Desde Santiago
El pasado 4 de julio se inició un ciclo inédito en la historia chilena reciente: la instalación de la Convención Constitucional la que redactará la nueva Carta Magna que reemplazará a la de 1980 instaurada por la dictadura de Pinochet. Esto luego del llamado “Estallido Social” iniciado el 15 de octubre de 2019, con más de un millón de personas protestando en diferentes ciudades del país y una represión estatal nunca vista desde los años ochenta, lo que obligó a la clase política a determinar un plebiscito, donde un año después, la opción por cambiar la constitución obtendría el 78,28 por ciento.
Otro hito del proceso es que en las elecciones para elegir a los 155 miembros de la Convención, con paridad de género y escaños reservados para pueblos originarios, el 15 y 16 de mayo pasado, la derecha apenas obtuvo 37 escaños. Domina el escenario una nueva izquierda representada por el Frente Amplio, conglomerado surgido tras las protestas estudiantiles de 2011 y donde uno de sus fundadores, Gabriel Boric, es actualmente candidato a la presidencia tras ganar en las primarias al comunista Daniel Jadue, en las primarias del 18 de julio. La otra fuerza nueva es la Lista del Pueblo, que agrupa aquellos liderazgos surgidos durante el Estallido, mucho más radical y diverso, con representantes que van desde Giovanna Grandón, famosa por participar en prácticamente todas las protestas disfrazada del personaje de Pikachu de Pokémon hasta el activista por la salud Rodrigo Rojas Vade, más conocido como el “Pelado Vade”.
Y es el surgimiento de esta última fuerza política la que ha generado molestia desde el día uno de la instalación de la Convención, ya que fueron capaces de interrumpir la primera sesión en los patios del ex Congreso Nacional en el centro de Santiago debido a las protestas en las calles aledañas, denunciando la violencia del actuar de carabineros. De hecho, tuvo que detenerse el Himno Nacional hasta que la situación se normalizara y finalmente lo que debería terminar al mediodía, finalmente cerró cerca de las 18:00 horas con un último hito: la académica mapuche Elisa Loncón sería la presidenta de la Convención —elegida por la mayoría de sus pares— quien dio un discurso electrizante que comenzó en mapundungún para luego continuar en castellano pidiendo “ que se funda un nuevo Chile, plural, plurilingüe, con las mujeres, con los territorios. Ese es nuestro sueño”.
Pero también hizo una solicitud: liberar a los presos políticos mapuches y también a los del Estallido, en su mayoría jóvenes que, paradojalmente según el Poder Judicial —que los llama “detenidos”— sólo permanecerían cinco en prisión preventiva, pero para los familiares serían más de 800 los que podrían calificar para un indulto. El tema que sigue generando controversia.
La elite desconcertada ante el poder mapuche
Para gran parte de la elite de derecha, acostumbrada a gobernar el país desde tiempos coloniales, todo se asemeja más bien a una pesadilla, aunque no lo reconozcan abiertamente. Primero fueron sutiles problemas de la organización, supuestamente monitoreada desde las alturas por el propio presidente Sebastián Piñera: espacios no sanitizados, falta de internet, problemas con los lugares donde almorzar.
Luego, constituyentes del sector oficialista como la filósofa y mediática columnista de ultraderecha Teresa Marinovic, cuestionando la presencia de la machi Francisca Liconao en la Convención quien, como líder espiritual mapuche acompaña y aconseja a Loncón y a los representantes de su pueblo originario, más aún al hablar en mapuzungún. “Sabe hablar en castellano, pero no importa. No pierde la oportunidad de hacer un show”, señaló. Linconao, que fue encarcelada en 2016 dentro un proceso lleno de irregularidades tras la quema del campo de la familia Luchsinger-Mackay y que fue absuelta dos años después, respondió: “Desde hoy en adelante a mi no me van a decir Francisca Linconao, me van a decir machi Francisca Linconao, con respeto”.
Después, los medios de comunicación masivos que en Chile tradicionalmente han estado en manos de empresarios de derecha, que desde sus secciones editorales insisten en la lentitud de la Convención e incluso, en una entrevista con Loncón se le preguntó el domingo pasado en El Mercurio por qué ella, admiradora de Nelson Mandela, no pedía a los sectores más radicales del pueblo mapuche que bajaran las armas en la Araucanía, zona militarizada y explotada por la industria forestal con un amplio historial de abusos por parte de la policía en contra de esa etnia. Ella respondió: “Yo no tengo el estándar de Mandela en este momento para pedir que bajen las armas. Creo que el Ministerio Público tiene que investigar, el Gobierno tiene que dar señales de participación”. Lo cual fue criticado incluso por el gobierno de Piñera, donde se esperaba que la presidenta de la Convención tomara un rol que, sencillamente, no le corresponde.
Amor, diálogo, interculturalidad
Pero Loncón y un amplio sector de constituyentes prefieren dejar de lado estos intensos ataques y apuestan por la paz y la continuidad del proceso Así, en un balance hecho el miércoles pasado, acompañada del vicepresidente, Jaime Bassa, abogado constitucionalista, Loncón señaló: “Yo creo que hemos hecho ejercicio de democracia participativa, de inclusión, para instalar esta deliberación desde otros paradigmas, que no son los tradicionales como suele analizarse como si estuviéramos siempre viéndonos desde la derecha, la izquierda, el centro”. Destacó además que se instalarón en la Constituyente “otros paradigmas de diálogo” ejemplificados en la paridad, la idea de interculturalidad y “el sentimiento de amor”.
En el recuento, a un mes del funcionamiento, se señaló que ya se han realizado 13 sesiones de pleno, 115 votaciones y 36 sesiones de comisiones y subcomisiones. Un total de 230 horas de trabajo en un mes. También se ha aprobado un protocolo COVID-19, una declaración política sobre los presos políticos y el funcionamiento de una Mesa ampliada que integre a nuevas voces —incluyendo al oficialismo— y la creación de comisiones como las de Reglamento, Ética, Presupuesto, Derechos Humanos, Comunicaciones, Participación y Consulta Indígena, Descentralización Territorial y Partipación Popular. “Hay que confiar para avanzar”, dijo Loncón, quien insistió en el trato digno entre los propios participantes. Aunque, reconoce que “a veces ha costado esa dignidad que nos merecemos, que es también la dignidad del pueblo de Chile”.
“Con esa palabra (dignidad) dialogamos entre todos: los movimientos sociales, las mujeres, las regiones, los partidos políticos, los pensamientos políticos que aquí hay. Nos permiten esta instancia de vivir, cultivar, darle significado a la dignidad humana, y los pueblos indígenas también hablamos de la dignidad de la madre tierra”.
En Chile, definitivamente, los tiempos están cambiando.