Saber qué pasó, evaluar qué se está haciendo y estimar cuál será el horizonte inmediato es el recorrido recomendado para encarar el análisis económico. Se trata de un ejercicio básico de tres pasos en la tarea de abordar la cuestión económica.
Pese a la existencia de esta convención general para realizar una reflexión rigurosa acerca de los inmensos desafíos de la economía argentina, el poderoso dispositivo mediático y político de derecha decide ignorar la pesada herencia del gobierno de Macri y, más aún, cuestionar a quienes señalan los inmensos condicionamientos dejados para el presente de esa traumática experiencia reciente.
Esta estrategia de confusión y complicidad con una alianza política que, en apenas cuatro años, provocó un descalabro de proporciones está resumida en una campaña de memes que circulan por las redes sociales cuya leyenda dice "Ah… pero Macri".
Es lo mismo que hace, ya sin memes, la mayoría de los economistas de la city cuando entrega análisis de la coyuntura, con sus correspondientes proyecciones, revelando así la fragilidad conceptual de esos análisis.
La capacidad de la derecha para ocultar los disparates económicos del macrismo facilita que funcionarios de esa gestión opinen sin hacerse cargo de nada por los costos sociales, laborales y económicos generados por las medidas que aplicaron.
Cuáles son las consecuencias de no hablar del desastre económico del macrismo-radicalismo
No hablar de la política económica implementada y de la herencia entregada por el gobierno de la coalición macrismo-radicalismo es la evidente táctica de la derecha. Como es habitual decir, quienes no recuerdan eventos traumáticos y sus responsables corren el riesgo de repetir los mismos errores y avalar a quienes proponen hacer lo mismo.
El gobierno de Alberto Fernández menciona la carga recibida y, por ese motivo, recibe observaciones críticas de que así no se ocupa del presente. Esto se resume en la campaña de memes "Ah… pero Macri".
En realidad, la actual gestión cumple con los tres pasos analíticos arriba mencionados y, en estas semanas, ofrece un horizonte de esperanza a la población porque forma parte de una estrategia electoral, como recomiendan expertos en comunicación de campañas políticas para los momentos de crisis.
Carlos Menem ganó las elecciones 1989 y 1995 recordando el trauma de la hiperinflación, y Mauricio Macri no pudo basar su estrategia electoral en el frente económico porque el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner no terminó con una crisis económica. No señalar el desastre económico macrista para proponer solamente un horizonte de esperanza puede debilitar la fortaleza del mensaje.
Se trata, en última instancia, de una decisión con vistas a las próximas elecciones, pero en términos políticos estructurales resulta fundamental enfatizar la devastación provocada por el tercer ciclo neoliberal en 45 años.
Es importante detallar ese recorrido por el siguiente motivo: el ocultamiento del saldo de cada uno de esos períodos políticos presenta el riesgo de que haya un cuarto, lo que sería ruinoso para las condiciones materiales de las mayorías en términos sociales, laborales y productivos.
No es secreto que desviar la atención sobre la cuestión económica permitió que después de Alfredo Martínez de Hoz (dictadura militar 1976-1983) viniera Domingo Cavallo (Menem y De la Rúa 1989-2001) y luego desembarcaran Alfonso Prat-Gay, Federico Sturzenegger, Luis Caputo, Nicolás Dujovne y Guido Sandleris (Cambiemos 2015-2019).
Los más desopilantes hitos económicos del tercer ciclo neoliberal
La cuestión económica, en la revisión de cada una de esas etapas políticas, siempre ha quedado relegada a un segundo plano, sin mostrar cuáles fueron las raíces de las respectivas crisis. De ese modo en el imaginario colectivo pareciera que las crisis fueron consecuencia exclusiva de una mala administración y no por medidas profundamente regresivas que condicionaron el crecimiento con inclusión social.
Durante el gobierno de Raúl Alfonsín el foco principal estuvo puesto en la violación a los derechos humanos durante la sangrienta dictadura, y en el de Néstor Kirchner el objetivo era recuperar la Argentina del peligro de la desintegración nacional del "Que se vayan todos". Ahora, un factor externo, la pandemia, es la coartada puesta en bandeja para permitir el encubrimiento.
Camuflar las consecuencias de la política económica regresiva es la forma de exculpar a los responsables y beneficiarios del descalabro, para que ellos o sus herederos puedan comenzar un renovado ciclo.
Resulta notable que sean cuestionados quienes hablan del pasado reciente al recordar la herencia macrista, cuando los representantes del conservadurismo no se cansan de hablar del pasado para falsear acerca de que la extensa crisis argentina se debe a un período de 70 años de populismo.
Al respecto, no fueron tantos años y lo que no dicen es que precisamente en los cortos períodos de populismo, en ese lapso de siete décadas, la economía se expandió con mejoras en las condiciones de vida de la población, balance opuesto al registrado en gobiernos neoliberales.
La enumeración de algunos hitos económicos de la gestión macrista revela el carácter desopilante de esos cuatro años:
* El default de deuda en pesos.
* El endeudamiento en dólares más vertiginoso en monto y tiempo de la historia financiera argentina.
* El insólito crédito pactado con el FMI.
* La emisión de un bono a 100 años.
* La política de emisión monetaria cero.
* Las metas de inflación.
* La desregulación total del mercado cambiario y de la cuenta capital.
