Hace algunas semanas, cuando la campaña electoral recién orilleaba y la pandemia ya había dado demasiadas tapas amarillas chorreantes, la prensa enfermónica se apropió de una “noticia de tapa" que no lo era: el Gobierno había comprado unos 10 mil “similpenes” de madera para ser utilizados en la Educación Sexual Integral de nuestros educandos y andas.

Digo “similpenes” y no ”penes de madera”, como dijeron tantos y tantas medios y medias, porque –es una pena que deba aclararlo– “los penes de madera no existen”. Cierto es que hay personas y personos que ven penes donde no los hay, o no los ven donde sí los hay, pero “pene” es un órgano sexual masculino. Cualquier cosa que se parezca a un pene, pero no lo sea, puede ser llamada “objeto fálico”, “faliforme”, Pepe, Juan, García o María del Pilar, cada une sabrá, pero no “pene”.

Comprado con fines educativos, el similpene que ayudará a distinguir un pene de algo que no lo es (una sandía, un discurso o una CPU) y también para entender cómo se coloca un preservativo en el pene (y no en la sandía, el discurso, o la CPU), se transformó en noticia de primera plana. No sabemos por qué, pero imaginamos que habrá sido para cubrir, cual preservativo, otra noticia más… "impúdica”: la causa del espionaje, la fuga de capitales, el lawfare, por ejemplo, estaban bastante moviditas.

Siendo sinceros, hace 50 años esa noticia hoy penévola hubiera sido la panacea, o la penecea, de los humoristas. Porque en aquel entonces la sexualidad estaba reprimida, y el humor “sexual” era un símbolo de trasgresión. Pero ahora solo puede producir “chistes viejos”.

La sexualidad ha dado un giro de 360 grados (sí, no de 180): sigue reprimida, pero ahora como si no lo estuviera. Antes se hablaba de cualquier cosa y tenía un doble sentido sexual, ahora solamente se habla de sexualidad para “no hablar de” (ocultar) cualquier otra cosa.

Es más, hasta puede ser trasgresor hablar de la represión de la sexualidad. Jaimito, aquel de “Pis... y caca, El Enmascarado no se rinde”, sería ahora “le tonte de la clase” al hablar de sexo “con doble sentido", mientras sus compañeres lo harían explícitamente. Aunque, 50 años después, algunes seguirían creyendo que los penes pueden ser de madera.

Lo que sigue reprimido, en todo caso, es el deseo, reemplazado por “la moda”, “el marketing” y, como dijo una psicoanalista amiga, “la certificación de la fantasía”. El deseo, en mi humilde (o soberbia, ustedes sabrán) opinión, está vinculado a la fantasía. Cuando no podés tener una fantasía porque el mercado te la vuelve realidad en un segundo, no deseás más.

Si los sueños no fueran sueños, sino “realidad instantánea”, la vida sería aterradora (quien lo dude, imagínese que para los sueños de Trump, de MM o de quien sea vale la misma ley que para los suyos propios).

El marketing se mete con la sexualidad como con todo lo demás. Recuerdo una propaganda de fines de los '90, de un reloj pulsera importado, carísimo, que llevaba la imagen del Che Guevara. Y el aviso publicitario decía algo así como: “No estamos de acuerdo en nada, pero sabemos reconocer a un grande”. Por supuesto, jamás habrían producido ese reloj en vida del Che.

Pero si no se trata de verdad de la sexualidad, ¿de qué se trata? ¿Por qué fue noticia?

Hace unas semanas, en un chiste publicado en la tapa de este mismo diario, Daniel Paz y quien esto escribe mostrábamos a una mujer, una especie de “Patricia B de madera”, que decía: “Cuando la policía use los penes de madera para reprimir, la gente se les va a reír en la cara”. No se le ocurría –no se le podía ocurrir– otro uso que el represivo. La agresión al otro.

¿Será eso lo qué ocultaba esa noticia? ¿Será eso lo que ocultan los dichos de algún candidato/a a Miss Oginia 2021? ¿Usarán “lo sexual” para tapar (muy mal) la agresión, su única herramienta política conocida, al menos hasta ahora? ¿Maltratarán a las mujeres, a los pobres, a los populistas, a los niños, a los originarios, a los de pelo verde, a les pecoses, a los seres y seras y seros humanos que no estén preguntándose cómo se autoperciben, a los radiperonistas, a les nerds, a les que pesen menos o más de 67 kilos, para tapar su propia miserabilidad política?

No lo sé, pero, permitáseme otra humilde (o soberbia, usted elige) opinión: la pregunta no es esa (la que acabo de hacer), sino: "¿Seguiremos respondiendo a su agenda, desmintiendo sus mentiras, rellenando sus cráteres? ¿O podremos, de una buena vez, reconocerlos en su agresión omnIMpotente y, con mucha madera, construir una balsa que nos lleve 'a la locura' (que, si la comparamos con la cordura que proponen ellos, no es un mal plan)?".

Mientras tanto, el arriero va.

Sugiero al lector acompañar esta columna con el video “Las partes y el todo", de RS Positivo (Rudy-Sanz), medievalada atribuida al marqués Juan Domingo de la Mandíbula Grande: