo álbum, hay descarga de alto voltaje amén de una chispa eléctrica que atraviesa a Albistur de pies a cabeza. “Ruge en el viento la voz que volvió, como un lamento que quiere gritar”, entona María Eva en la pieza, que salió un par de meses atrás, como adelanto, con video dirigido por el realizador Luis Ortega. Un trabajo audiovisual de tintes oníricos, estelarizado por una joven bailarina de ballet, irrefrenable en sus giros y giros… “Luis había escuchado el tema y me había dicho que quería hacer el clip; lo que, para mí, fue un honor absoluto. Como por motivos de salud yo no podía filmar, surgió este concepto, cien por ciento suyo, con el que me sentí inmediatamente identificada; la danza siempre ha sido una deuda pendiente”, manifiesta Albistur, y recuerda que ella fue productora del disco de Ortega, Entro igual, de 2012.
Como una Fay Wray que no teme a la colosal criatura y le corresponde el cariño, en King Kong M.E. sueña con ser rescatada por el gorila más famoso del cine. “Soy muy fan de la peli original, la ví millones de veces”, confiesa la cantante y compositora, que invitó a la artista Javiera Irusta a confeccionar el clip de la canción, que devino viaje animado por carretera (con Irusta, por cierto, trabajan elaborando contenido didáctico, para primera infancia y preescolares, como las series Fauna y Estaciones, que se han emitido en sitios como PakaPaka: “Ella se ocupa de los dibujos animados, yo de las canciones”, pormenoriza María).
Federico “Vruma” Ottavianelli fue el encargado de la tercera pieza visual, el clip del tema Fénix, un delicado trabajo “lleno de simbolismos” que juega con colores saturados a partir de grabaciones caseras, donde aparece su pequeño hijo. “Cambio la frecuencia de esta radiación, siento el magnetismo que me lleva a algo mejor”, canta Albistur en este tema atmosférico que arriba -como bien dice la letra- a tierra firme. Respecto a esta canción, ha compartido en redes que “es mi favorito del disco y lo compuse en un momento de mucha debilidad, resistiendo al cuerpo y entrenando a la mente (…) No sabíamos que iba a pasar, pero en la existencia descarnada y agobiante había un sentido. Y hoy gracias al universo, al destino, a esa fuerza inexplicable, puedo hacérselos escuchar”.
“Fue divertido ir lanzando sencillos hasta presentar la obra al completo. A la velocidad a la que se vive hoy en día, está bueno darle a la gente tiempo para ir masticando los temas ‘principales’ antes de que aparezcan los restantes, en conjunto, formando un todo”, expresa a Las12 esta mujer con notables hitos en su carrera. Como productora, bajista y cantante ha trabajado, por citar unos pocos ejemplos, con Charly García (Kill Gil), Intoxicados (El exilio de las especies), el mentado Luis Ortega. También fue cofundadora de ensambles experimentales como Imán, junto a Alejandro Franov, Fernando Kabusacki y Santiago Vázquez. “Nos juntamos hace poco y hablamos de crear y grabar material nuevo, que tenga que ver con el momento artístico de cada uno”, adelanta quien antaño abriese shows para Stevie Wonder, Sade, Elton John…
Este último tiempo, por cierto, también ha ahondado en otra de sus tantas facetas artísticas: las bandas de sonido, convocada por Vera Fogwill para componer el soundtrack de su próxima película, Conversaciones sobre el odio, actualmente en etapa de posproducción, que protagonizan Cecilia Roth y Maricel Álvarez. “Con Vera somos amigas desde chicas, trabamos súper en sintonía. No quiero adelantar mucho, solo diré que son piezas instrumentales a partir de experimentos con sonidos reales”, cuenta María Eva Albistur. Cuyas redes sociales, vale mencionar, se han plagado de pajaritos invencibles estas últimas semanas. Francisco Bochatón, María Ezquiaga, Lorena Mayol, entre los numerosos artistas que han tomado lápiz o fibrón para arrimarle sus dibujos de aves fénix que, pase lo que pase, son tan incombustibles como lo es la música.