Leopoldo Jacinto, vida de campeón 6 Puntos
Argentina, 2019.
Dirección y guion: Matías Riccardi.
Duración: 110 minutos.
Con los testimonios de Leopoldo Jacinto Luque, Ubaldo Matildo Fillol, Mario Alberto Kempes, Daniel Bertoni, Jorge Olguín y Oscar Ortiz
Estreno: en el Cine Gaumont, a las 15 y 18 horas
Leopoldo Jacinto. Para cualquier cincuentón, casi que no es necesario escribir el apellido para saber que se habla de uno de los mejores 9 que haya pisado una cancha argentina, un “jugador silencioso”, como lo define el periodista Enrique Macaya Márquez, que llevó sus goles desde su Santa Fe natal hasta Salta y Jujuy, para luego mover las redes del Monumental de Núñez. Fue allí, en la misma cancha donde se había convertido en ídolo, que Leopoldo Jacinto Luque ingresó al selecto grupo de 43 hombres que logró acariciar y besar una Copa del Mundo. En un país donde imaginar goles pateando una tapita de botella que esté en el piso es un acto reflejo, con eso ya sería más que suficiente para asegurar un lugar en la historia grande del deporte. Pero el tiempo no ha sido del todo justo, como demuestra el hecho de que los más jóvenes no logren identificar quién es el muchacho de bigotes grueso que viste la camiseta de la selección en las fotos que les muestra Matías Riccardi, quien intenta saldar esa cuenta con el documental Leopoldo Jacinto, vida de campeón.
Estrenada en la Ciudad de Buenos Aires –ya se había visto en Santa Fe en 2019– poco más de seis meses después de la muerte de Luque por coronavirus en Mendoza, donde vivió sus últimas décadas, la película de Riccardi nunca esconde su carácter de homenaje nacido desde la admiración y el respeto. De allí un recorrido que, durante 110 minutos, presenta a Luque repasando los principales hitos de su vida personal y deportiva, desde su infancia en una pequeña localidad santafecina, donde el potrero era el punto de encuentro por excelencia de los sub-10, hasta su consagración en River y con la selección nacional y la etapa posterior como director técnico. Lo que ocurrió entre medio responde no tanto a los parámetros del estrellato actual como a los periplos de un laburante dispuesto a todo con tal de vivir del fútbol. Porque Luque ingresó a las divisiones inferiores de Unión, pero emigró a Salta y Jujuy ante la falta de oportunidades. Porque siguió sin tener lugar cuando volvió, y jugó en una liga regional para no perder rodaje. Porque en Unión lo dejaron libre y pensó muy seriamente en retirarse. Las cosas empezaron a enderezarse recién luego de su efímero paso por Rosario Central (cuatro partidos, tres goles).
Deudora del formato televisivo, Leopoldo Jacinto entrevera imágenes de archivo con testimonios a cámara de Luque, compañeros de equipo –con Ubaldo Matildo Fillol, Mario Alberto Kempes, Daniel Bertoni y Jorge Olguín a la cabeza– y periodistas especializados. Como es de suponer, la parte más jugosa es aquella dedicada a lo ocurrido en el Mundial de la Argentina de 1978, donde Luque conoció el dolor y la gloria: lo primero, cuando le avisaron que su hermano había fallecido en un accidente automovilístico cuando viajaba a verlo jugar, días después de que se quebrara el brazo durante un partido; lo segundo, apenas el árbitro lanzó el último pitazo de la final contra Holanda y se consumó la coronación. Un logro al que la dictadura se subió de la misma manera que lo haría con los triunfos de otros deportistas de la época. Allí asoma el partido el 5 a 0 a Perú, sobre el que aún hoy hay sospechas de arreglo. Ni Luque ni sus colegas esquivan la pregunta. Y todos responden lo mismo: que simplemente jugaban; que, si hubo dinero para los rivales, ellos ni enterados. No hay motivo para no creerles.