“El teatro viene de la religión”, sostiene Mariano Moro, y en esas palabras parece encontrarse uno de los motivos que explican su fascinación por el mundo de las deidades y de los santos. Su falta de educación religiosa en la niñez, y su inclinación hacia el agnosticismo en la adultez, lejos de generarle prejuicios, oficiaron de motor para que el dramaturgo y director teatral se lanzara a explorar un territorio desconocido. Teresa es uno de los productos de ese estudio minucioso, una pieza teatral en la que Moro busca retratar a Teresa de Avila, religiosa y escritora española, fundadora de las carmelitas descalzas en el siglo XVI y canonizada en el siglo posterior.
A través de un extenso y profundo monólogo, y con una interpretación muy elaborada de Victoria Moréteau, que incluye un acento español y un lenguaje antiguo, el autor busca exponer las fibras íntimas de una mujer que le habla a Dios y que sufre una lucha interna entre los placeres terrenales y los deberes espirituales. “Yo me consideraba muy agnóstico, pero quería saber qué sentía una persona que es religiosa”, asegura Moro, quien estudió en detalle la vida y obra de la santa, incluyendo sus libros y sus cartas.
“Ella era feminista, -cuenta-. En el manuscrito del libro sobre su vida, hace un alegato feminista y ella misma lo tacha. Sin embargo, se pudo leer, y ahí decía que Dios encontró más fe y más piedad en las mujeres que en los hombres, y que él iba a verlas de otra manera y no como las ven los jueces del mundo, que son todos hombres, para quienes no hay virtud de mujer que no tengan por sospechosa”. En la puesta, Moro rescata esas creencias, y las pone a jugar con otras ideas en lo que logra ser una profunda confesión.
Con otra obra en cartel -Pobrecito-, en la que recrea la vida de San Francisco de Asís, el director advierte que la temática religiosa es resistida por una parte del público, al que no es fácil convocar. “Por un lado, hay gente que tiene mucho rechazo a la religión y a todo aquello que asocia a la Iglesia, y por otro lado, la gente que es creyente tiene mucho miedo de sentirse ofendida”.
–¿Qué le atrajo de esta mujer para decidir hacer una obra sobre su vida?
–De adolescente, yo leía mucho, y siempre me interesó el idioma, y supe que ella fue la única escritora del Siglo de Oro que escribió como la gente hablaba. Otros escritores, como Cervantes, Calderón o Lope de Vega, tenían un lenguaje culto, y ella escribió como si estuviera hablando. Eso me llevó a leer uno de sus libros, llamado Las moradas (o El castillo interior), y no lo entendí, y no fue tanto por el lenguaje, sino porque no podía entender de qué estaba hablando esa mujer. Ella estaba intentando, como buena mística, decir en palabras algo que ella misma consideraba inefable, que era la experiencia de Dios. Yo no tenía educación religiosa, y me quedó la espina de no haberla entendido, pero años después volví a leerla y estudié lo que escribió. Fue una gran escritora y la primera persona moderna que escribió su autobiografía. Fue dos veces procesada por la Inquisición y fue inspiradora para mucha gente, durante siglos, porque tuvo una personalidad muy fuerte.
–¿Por qué decidió que la puesta adoptara el formato de unipersonal?
–En la obra, Teresa busca la intimidad de su celda para escribir y para hablar a solas con Dios. Esa es la situación ideal que yo quería compartir. Uno como artista es un delirante y quiere cumplir fantasías, y mi fantasía era estar con Santa Teresa, en su intimidad, que es el momento más interesante para una experiencia teatral.
–¿A qué se debe su interés en la temática religiosa?
–Muchas cosas me llevaron a tratar de cubrir un agujero que tenía por no entender la experiencia religiosa, particularmente el cristianismo. Toda nuestra cultura viene de ahí. En total, hice tres obras religiosas. La primera fue Jesucristo, que fue mi excusa para intentar comprender lo que no comprendía, entonces estudié mucho y una cosa fue llevando a la otra. Por otro lado, tengo clara conciencia de que el teatro viene de la religión. Los teatristas, aunque en general reniegan de la religiosidad, piensan al teatro como una ceremonia que tiene un resto de algo arcaico y religioso, y como una experiencia de comunión. Hay muchas palabras que son cristianas y que se encuentran en el oficio teatral. Me gustan los desafíos, y he hecho muchas cosas. Empecé haciendo humor, después me puse más sentimental, y terminé haciendo teatro religioso, que es lo más difícil de hacer.
–¿En qué radica esa dificultad?
–Los sentimientos más elevados que los seres humanos podemos tener son los religiosos, y donde está lo sagrado no hay muchas libertades. Entonces, con estas obras hay que dar en el clavo y esto exige al autor en cuestiones de oficio, pero también en cuestiones íntimas, y le exige mucho al actor también. A Teresa la han visto muchas monjas carmelitas, mujeres que le han dedicado su vida a esa santa, y cuando termina la obra, a la actriz le dicen: “Santa madre”. El hecho de que las personas que tienen una devoción por una figura religiosa digan que la representaste bien, es el desafío más grande.
* Teresa puede verse en Patio de Actores (Lerma 568), los domingos a las 18 (últimas funciones).