* La apertura comercial sin control con la consiguiente desindustrialización
* Los tarifazos de cuatro cifras en los servicios públicos esenciales.
Quienes hablan sin vergüenza pese al descalabro que provocaron
La impunidad del poder permite que quien defaulteó la deuda en pesos, el último ministro de Economía de Macri, Hernán Lacunza, el acontecimiento financiero más necio de la traumática historia de endeudamiento local, continúe opinando sobre la actual política financiera como si nada hubiera hecho.
El último presidente del Banco Central del macrismo, Guido Sandleris, opina con una liviandad asombrosa poniendo en duda la solvencia del sistema bancario cuando hundió la economía y los bancos con la absurda política de emisión monetaria cero, confundiendo además las necesidades de pesos y de dólares por parte del Tesoro Nacional.
La dupla que manejó el Banco Central en esos años Federico Sturzenegger y Lucas Llach habla de inflación cuando son protagonistas del papelón memorable "Metas de inflación 2018: 10% (+ - 2)". La inflación de ese año fue 47,6 por ciento.
Pese a ese bochorno desafían a sus críticos indicando la evolución de la tasa de inflación de este año, por encima de las previsiones oficiales. Son responsables, además, de la desregulación total del mercado de cambio, facilitando de ese modo una bicicleta financiera infernal y la pérdida record de dólares del Banco Central.
El primer ministro de Economía de la alianza macrismo-radicalismo, Alfonso Pray-Gay, había asegurado que no iba a ver aumentos de precios con la megadevaluación de diciembre de 2015 porque los precios estaban alineados con el blue. Era una expresión de una ignorancia mayúscula sobre la historia económica argentina. La tasa de inflación se disparó precisamente por ese fortísimo ajuste cambiario.
En definitiva, el objetivo de no hablar de la herencia macrista forma parte del dispositivo cómplice de que goza el tercer ciclo neoliberal, que ha dejado profundas heridas que tardarán años en cicatrizar y, por eso mismo, es imprescindible hablar de esa política económica y la correspondiente herencia.
El impacto de la pandemia
No sólo existe una decisión deliberada de la derecha de ocultar la herencia macrista, sino que no forma parte de sus análisis los impactos devastadores de la pandemia.
Evalúan el comportamiento de las principales variables económicas y sociales como si el mayor drama sanitario y económico global de, por lo menos, los últimos cien años no existiera.
Señalar ambos acontecimientos traumáticos, uno local y otro externo, no significa desconocer errores en el manejo de algunas circunstancias financieras y económicas en lo que va del gobierno de Alberto Fernández. Pero no contextualizarlos reflejaría solamente la intencionalidad política de fomentar la confusión.
Por caso, el panorama de los ingresos de los sectores populares es una muestra de un flanco débil de la actual gestión, más allá de la voluntad política de mejorarlos.
El último informe del mercado laboral del Centro de Investigación y Formación de la República Argentina (Cifra-CTA) destaca que el ingreso de los trabajadores perdió gran parte del poder adquisitivo en los últimos años, en especial hacia el final del gobierno de Cambiemos.
En el marco de la pandemia y sus efectos económicos, la caída no se revirtió sino que el ingreso laboral medio tuvo una reducción de 1,4 por ciento interanual en el primer trimestre de 2021. Esa variación desde el primer trimestre de 2018 es negativa en 22,2 por ciento.
Esos números muestran que durante el gobierno de Macri fue cuando se produjo el gran mazazo a los salarios, y que, por ahora, en el gobierno de Fernández no se pudieron recuperar.
La caída desigual del poder de compra del salario
El reporte señala, a la vez, que la pérdida de poder de compra fue extremadamente desigual. Mientras que para el estrato más bajo de trabajadores (el 40 por ciento que menos gana) llega al 27,0 por ciento, para el estrato más alto (el 20 por ciento que más gana) fue de 19,0 por ciento entre los primeros trimestres de 2018 y 2021.
Como resultado de la pérdida real de los salarios, sumada a la caída en la cantidad de puestos de trabajo, los trabajadores en su conjunto vieron reducida su participación en el valor agregado generado (distribución de la torta de ingresos). Mientras que esta participación era de 49,8 por ciento en el primer trimestre de 2020, se redujo a 46,1 por ciento en el primer trimestre de este año.
Los investigadores de Cifra-CTA advierten que en este escenario "la tan postergada recuperación salarial se volvió un tema urgente". Si bien los salarios comenzaron a subir lenta y en forma inestable desde fines del año pasado, "la aceleración de la inflación en 2021 amenaza con frenar esa incipiente y limitada mejoría", indican.
Para agregar que se observa en estos meses, y ante la evidencia de un nivel de inflación mayor que el inicialmente previsto, una política más firme del Gobierno en pos de lograr una mejora de las remuneraciones y evitar un cuarto año de caída de poder adquisitivo.
Para alcanzar ese objetivo se dispuso el adelantamiento de los aumentos pactados en el marco del Consejo del Salario Mínimo, se validó una pauta más elevada para las negociaciones paritarias y se adelantaron revisiones de negociaciones de salarios públicos.
"La pelea entre salarios e inflación se dirime en los meses que restan del año, con una influencia decisiva también sobre el nivel de consumo y de actividad económica. No alcanza, sin embargo, con mantener el poder adquisitivo actual sino que el objetivo debe ser comenzar a recuperar lo perdido", concluyen.