“Me gustaba el Beto Alonso, porque era zurdo y a mí me parece que, no sé, los zurdos somos más vistosos”, escribió Diego Maradona en su autobiografía Yo soy El Diego. Y no caben dudas de que “Pelusa” no se equivocó al elogiar al histórico diez de River. Miembro del tridente de los grandes enganches del país al lado de Maradona y Bochini. Dentro de la cancha nunca pasó desapercibido y cada vez que tuvo la oportunidad aportó lo suyo para hacer historia en el club de Núñez. Desde su debut oficial, del que este domingo 8 se cumplen 50 años, hasta hoy, su zurda quedó instalada en la memoria de los hinchas y para la mayoría, lo hayan visto jugar o no, es “una institución”.
Surgió de las entrañas de Los Polvorines. En el potrero aprendió a divertirse y cultivó su amor por la pelota. “Me acostaba y me llevaba a la cama la pelota de plástico que me habían regalado mis viejos”, cuenta Alonso a Página/12, mientras termina de preparase un té en la confitería del Estadio Monumental. “Traigo a mi nieto a la escuelita de fútbol de Angelito Labruna y siempre lo espero acá. Esta es mi casa”, dice. A los nueve años empezó a jugar en Textil, club del barrio, y sus cualidades no fueron indiferentes para Carlos Palomino, persona ligada a River que no dudó en covocarlo para las inferiores.
“Palomino le preguntó a mi viejo cuantos años tenía y le dijo si podía ver mi documento. Ya había puesto el ojo en mí. Cuando entró en confianza, le propuso a mi viejo la idea de que vaya a River sin pasar por ninguna prueba”, recuerda. “Caminando hasta mi casa, mi viejo me preguntó si tenía ganas de jugar en River. Y no lo dudé. Un sábado a las 10 de la mañana llegué a la cancha auxiliar del club y empecé a divertirme”.
Aquel día lo marcó para siempre. Al recordar su primera vez por los pasillos de River todavía se emociona. “Toda una vida acá dentro”, dice y su memoria lo transporta a 1970, a la convocatoria del técnico brasilero Waldir Pereyra (“Didí”) para acercarse al vestuario de la Primera División. Si bien los libros indican que el debut oficial fue el 8 de agosto de 1971 contra Atlanta en Villa Crespo, Alonso no olvida el amistoso contra Chaco For Ever. “Ese fue mi verdadero debut. Mi primer gran partido”. A propósito de este aniversario, el Museo River ha preparado un video alegórico y una muestra de objetos del crack millonario.
“Me acuerdo que estaba entrenando con la sexta. Y un día vino el maestro Didí, que miraba divisiones inferiores, y me llamó para que vaya al vestuario de la Primera. River tenía dos compromisos. Uno en Chaco y otro acá con un equipo chileno. El maestro me dijo que viajaba con la primera al Chaco para jugar un partido contra Chaco For Ever. Me acuerdo que llegué a mí a casa y les conté a mis viejos. Los tres nos pusimos a llorar. El esfuerzo que hicieron ellos fue muy grande. Ese día no podíamos hablar de la emoción. El abrazo fue interminable”, cuenta y devuelve los saludos a la gente que pasa por al lado de la mesa y se sorprende al verlo.
Previo a ese viaje para cumplir con el amistoso, Didí lo bautizó el “Pelé Blanco”. Según se cuenta en la biografía del ex diez Millonario, así se lo vendió a Beto González, que trabajaba en la revista River. Pero Alonso no sintió el peso de tamaña comparación con el máximo exponente del “jogo bonito”. “Yo era Alonso. Tenía mucha personalidad, sabía quién era y qué iba a hacer dentro de una cancha. Muchos sienten la presión, pero a mí no me pasaba. Nunca me comió la presión. Para mí la cosa pasaba por que empiece el partido y empezar a jugar”, reconoce.
