1. No lo soñé, pero no mires: ruge el Camp Nou, rendido. Lionel, soldado heroico, va dejando rivales en el suelo, cabalga al infinito. Lo que no se puede cambiar ¿hace doler?
2. Soy hincha del Barça desde que llegué a Barcelona, hace mil siglos. Cruyff se inventó un Dream Team, una orquesta que no paraba de tocar, un olé constante, y los rivales eran toros mareados, condenados a jugar otro deporte, porque al fútbol, sin pelota, no se puede jugar.
3. Conjugar dos amores, pero qué complicado conjugar dos amores. Apenas asoma el Kun en mi Rojo natal venden al Kun, imberbe casi. Y así todo. Argentina siempre fue el granero del mundo del fútbol, pero desde hace décadas los jugadores se van siendo mínima semillita, no pueden germinar. Y a Europa llega la crema de la crema, y qué delicia la crema catalana, dulce, dulce, con Guardiola, Ronaldo, Ronaldinho, con un petisito que la empieza a romper.
4. Es 2005, es el desprevenido verano catalán. Fabio Capello, aturdido ante la exhibición que acaba de ver, ante el nene inasible que le había desparramado defensores como si en vez de mariscales romanos cimentados en acero forjado fueran flanes, declara: nunca vi un jugador así, con tanta calidad a esta edad, y concluye: me encanta. Y vos, Raúl, te relamiste, te compraste la frase de Capello, te encendió el corazón, te supiste de pronto empujado a un futuro de lujo, de tardes y de noches de gloria, de copas y más copas, y fue correcto tu presagio, y a ese futuro te entregaste.
5. El futuro fue esto y muchas veces esto: el partido se complica, el adversario es poderoso, juega en campo local, el empate es un triunfo, pero quedan minutos, la pelota le llega al diez, que se mece (nadie se mece como Messi) y empala la pelota con su zurda de demonio y de ángel y ella, obediente y orgásmica se deshace en la red, “haciendo inútil la estirada del portero”, siempre haciendo inútil la estirada del portero.
6. Ya se acabó el futuro, ese futuro.
7. Nunca entendí al fan de Cristiano, al que prefería al buey al prestidigitador.
8. Salir de la casa de la calle Llull, al final de la Diagonal de Barcelona, fue darme cuenta de trece años de acontecimientos que incluían el nacimiento de dos hijas. Cerrar la puerta significó asumir que toda una porción de mi vida quedaba del otro lado de la pared, y lloré.
9. Casa tomada es un cuento de Cortázar donde algo, no se sabe qué, se va apropiando de los espacios. El pasado es así: crece incesantemente, insobornablemente, nos arroja contra una franja cada vez más estrecha, nos dice que somos fantasmas acorralados contra un porvenir disminuyente. Ay, el Barça de Messi quedó ahora del lado de la pared invisible, de las cosas que no volverán, de cuando todo era soluble porque el pasado no amenaza y la memoria dulcifica. Por eso siento esta mutilación: me amputaron un pedacito mío, me pusieron 778 partidos de fútbol y 668 goles en una habitación cerrada con un candado atroz. La miro, la ñata contra el vidrio, y observo, con tristeza, que gol a gol yo era feliz.
10. ¿Existió el Barça de Messi, de Iniesta, de Xavi, de Busquets? ¿O fue una fábula del pensamiento, apenas un destello entre una y otra eternidad? Que todo vuele hacia el final es el horror.
11. No lo soñé, canta el Indio Solari, portavoz.
12. ¿Lo sueño aún? Lo sueño aún. Pero no mires: ruge el Camp Nou, rendido. Lionel, soldado heroico, va dejando rivales en el suelo, cabalga al infinito, hacia los goles que dejamos atrás, hacia la juventud desbaratada por angustias que no valían la pena, hacia el arco de humo, hacia el eterno retorno que no retorna nada. Lo que no se puede cambiar, ¿hace doler? No sé, Raúl, pero no mires. En el estadio ya se ven, ya se encienden las luces de una distinta ceremonia.
Raúl Cristián Aguirre es escritor argentino radicado en Barcelona