Seis meses después de aquel amistoso contra Chaco For Ever, siguió entrenando con la Primera y llegó el partido oficial en 1971. El que la historia marca como el inicio. Fue hace 50 años en la cancha de Atlanta. River perdió 2 a 1. “Jugué en reemplazo del Mono Mas. En ese partido, no me olvido más, me marcó Pecoraro y me pegó tantas patadas. Tenía miedo de que le pinte la cara. Ahí empezó la segunda parte de la historia. La primera fue los seis meses previos al debut oficial, en ese partido en Chaco”, remarca.
Un banderín de River Plate
La historia del enganche, de la zurda, del pase gol, del gol. Todo en un solo nombre y la génesis fue en River. Con la diez del Millonario fue protagonista de momentos inolvidables y se encargó de romper el maleficio de los 18 años sin campeonatos. 1975 fue el año de la conquista y entre goles y gambetas, además de coronarse en el Torneo Metropolitano, también salió elegido como el segundo mejor futbolista sudamericano. Tuvo un breve paso por el Olympique de Marsella y volvió a las filas del Millonario. En 1978 llegó la convocatoria a la Selección Nacional de Menotti, el campeonato mundial y una secuencia de campeonatos con River.
Del ‘81 al ‘83 tuvo un paso por Vélez. “Me trataron muy bien”, aclara. “Tengo una historia muy graciosa. El día del primer entrenamiento, en vez de ir con el auto para el lado de Liniers, agarré para la cancha de River. Qué carajo hago, tengo que ir para el otro lado, me dije. Todos los caminos me traían para acá”, dice sonriente. “¿Vos sos el Beto Alonso?”, pregunta un chico de unos siete años que entra a la confitería. “Mi papá me habló de vos”. El padre se acerca emocionado, se disculpa y pregunta si puede sacarles una foto. “Soy un agradecido al pedido de una foto o un autógrafo. Nunca me voy a negar a eso”, confiesa Alonso y se asombra del traspaso de su legado futbolístico a generaciones tan pequeñas.
En 1986 siguió con los hechos memorables en el club de Núñez: los famosos dos goles con la pelota naranja a Boca y la vuelta olímpica en La Bombonera, Copa Libertadores y Copa Intercontinental. “Si volviera a nacer otra vez, o tengo otra vida, le pido al de arriba que me tire acá: en el mejor club del mundo. Esta es mi casa. No me vería con otra camiseta que no sea la de River”, dice.
-Con Vélez le hiciste un gol histórico a River. Justo a Fillol y en esta cancha…
-Lo bauticé como el gol más triste de mi vida. Fue un gol de cabeza. Me acuerdo que no lo grité. Mis compañeros venían a saludarme y yo ni me inmuté. Cuando me iba para casa, vi al Pato Fillol, lo saludé y ni bien salí del club me agarró un ataque de llanto que no podía parar. Mis hijos me miraban como diciendo: hiciste un gol, tenes que estar contento. Pero no pude.
-¿En el fútbol actual encontrás la figura del enganche o del 10?
-Lamentablemente no, sigue existiendo el número en la camiseta. Es bueno que eso pase todavía, que exista la diez. El fútbol tiene que seguir. El tema es que hay que ver quién se banca llevar ese número. No me gustaría que ese puesto esté en extinción, sería muy feo para el fútbol. El tema es que si no tenes potrero, se va perdiendo la picardía, la inventiva, el pase gol.
-Pasaron cincuenta años de tu debut en River. Si tenés que mirar hacia atrás, ¿Qué cosas destacarías de tu carrera?
-La lealtad. Primero con la pelota y después con la gente que se me cruzó en el camino y que elegí. Cuando sos leal a la vida, sos leal al juego…
(Se queda unos segundos en silencio)
Haber entrado en mi casa es lo máximo. No tengo algo más fuerte que eso. Quiero estar acá hasta que la vida me diga basta. El día que me vaya, que el hincha me deje una florcita en el cajón dándome el hasta luego.